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La sal de la Tierra

Lucero Solórzano

Lucero Solórzano

30-30

Es el título del nuevo trabajo del experimentado realizador y documentalista alemán Wim Wenders, (The Salt of the Earth, Francia-Brasil-Italia, 2014), que se estrena esta semana. Con una importante carrera dentro del cine de ficción Wenders tiene un oficio y estilo muy personales convirtiéndose en uno de los documentalistas más premiados y reconocidos de la actualidad. Junto con Werner Herzog, su compatriota, aunque éste último con una producción mucho más abundante, ambos realizadores son una suerte de “cronistas de la Tierra”, del devenir humano, de grandes fenómenos de la Naturaleza, de las muy diversas manifestaciones del arte, de la conducta depredadora del género humano hacia el entorno y hacia sí mismo, pero también rescatan el paso evolutivo del hombre por este planeta, su influencia positiva, su capacidad creadora, su espíritu constructivo.

El documental inmediatamente anterior de Win Wenders es Pina, nominado al Oscar en 2011, un bellísimo tributo a la coreógrafa y bailarina alemana Pina Bausch. Con maestría combina la estética del muy vanguardista concepto de la danza de esa artista con el recurso cinematográfico de la 3D, que parecía (al menos así lo veía una servidora) confinado a lucir el cine efectista de las grandes explosiones, los objetos que volaban hacia el espectador, haciendo del cine un circo divertido, pero vacuo.

En Pina, Wenders muestra su dominio de la técnica y la pone al servicio de la pureza del arte de la danza, la iluminación, la fotografía, la música y, sobre todo, del cuerpo humano. Si no la ha visto puede ser una pieza que forme parte de su colección, aun en 2D.

Para La sal de la Tierra Win Wenders se acerca a uno de los fotógrafos más famosos del mundo: el brasileño Sebastião Salgado y, junto con el hijo de éste, Juliano Ribeiro Salgado dirigen una exploración profunda del trabajo de Salgado, considerado un fotógrafo social y de la Naturaleza que ha publicado varios tomos plagados de imágenes que ha recogido con su cámara en lugares singulares de la Tierra que han sido escenario de cruentas guerras, explotación laboral, desastres naturales, hambrunas, etcétera.

Predominando la fotografía en blanco y negro, Wenders es el narrador, como acostumbra en sus otros trabajos, y cede la palabra a Sebastião, cuyo rostro de aspecto nórdico está surcado de profundas arrugas que enmarcan una mirada clara que, a veces, se ensombrece, otras brilla y otras más tiene la chispa de los ojos de un joven de 20 años.

Salgado parte del momento en que su esposa le hizo un regalo que cambió su vida para siempre: una cámara fotográfica. De haber estudiado Economía abandonó los números y estadísticas, para entregarse al mundo capturando imágenes impactantes, de una belleza que duele. Cada fotografía de Salgado es una historia de principio a fin. Paralelamente mientras habla de su carrera, cuenta como afectó su entorno familiar el que estuviera constantemente ausente y alejado del desarrollo de sus dos hijos, uno de ellos, Juliano, que a través de este documental sana de alguna manera su corazón herido, el del niño que casi no veía a su padre, que siempre se sintió desplazado por su trabajo, sus viajes, proyectos, exposiciones.

No le doy más detalles sobre La sal de la Tierra para que la disfrute. No olvide que nada de lo que vea ahí es ficción, no, es la crudeza de la miseria humana, pero también la luminosidad de una reconciliación personal con el género humano.

Imperdible.

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