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La movilidad de la nueva normalidad

Lorena Rivera

Lorena Rivera

Actualmente, en las ciudades del mundo habitan cuatro mil 235 millones de personas, es decir, el 55% de la población total (siete mil 700 millones) y el crecimiento de ésta sigue acelerándose. Para 2030, o sea, dentro de muy pocos años, las metrópolis albergarán alrededor de cinco mil millones de seres humanos y las preguntas son: ¿serán habitables?, ¿se están adaptando?, ¿alcanzarán los recursos y servicios para todos? y ¿cómo será la movilidad?

Algunas ya trabajan para enfrentar nuevas condiciones, tanto del presente como del futuro, pues de entre los más grandes desafíos de las urbes destacan las amenazas de la crisis climática, mejorar la movilidad y la calidad del aire, disminuir las desigualdades, gestión inteligente de los residuos sólidos, agua y energía para todos y el derecho per sé a la ciudad, entre otros.

De ahí la urgencia de que cada urbe fortalezca y modernice su gobernanza, además, tanto la planificación como la gestión urbana deben ser eficientes y ecológicas, apegadas a los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, para lograrlo, hay mucho por aprender de las ciudades inteligentes o smart cities.

Si bien en una ciudad inteligente las nuevas tecnologías de la información son importantes, no lo son todo, pues lo fundamental es brindar mejores servicios y resolver las problemáticas en el espacio urbano, lograr la eficiencia en términos de transporte público, movilidad, salud, seguridad y productividad, con el objetivo de mejorar el bienestar de las personas.

Se puede decir que la CDMX está en la ruta para convertirse en una smart city, pero aún debe trabajar en algunos baches en el trayecto, que no son pocos. Por ello, sólo se abordará el tema de la movilidad.

Los automóviles se apropiaron de la ciudad, la congestión del tránsito y la contaminación del aire, son amenazas constantes a la salud y calidad de vida de las personas, además de impactar el ambiente. Por ello, la movilidad debe cambiar y debe hacerlo ya, hacia un modelo más sustentable.

Más allá del uso de la tecnología, la innovación y la creatividad pueden mejorar la calidad de vida de las personas y ayudarlas a adaptarse a los nuevos retos, como la llamada nueva normalidad resultado de la pandemia de la covid-19; no sólo eso, son básicas para lograr la sustentabilidad hacia 2030 y 2050 y, así, hacer frente a los riesgos de la crisis climática y las emisiones contaminantes, dice Iván de la Lanza, gerente de Movilidad Activa en el programa de Ciudades en el World Resources Institute (WRI), México.

Una de las grandes lecciones de la pandemia ha sido que el gran confinamiento colapsó los viajes, afectando la movilidad en un 80% y sacó a relucir que el espacio de las ciudades, como está distribuido, no es suficiente para cubrir el distanciamiento social de modo sustentable.

Con la reactivación de las actividades, el regreso de la movilidad se está dando en dos vertientes, señala De la Lanza en entrevista; primero, más vehículos o viajes motorizados en auto particular y en motocicleta porque la percepción es de mayor seguridad y, en el otro extremo, andar en bicicleta y caminar.

El gran reto es reducir los viajes motorizados y bajar las emisiones, porque un aumento traería implicaciones serias en el incremento de fatalidades, pues más de 16 mil muertes al año son por mala calidad del aire a nivel nacional, principalmente niños y adultos mayores. A eso se suman los efectos tanto en los enfermos como los recuperados de coronavirus.

La segunda vertiente, agrega, se enfoca a la reducción de gases de efecto invernadero hacia 2030 y 2050 y, de acuerdo con los escenarios por sector, las ciudades pueden recortar el 90% de las emisiones.

Sin un sistema de transporte público, una ciudad no puede funcionar, por ello se requieren estrategia y recursos a nivel nacional para mover a una gran cantidad de personas de manera rápida, eficiente, costeable y segura.

Si bien no se quiere a todos en bicicleta, como ocurre en Copenhague, dice el especialista de WRI, se busca que en la nueva normalidad haya una movilidad activa y sustentable —caminar, bicicleta y monopatines, entre otros—, porque tiene beneficios económicos en la salud al prevenir enfermedades no transmisibles, como diabetes y obesidad.

La política de movilidad activa no está enfocada a viajes completos, sino como alimentadora de los grandes sistemas integrados de transporte.

Pero el recorte a los fondos públicos, como el Fondo Metropolitano, afectará la realización de proyectos de movilidad activa, como ciclovías.

Así, la nueva normalidad requiere de la participación de todos para respetar el distanciamiento social en el contexto de la covid-19 y de futuras pandemias, la justicia espacial, la eficiencia económica y la sostenibilidad ambiental. Por algo dicen que el futuro se construye ahora.

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