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Colapso ambiental

Martín Espinosa

Martín Espinosa

La semana pasada, del viernes 10 al 17 de mayo, el Valle de México vivió la peor crisis ambiental de las últimas décadas, caracterizada por las altas temperaturas que se registran en el centro del país y los incendios forestales en amplias zonas boscosas que rodean a la capital de la República Mexicana. Nunca antes se había observado en el aire metropolitano tal concentración de partículas de contaminantes menores a 2.5 micras (milésimas de un milímetro), componentes del humo que respiramos los habitantes de esta región del territorio nacional.

Y es que, a decir de los expertos, hoy se advierten cambios importantes en los patrones climáticos del Valle de México, producto de la depredación humana hacia el entorno ecológico que alguna vez caracterizó a la cuenca del Valle de México, hoy saturada de infinidad de asentamientos irregulares que han “llenado” de concreto amplias zonas que antes se caracterizaban por vastas áreas verdes ya desaparecidas.

El maestro Alfredo Nolasco, ingeniero forestal por la Universidad Autónoma de Chapingo, me advierte que la temporada de incendios forestales, que no es ajena al país, normalmente en los últimos 15 años ocurría, cada año, entre los meses de enero y julio. Hoy se presenta durante más tiempo: arranca en enero, pero se extiende hasta el mes de octubre, lo que representa un mayor calentamiento de las superficies boscosas durante 3 meses más de lo habitual.

Sin duda que lo anterior es otra de las consecuencias del llamado calentamiento global que sufre el planeta. Ya lo advertíamos cuando a principios de abril, en este mismo espacio, con motivo del Día Internacional de la Madre Tierra, señalamos: “Dicen los expertos que México tiene características geográficas que lo convierten en uno de los países más vulnerables al cambio climático. Su ubicación entre dos océanos y su latitud y relieve lo exponen a una gran cantidad de fenómenos hidrometeorológicos”.

Afirmábamos entonces que “aunque existen dificultades para afirmar con plena certeza que lo que ocurre en México se debe a esta problemática, causada por el aumento en las emisiones de gases de efecto invernadero —dióxido y monóxido de carbono, metano, óxidos nitrosos—, investigaciones sugieren un vínculo en efectos ya presentes, como el aumento, en los últimos 50 años, de 0.85 grados centígrados, casi un grado, en las temperaturas promedio en todo el territorio nacional”.

Y señalábamos que los cambios drásticos observados en las estaciones del año, precipitaciones pluviales muy fuertes, sequías, erosión costera, alteraciones en la reproducción de la fauna y acidificación de los océanos, son otros síntomas del cambio climático en México, donde se estima que los fenómenos meteorológicos ocurridos en las últimas décadas —tormentas, inundaciones, desplazamiento de tierra— sean más recurrentes e intensos por esta misma causa.

Ello se observa de manera alarmante en el centro del país, en el cual la reducción de las áreas forestales, los cambios en los patrones climáticos y las sequías prolongadas “asfixian” ya a amplias áreas verdes que hoy están colapsadas. Afirma el maestro Alfredo Nolasco que el 98 por ciento de los incendios forestales ha sido provocado por el propio ser humano y son consecuencia del crecimiento poblacional descontrolado como lo que desde hace 60 años ocurre en la zona central de México.

Todo lo anterior tiene un impacto inmediato en la calidad de vida de los habitantes de la región, así como mayor deterioro del medio ambiente y a la infraestructura urbana, hoy colapsada en el Valle de México. Lejos de regular el crecimiento poblacional en esta zona del país, no ha existido desde hace más de medio siglo una sola política poblacional para “despresurizar” la zona metropolitana de la CDMX. La cada vez más poblada capital mexicana, con sus más de 10 millones de habitantes, 4.1 millones de automóviles, un deficiente sistema de transporte público y servicios urbanos cada vez más saturados, comienza a cobrar la “factura” del desorden propiciado por las falta de políticas públicas en materia ecológica y forestal y de regulación gubernamental al excesivo crecimiento de la llamada “mancha urbana” que agobia a esa región del territorio nacional. En pocas palabras, el destino ya nos alcanzó.

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