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Pasados por la balanza

María Amparo Casar

María Amparo Casar

A juicio de Amparo

No sé a quién se atribuye la frase, pero está llena de sabiduría: habla menos y escucha más. Es lo que le hace falta al Presidente de nuestro país. Eso y dejar de pensar que toda información que le es adversa y toda crítica basada en evidencia es porque uno pertenece a la mafia del poder o no quiere acostumbrarse a “que esto ya cambió”.

No hay quien aguante hablar un promedio de una hora con 30 minutos durante todos los días y de todos los temas sin resbalar. Y por “resbalar” me refiero a contradecirse, equivocarse, mostrar una alta dosis de ignorancia, engañar o ser incongruente.

Cada día desvaloriza a alguna institución: la prensa nacional y extranjera, las calificadoras, los comentaristas, la CNDH, el Inegi, el INE, el Inai, el Banco de México, los exservidores públicos, los jueces, la policía, los académicos, las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades organizadas que rechazan sus consultas y hasta los integrantes del gabinete que se atreven a diferir. ¿Pensará que sin estas instituciones se puede gobernar?

No sé cuántos más seremos pasados por la balanza, pero vale la pena recordar lo que Sergio Aguayo apuntaba en días pasados: “La aprobación del Presidente ha caído 14 puntos en 7 meses … Otra forma de ver los números es pensar en los 4.5 millones de desencantados; votaron por él en 2018 y están inconformes con su gestión” (Reforma, 10-07-2019).

Cada día hace apuestas que no puede sostener: le apuesto a mi secretario de Hacienda que creceremos 2%; me canso ganso que Santa Lucía estará listo en 2021; la termoeléctrica quedará terminada para el 2022 y costará 8,000 mmd; el huachicoleo ha disminuido en 95%; reduciremos la inseguridad en 50%; no habrá adjudicaciones directas; la corrupción se terminó; la Fiscalía no responde a la política.

La simplicidad de sus diagnósticos y la negativa a escuchar están detrás de los errores que se cometen, pero no se reconocen. El crecimiento no es tan simple como la ecuación que nos propone: abolición de la corrupción + más austeridad = crecimiento. La corrupción no se acaba por decreto ni porque él no robe. El ejemplo del Presidente no basta para que sus subordinados no incurran en conflicto de interés. La Guardia Nacional no puede reducir la inseguridad sin una estrategia. La desigualdad no se acaba repartiendo dinero. Todo se resume en la frase de: “No crean que tiene mucha ciencia el gobernar... la política tiene más que ver con el sentido común” (25 de junio 2019).

Creo que gobernar un país como México es endiabladamente difícil. Sacar al país de las ruinas en las que AMLO dice se lo dejaron es una tarea titánica que requiere mucho más que voluntad y sentido común. Con puro sentido común no se construye y menos se dirige a la Guardia Nacional. Con puro sentido común no se acaba con la impunidad. Hacen falta policías, investigación, peritos, ministerios públicos y jueces bien preparados. Con puro sentido común no se deciden las obras de infraestructura. Se necesitan estudios financieros, de costo-beneficio, de viabilidad y proyecciones. Con puro sentido común no se redistribuye el ingreso. Hacen falta una política fiscal que genere los recursos y una de gasto que amplíe las oportunidades y cubra los servicios básicos en calidad y cantidad suficiente. Con puro sentido común no se atrae inversión. Hace falta certeza jurídica; respeto a los acuerdos pactados en los contratos. Con puro sentido común no se crea un ejército de ingenieros petroleros, de científicos que avancen la tecnología o de médicos que atiendan a la población.

Pero al Presidente no le parece nada de lo anterior. Los analistas sustentan sus propuestas en evidencias. Toman la evidencia a su alcance, construyen a partir de ella una narrativa coherente y ofrecen un abanico de alternativas para alcanzar los objetivos deseados. El Presidente hace lo contrario. Él crea su propia narrativa, acepta la evidencia que la sostiene y descarta aquella que la desmiente. Si no encuentra evidencia alguna, nos dice que él “tiene otros datos”.

Ya que tanto le gusta la historia podría escuchar a Simón Bolívar: “El que manda debe oír aunque sean las más duras verdades y, después de oídas, debe aprovecharse de ellas para corregir los males que produzcan los errores”.

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