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¿Las horas finales de la ONU?

Kimberly Armengol

Kimberly Armengol

Rompe-cabezas

Hace 75 años, el mundo soñaba con una organización que garantizara la paz y la seguridad internacional. Era una época idílica, donde la diplomacia brillaba y tenía un papel determinante al exterior y al interior de las naciones.

Aquellos hombres (en su mayoría varones, debido a la poca representación de las mujeres), eran héroes que, incluso, llegaron a ser tan poderosos y prestigiosos como presidentes o primeros ministros.

En 2020, en medio de una de las pandemias más terribles en la historia moderna, difícilmente podemos reconocer a estos personajes encargados de promover sus objetivos nacionales más allá de sus fronteras. Una exacerbación de nacionalismos donde poco o nada importa el bien común, ni siquiera como figura poética.

Lo mismo sucedió con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que pasó de ser la figura preponderante de la arena internacional a una ventanilla donde se recibe la buena voluntad y, a cambio, da un sello placebo para calmar las ganas de cambiar el mundo. La ventanilla de los ideales.

Hoy, el organismo internacional se encuentra en uno de los momentos más álgidos y controversiales desde su creación.

Un entorno internacional con una de las más profundas crisis económicas, las tensiones políticas globales en ascenso, Estados Unidos cuestionando de forma reiterada el multilateralismo, 80 millones de personas desplazadas (la cifra más alta de la historia) son sólo algunos de los pendientes.

Los compromisos de cambio climático fracasando, el conflicto sin fin en Siria; Oriente Medio continúa siendo el polvorín que fue desde la creación del organismo, flujos migratorios en condiciones lacerantes y crisis de derechos humanos. Una y otra incapacidad, una realidad que rebasa los simples deseos.

 

EL SISTEMA MÁS ANTIDEMOCRÁTICO DEL MUNDO

Un organismo con el objetivo de preservar la paz mundial no puede tener al consejo más antidemocrático del mundo: el Consejo de Seguridad. Un ente basado en el derecho de veto de los cinco socios más poderosos del orbe (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Rusia y China), que conforman este club de turismo burocrático.

Cinco naciones guiadas por sus intereses geopolíticos y económicos para determinar el destino de más de 193 naciones; un derecho de veto que sólo sirve para bloquear las decisiones más importantes y demostrar quién es el dueño del circo.

Siria, Irak, Kosovo, Yemen, Libia, Palestina, Afganistán, Ruanda o Somalia son sólo un ejemplo de las devastadoras decisiones del club de los poderosos. Hoy, la República Islámica de Irán es el más claro ejemplo de una intervención cruel e ilegítima frente a la incapacidad de la ONU. Respuestas tibias que son cómplices de la infamia contra los persas.

 

¿LA OMS?

El 2020 representó el más grande desafío para la Organización Mundial de la Salud derivado de la pandemia provocada por el SARS-CoV-2. Un reto que empañó los maravillosos esfuerzos de este organismo, sobre todo en las regiones en vías de desarrollo. Sus éxitos en la promoción de la salud en el continente africano no tienen comparación.

Lamentablemente, el coronavirus puso en evidencia que la OMS tampoco cuenta con un mecanismo para unificar esfuerzos y criterios internacionales en materia de salud.

Más allá de las conocidas diatribas de Donald Trump, la respuesta frente a la pandemia fue tardía y mediocre y sus acciones se han visto empañadas por el diferendo de Estados Unidos vs. China.

¿Será posible que este organismo enfrente otra y más letal pandemia? Lo dudo notablemente, aunque por el momento no tenemos a ningún mejor actor.

 

EL DESAFÍO DE LA ACTUALIDAD

Ciertamente, la ONU fue y es el esfuerzo de cooperación internacional más exitoso de la humanidad. Su aportación en materia de derechos humanos, derechos de los niños, esfuerzos por la infancia, acción frente a desastres naturales y objetivos de desarrollo del milenio renuevan la fe en el multilateralismo.

También es cierto que funciona con un modelo arcaico que tiene que cambiar con carácter de inmediato para que no se convierta en un objeto de ornato. Urgen reformas al derecho público internacional que contribuyan a la armonía internacional sin figuras hegemónicas que paralizan cualquier iniciativa sustentable a largo plazo.

 

POST SCRIPTUM

El Frente Nacional Anti-AMLO (FRENA) es un movimiento tan pequeño como extremista. Tan irracional como los grupos a los que se llamó despectivamente pejezombis, chairos o demás.

Están tan radicalizados que no sumarán a nadie a su causa, en el mejor de los casos, causan burla. Son la vuelta de 360 grados al lopezobradorismo irracional, extremos que se juntan en el absurdo.

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