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Los “incómodos” pobres

Martín Espinosa

Martín Espinosa

Algo muy desafortunado sucedió en México en los últimos años, y no nos dimos cuenta. Resultado del olvido gubernamental hacia los que menos tienen, a pesar de que en el discurso político siempre se les menciona, los millones de pobres en nuestro país se multiplicaron con el paso de los años y los “programas” sociales para combatir el deterioro económico de muchas familias se convirtieron en un “jugoso” negocio para quienes medraron durante años con la pobreza de millones de personas distribuidas a lo largo y ancho del territorio nacional.

Independientemente del crecimiento demográfico del país, el número de personas en pobreza creció de manera acelerada en las últimas tres décadas. Apenas en marzo del año que concluye, el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) informó que México enfrenta un “panorama mixto” en cuanto a niveles de pobreza se refiere. En los últimos 8 años, si bien la pobreza extrema disminuyó en el país, el número de pobres aumentó. Entre 2008 y 2016, la pobreza aumentó en 3.9 millones de personas. De tal forma que en este año había 49.5 millones de personas en situación de pobreza, lo que equivale al 44.4% del total de la población mexicana.

Se considera que las carencias sociales de una persona que vive en pobreza son: falta de acceso a la seguridad social, al derecho a la alimentación y a un mayor ingreso en los hogares.

Pero lo más lamentable de todo es que la polarización política e ideológica que hoy vive la sociedad mexicana ha llevado a externar un sentimiento de rechazo a quienes hoy hablan de mejorar la situación de esos cerca de 50 millones de pobres que hay en el país.

Pareciera, en ciertos círculos de intelectuales y miembros prominentes de la sociedad, que les molesta e incomoda el hecho de que se diga que hay tantos millones de mexicanos en situación de pobreza y, peor aún, que ahora sí se va a empezar a trabajar en serio por ellos y para ellos de manera primordial; sin duda, signo de los tiempos. Es más, a los pobres se les mira con desdén desde que el hoy Presidente de México se refiere a ellos un día sí y otro también.

Pareciera que el pasado reciente nos hizo más racistas y discriminadores hacia aquellos que menos tienen, ingrediente que se suma a la gran “quiebra” social que aqueja a México. Es más, quienes manifiestan esa actitud hasta desconfían de lo que vaya a hacer el nuevo gobernante, cuyo lema ha sido, desde hace varios años, “por el bien de todos, primero los pobres”.

Es cierto que en nada ayuda dividir la sociedad en “liberales y conservadores” y verse como enemigos unos a otros. Pero tampoco en nada ayuda el que se critique desde “las alturas” del pensamiento intelectual de ciertos sectores del país las manifestaciones culturales de una parte importante del país que habita en las comunidades indígenas y rurales, que es de donde —por cierto— se nutre nuestra identidad como mexicanos, como nación, pues.

Si hasta en ello, combatir la pobreza, hay desdén de las clases alta y media del país y que hasta cierto escozor genera su simple planteamiento, significa que durante muchos años fuimos alimentando ese odio entre nosotros que hoy nos tiene enfrentados los unos con los otros. Ahí veo el origen de tantos calificativos despectivos para nombrarnos entre nosotros, incluso por parte de quienes hoy son gobierno.

Bien nos haría centrarnos todos en cerrar la enorme brecha social que provocó la mala aplicación de un modelo económico que provocó esas desigualdades sociales que hoy nos tienen confrontados como sociedad.

 

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