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Las palabras

Juan José Rodríguez Prats

Juan José Rodríguez Prats

Política de principios

La realidad es refractaria a los discursos.

                Héctor de Mauleón

 

Hasta donde mi memoria y mis pesquisas alcanzan, ninguno de nuestros presidentes había ofrecido tanto, como lo hizo el nuevo Ejecutivo federal.

Llegó a hablar hasta del bienestar del alma, algo que no logro descifrar en qué consiste. Es difícil predecir cómo actuará un hombre con poder.

Lo primero es analizar las palabras, si están utilizadas correctamente, si son de posible cumplimiento, si hay congruencia entre actitudes, conductas, decisiones y resultados.

La demagogia y el populismo han existido siempre. Ya en Grecia y Roma se denunciaban casos que dañaron a los pueblos. En el siglo XX surgieron interesantes explicaciones, menciono algunas:

La navaja de Nolan: “No atribuyas nunca a la malicia lo que se puede explicar adecuadamente con la estupidez”.

La ley de Murphy: “Si algo puede salir mal, saldrá mal en el peor momento posible”.

La ley de Parkinson: “El trabajo se expande hasta ocupar todo el tiempo posible para su desarrollo completo”.

El principio de Peter: “La nata se monta hasta que se agria”.

Posiblemente, la condición humana en el poder sea el tema más abordado en todas las épocas. Cuatro obras excelsas: La divina Comedia, el Quijote, Hamlet y Fausto versan sobre la lucha permanente entre el bien y el mal, entre la realidad y el ideal, entre el egoísmo y el altruismo.

En América Latina, son recurrentes las historias noveladas de los caudillos. Ineludible mencionar a Barbara Tuchman (La marcha de la locura).

Partiendo de menos cero, Andrés Manuel López Obrador arriba a la Presidencia con más del 50% de la votación. Con denuedo y perseverancia ha acumulado un enorme capital político que está dilapidando desde hace unos dos meses, sobre todo con sus discursos al asumir el poder.

Esperaba intervenciones sensatas, conciliadoras, confiables, pero escuché —desde mi personal y partidista visión— peroratas y arengas, no discursos sobrios que transmitieran confianza y esperanza.

Forma parte de su mensaje el logotipo que utilizará su gobierno, que incluye a personajes de ideologías encontradas. Juárez y Madero, liberales, estaban con el ciudadano y buscaban frenar los abusos del poder.

Cárdenas pregonaba el nacionalismo revolucionario y su idea nuclear consistía en que el Estado está para proteger el interés general y, por lo tanto, mientras más atribuciones se le concedieran se fortalecía la soberanía y la justicia social.

López Obrador insiste en que por encima de la ley, nadie, pero al designar funcionarios sin los requisitos exigidos por las normas, está incurriendo en desacato. Además, muchos de sus nombramientos denotan un arraigado amiguismo.

Es un error hablar de fracaso de la reforma en materia de energía. Pretender que funcionen Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad, en un mercado competitivo y con las fallas monumentales de toda índole que padecen, es derrochar el dinero.

Tendrían que retornar a su condición de monopolios con un costo que no alcanzaría a cubrir el presupuesto federal.

La cancelación del Aeropuerto Internacional de México, en Texcoco, será una lucha de todo el sexenio. Si se buscaba fortalecer el poder político frente al económico, no
se hizo caso del sabio Tzun-Tzu, quien hace dos mil 500 años aconsejaba enfocarse en las batallas que se pueden ganar.

La congruencia dicta darle prioridad a la eficacia sobre la espectacularidad. Hay un recurso no renovable, el tiempo. Derrocharlo en las salas de espera de los aeropuertos, en las diarias conferencias de prensa y en las selfies cotidianas, es no tener noción de la mejor forma de gobernar.

Dado que se habla mucho del Benemérito de las Américas, acudo a la cita de Justo Sierra: “La vida de Juárez es una lección, suprema lección de moral cívica”. Por ahí hay que comenzar.

 

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