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Detonador de crecimiento

Martín Espinosa

Martín Espinosa

Una de las alternativas de empleo —que tanto se necesita actualmente en México a causa de los efectos de la pandemia provocada por el covid-19— es la llamada tercerización laboral, la cual implicaría la generación inmediata de un millón de empleos formales que, como “lo marca la ley”, cuenta con todos los beneficios sociales, vivienda y atención médica.

También conocida como subcontratación, la tercerización es una práctica legal llevada a cabo por una empresa cuando contrata a otra firma para que preste un servicio que, en un principio, debería ser brindado por ella misma. Este proceso suele realizarse con el objetivo de reducir costos, los cuales, en la mayoría de las veces, se le disparan a la empresa contratante al llevar a cabo ella misma dichos procesos.

Hay en el mundo, desde hace varios años, una especialización de firmas que se ocupan de manera directa a la tercerización no sólo laboral, sino también de servicios. Lo cierto es que desde la creación de dichas firmas se ha visto un enorme beneficio que redunda en una mejor y mayor productividad, mejor atención al mercado y, principalmente, la posibilidad de que más personas se sumen al mundo laboral con todas las prestaciones de ley, de acuerdo con la legislación de cada país. De hecho, la Organización Internacional del Trabajo considera, actualmente, que la tercerización es una nueva forma de trabajo que ha llevado a transformar las relaciones laborales, siempre y cuando se realice conforme a la ley y en respeto de los derechos de los trabajadores.

Un estudio reciente del International Business Report (IBR) revela que actualmente dos de cada cinco empresas líderes a nivel mundial tercerizan sus procesos administrativos internos. El ahorro en los costos y la eficiencia de los procesos que la tercerización provee a las empresas son reconocidos alrededor del mundo, aunque algunos líderes empresariales se mantienen renuentes a perder el control de los llamados “procesos clave”.

El IBR arroja cifras que son de llamar la atención: 40 por ciento de las empresas alrededor del mundo ya subcontratan o planean hacerlo en el futuro inmediato. En América Latina las cifras suben al 51%, mientras que en Norteamérica suman 43%, Asia-Pacífico 42% y Europa 36 por ciento.

Lo central de este fenómeno es que las empresas no solamente buscan abaratar costos. La misma encuesta revela que 57 por ciento de las empresas que recurren a este modelo argumentó un aumento del 55 por ciento en la eficiencia de sus procesos, los cuales se pronunciaron por la reducción de costos.

Hace unos días, Elías Micha, director de la Asociación Mexicana de Talento Humano, destacó que nuestro país —en medio de esta crisis laboral que ha provocado el coronavirus y que dejó, tan sólo en abril, a 12.6 millones de mexicanos sin trabajo formal e informal, según el Inegi­— podría generar de inmediato un millón de empleos formales con seguridad social en el IMSS y en el Infonavit, así como otro millón de plazas de trabajo por medio de la tercerización.

En específico, las oportunidades se visualizan en los sectores automotriz, de la construcción, minería, aeroespacial, comercio electrónico, digitalización y las diversas industrias de las llamadas tecnologías inteligentes. Asimismo, la creación de al menos otro millón de plazas de trabajo que se pueden generar en poco tiempo mediante la subcontratación laboral en las industria maquiladora, de turismo, restaurantera, banquetes, eventos, cines, teatros, entretenimiento, franquicias, inmobiliarias y comercio en general.

En pocas semanas, muchas de las actividades económicas a nivel mundial ya podrán reabrir para comenzar a despegar a fin de reactivar el empleo destruido.

La maquinaria de la tercerización laboral ya está arrancando en las economías de Estados Unidos y Europa con buenos pronósticos para la reactivación del empleo. Y en ello México no se puede quedar atrás. Se requieren contrataciones expeditas, legales, que respeten los derechos de los trabajadores y se conviertan en piezas fundamentales del “engranaje” de las cadenas productivas, principalmente en el intercambio comercial y económico que tiene nuestro país con Estados Unidos, que tan sólo en el 2019 alcanzó los 614 mil 500 millones de dólares, a fin de jugar un papel determinante e indispensable en la llamada “nueva normalidad” y, por supuesto, en la generación de empleos.

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