Logo de Excélsior                                                        

COVID-19: lo que la crisis climática debió enseñarnos

Lorena Rivera

Lorena Rivera

La pandemia del COVID-19 está dejando muchas lecciones, a pesar de que los brotes aún no bajan y, por el contrario, se expande rápidamente hacia más países.

La velocidad con la que se propaga nos tiene en vilo a todos. Y no es para menos.

Sin embargo, la pandemia está dejando varias lecciones que, ojalá, sean ciento por ciento aprovechadas, tanto por los gobiernos como por las sociedades en cada una de sus esferas.

Esas lecciones bien podrían aplicarse en el caso de la crisis climática.

¡Ojo!, es importante hacer dos acotaciones. Primera, el COVID-19 no es una enfermedad propiciada por la inestabilidad del clima o, por lo menos, aún no tenemos investigaciones científicas que digan lo contrario.

Y, segunda, de acuerdo con la evidencia disponible, la Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que, hasta el momento, “el virus COVID-19 se puede transmitir en todas las áreas, incluidas las de clima cálido y húmedo”.

Australia ilustra lo señalado. Ese país del hemisferio sur atraviesa el verano austral, con temperaturas muy cálidas —recordemos los incendios forestales causados por sequía y olas de calor— y, al momento de escribir, se tienen contabilizados 401 casos confirmados (entre ellos, los actores Tom Hanks y Rita Wilson, quienes se encuentran en cuarentena), seis muertes reportadas y 27 personas recuperadas.

La OMS agrega que, sin importar el clima, es decir, frío o calor, las personas deben adoptar “medidas de protección si viven o viajan hacia un lugar con casos de COVID-19. La mejor manera de protegerse es limpiarse las manos con frecuencia. Al hacer esto, elimina los virus que pueden estar en sus manos y evita la infección que podría ocurrir al tocarse los ojos, la boca y la nariz”.

Esta recomendación debemos tomarla como una de las lecciones del coronavirus y trasladarla al cambio climático.

Es decir, ambas son crisis y afectan a todos, pero las poblaciones vulnerables están más expuestas a sus efectos, por lo cual las acciones no deben tomarse a la ligera ni con lentitud.

Pero nos hemos tardado mucho en enfrentar el cambio climático y el COVID-19.

El primer brote fue detectado en Wuhan, China, epicentro de la enfermedad, y data de noviembre pasado, sin embargo, los médicos se demoraron un mes en notar más casos.

El doctor Zhang Jixian, jefe del Departamento de Medicina Respiratoria y de Cuidados Críticos del Hospital Provincial de Hubei, el 27 de diciembre informó a los funcionarios de salud de China que un nuevo virus causaba la enfermedad. Para entonces, ya había 180 personas contagiadas.

En la crisis climática, a la humanidad le ha llevado más de dos décadas comprender los alcances e implementar acciones.

Aun así, a sabiendas de sequías, olas de calor, inundaciones y deshielo de los polos, entre otros fenómenos relacionados, no se acelera el paso para evitar que las emisiones de gases de efecto invernadero sigan aumentando y el planeta se caliente más.

Las consecuencias son hechos y saltan a la vista, algunas son irreversibles.

Sabemos qué hacer para mitigar el calentamiento global, así como para evitar que la enfermedad continúe propagándose.

China y algunos países con mayor número de contagios y decesos, como Italia, Irán, España y Corea del Sur —los primeros cinco— tardaron en implementar las medidas necesarias.

En Italia ya estaba la alerta de la propagación de la enfermedad y no cancelaron actividades masivas.

Para cuando se dieron cuenta de la gravedad, ahora sí a las poblaciones se les ordenó confinarse en sus hogares.

Los contagios siguen contándose día con día, al igual que los decesos. Algunas naciones están siendo reactivas y otras no. Hay medidas muy laxas.

Pues así como epidemiólogos, infectólogos y otros especialistas médicos y autoridades de organismos de salud, como la OMS y la OPS, nos dicen qué hacer para evitar mayores contagios, lo mismo pasa con la crisis climática.

Los científicos del clima y de otras disciplinas asociadas ya nos dijeron qué hacer para descarbonizar las economías y los plazos para ejecutar acciones, antes de que sea tarde.

Pero hay reticencias y los golpes de la crisis climática ya son devastadores.

El Informe de Riesgos Globales 2020 del Foro Económico Mundial dice que el cambio climático es el principal peligro para la humanidad y para 2080 mil millones de personas podrían estar expuestas a enfermedades transmitidas por vectores (como los mosquitos) en regiones no afectadas, como Europa y África Oriental.

Además, el cambio climático tiene impactos sobre la economía global. Y el COVID-19, que llegó para quedarse, podría ser el “mayor peligro para la economía global”, de acuerdo con previsiones de la OCDE.

Si no aprendemos de lo que ya sucede y de sus costos, entonces no sé qué pueda hacernos entender. Negar el COVID-19 y la crisis climática, hoy, no tiene cabida.

Comparte en Redes Sociales