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La cultura de la dádiva

Martín Espinosa

Martín Espinosa

Hoy que se habla de los efectos de covid-19 en el mundo, resulta necesario hablar de la forma en que se prepara en un país, cualquiera que éste sea, el presupuesto con el cual el gobierno se hará cargo de la administración pública de dicha nación. No es lo mismo preparar un “paquete” económico para un país desarrollado, con una actividad industrial y económica robusta en el cual la pobreza apenas y asoma, que para otro que apenas tiene para sobrevivir y en el que su población mayoritaria apenas y mal come.

En estos últimos países, los programas sociales del gobierno se vuelven “asistencialistas” en el más puro sentido de la palabra: se trata de asistir a los que menos tienen para que, por lo menos, no mueran de hambre. Deje usted si tienen trabajo o no; lo importante es que al gobierno literalmente no se le mueran de hambre. Por eso vemos que en México, gran parte del presupuesto público “no comprometido” tiene como fin “regalar” recursos a los que menos tienen, situación que se convierte con el paso del tiempo en una “obligación” del Estado para con los menos favorecidos, los cuales en su mayoría se vuelven “clientes políticos” de ese gobierno, el cual, al repartir el dinero que obtiene vía recaudación de impuestos de una parte de la población, destina una mayor rebanada de recursos a la gente más pobre.

Ese dinero en nada ayuda a generar economía: es decir, producir empleos y permitir a la gente que menos tiene mejorar su situación para salir de la precaria situación en que se encuentra y que entre al “engranaje” que consigue reactivar al mercado interno a través de la producción y consumo de bienes y servicios. Un país que no logra eso está condenado a vivir en la pobreza y que sus gobiernos se conviertan en repartidores de “dádivas y migajas”. Es más, esos gobiernos se vuelven “dueños absolutos” de esa ayuda, la cual condicionan —sobre todo en épocas electorales— a fin de perpetuarse en el poder. Nada más hay que recordar la etapa que vivió México durante 70 años entre 1930 y el 2000. Hoy, esos tiempos amenazan con regresar.

Por eso se agradece que haya quienes basen su administración en crear las condiciones para hacer “economía” en un país o un estado más que en “regalar” dinero a quienes menos tienen. No porque estos no lo necesiten; al contrario. Sino porque los programas sociales deben ser eso: sociales. No ser lo más importante en una sociedad que requiere de oportunidades para tener mejor salud, empleo, educación, vivienda y alimentación, principalmente. Por supuesto que hay que ayudar a quienes menos tienen, pero lo más importante es generar condiciones que permitan a los integrantes de una sociedad salir de la pobreza en que se encuentran y no como ha sucedido: cada vez hay más que tienen menos y cada vez unos cuantos acumulan riquezas exorbitantes.

 

 BIEN Y DE BUENAS

De plácemes el estado de Yucatán por las buenas noticias que en estos días ha recibido la administración del panista Mauricio Vila. En primer lugar, hace unas horas comenzó la realización del XLV Tianguis Turístico 2021, que se aplazó en marzo pasado, con la presencia del presidente López Obrador y del secretario del sector, Miguel Torruco, así como de los principales empresarios turísticos tanto nacionales como extranjeros que se dan cita en Mérida. Sin duda que esa bella región del sureste mexicano recibirá grandes beneficios económicos por las inversiones que desde hace varios años suma la entidad. Mejor lugar no se pudo escoger para fortalecer a la industria turística nacional así como crear puentes entre prestadores de servicios, dar a conocer nuevas propuestas de viaje, robustecer nuestra cultura y crear un estado de bienestar donde los beneficios sean para todos. Y, en segundo lugar, esta semana se supo que al cierre de octubre pasado Yucatán se colocó como uno de los tres estados del país con mayor inversión turística. ¡Enhorabuena!

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