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Guten tag, Ramón

La Crítica

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Por Alonso Díaz De La Vega

A pesar de sus aciertos, Guten Tag, Ramón (2013) fracasa en su ejecución cinematográfica debido a un sentimentalismo extremo que ensucia su estilo con lugares comunes. Para combatir el prejuicio según el cual los alemanes son gente “fría”, el director y guionista Jorge Ramírez Suárez se vale de herramientas tan repetidas como el malentendido cultural que detona su producción. La fotografía  tiembla para estimular la tensión y el miedo, como la de Alejandro González Iñárritu en Amores Perros (2000), o se eleva para mostrar al protagonista, Ramón (Kristyan Ferrer), como un diminuto elemento del inmenso paisaje, desilusionado y empequeñecido ante un mundo enorme, inconquistable. La banda sonora es predecible y entrometida, pues no deja que la audiencia se conmueva por su cuenta de las tribulaciones de Ramón en un país desconocido, del que no imaginaba sus formas o su lenguaje. Describir la forma de esta película, pues, es hablar de un desastre. El guión, sin embargo, contiene en su simpleza destellos de humanidad que le dan a los personajes una riqueza inusual en este tipo de melodramas.

El miedo de Ramón y la presión de su abuela (Adriana Barraza) están escritos e interpretados con una honestidad reveladora que manifiesta ante la audiencia un par de presencias con caracteres complejos en los que nos podemos encontrar. Sin embargo, Ramírez Suárez no aprovecha este tema que mengua al aparecer la generosidad de Ruth (Ingeborg Schöner), una alemana retirada que le brindará a Ramón algo más que refugio y generosidad: cariño. El encuentro de estos dos solitarios culmina en la conversación que sostienen sin entender una palabra del otro. Ramón y Ruth comulgan no en el lenguaje de la palabra, sino de la emoción. Pero justo cuando Ramírez Suárez alcanza una grandeza emotiva que no depende de sus gastados elementos formales, decie utilizar la conversación para rogarle a su audiencia que no juzgue al pueblo alemán por su pasado. “Muchos odiaban a los nazis”, explica Ruth. La intención de la cinta se concreta en un instante de ignorancia e irrespeto por la tradición artística alemana que ha intentado exorcizar el nazismo mediante un examen de la atrocidad, la complicidad y la trascendencia de lo hecho ante la necesidad de un futuro. Ramírez Suárez hace un ejercicio incomparable con las hazañas de los alemanes Rainer Werner Fassbinder, Harun Farocki y Volker Schlöndorff. Un mexicano no tiene prohibido opinar sobre la catástrofe alemana, pero debería hacerlo con tacto. Ramírez Suárez se acerca —afortunadamente no alcanza— al revisionismo.

Cuando regresa a su intención original, la conmoción, Guten tag, Ramón vuelve al cliché que la resuelve como una especie de Qué bello es vivir (1946) para migrantes. Sin nada original o profundo que ofrecer, salvo por la imagen de una Alemania con gente tan compasiva como egoísta, similar a cualquier país del mundo, el filme se desvanece.

Dirige:

Jorge Ramírez Suárez. 

Participan:

Kristyan Ferrer

Ingeborg Schöner.

Adriana Barraza.

@diazdelavega1

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