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El PAN 80 años (4)

Juan José Rodríguez Prats

Juan José Rodríguez Prats

Política de principios

El mejor legado panista es el legislativo

Juan Miguel Alcántara

 

Parlamentos, asambleas, congresos, cámaras, consejos, cortes, dumas, órganos colegiados, como quiera denominárseles, constituyen la pieza más compleja de una democracia, solía decir José Ortega y Gasset. La institución más difícil de ser eficaz y más escabrosa para explicar su utilidad.

El Ejecutivo ejerce un presupuesto, el Judicial juzga hechos, el Legislativo tiene como función prioritaria controlar el poder, darle calidad a la política, ser caja de resonancia de la problemática nacional; es el umbral entre sociedad y Estado. De su desempeño depende la supervivencia de la democracia. Es el mejor reflejo del nivel de cultura política de un pueblo. A pesar de sus grandes fallas y su desprestigio, es, como los otros órganos del poder, imprescindible.

Se decía, por su enorme relevancia en Francia, el Reino Unido y Estados Unidos, que el siglo XVIII fue el siglo del parlamento. Me atrevería a afirmar que el siglo XXI, por lo que estamos viendo, puede recibir similar denominación. En los dos últimos países, la confrontación Ejecutivo-Legislativo ha sido histórica. España e Israel se debaten en frustrados intentos para conformar gobierno. Perú se agrega al elenco, con gran vehemencia.

El meollo del trabajo parlamentario consiste en hacer converger representación y racionalidad, desnudar la verdad y asumir sus consecuencias. Ha sido una distorsión darle prioridad a su función de hacer leyes. Las iniciativas las hacen los juristas y las asambleas las legitiman y las difunden. Su función más importante es controlar el poder. Esto lo confirman las ejecuciones de Julio César (44 a.C.), Carlos I (1649) y Luis XVI (1793), por citar los casos más relevantes.

En México, no podemos presumir que nuestras Cámaras federales y locales hayan tenido un desempeño protagónico. Dejo para otra ocasión relatar los momentos relevantes. Ahora destaco la aportación del PAN.

Desde su origen, el compromiso panista fue impulsar la vía electoral y la división de poderes, como las formas más reiteradas, por ser exitosas, para arribar a la democracia. Se le denominó “mejorismo”. En palabras de Gómez Morin, el cambio gradual, y para José María Gurría Urgell, “la brega de eternidad”.

En 1943, el panista Carlos Septién, en el insufrible Colegio Electoral, defendió inútilmente la diputación ganada. Lo hicieron en 1946 Gómez Morin, González Luna y Herrera y Lasso en el también frustrado intento de defender sus casos en ese cuerpo colegiado. Sus alegatos forman parte de la rigurosa antología de los discursos pronunciados en el recinto parlamentario.

En ese año arribaron los primeros legisladores panistas. De entonces a la fecha, Acción Nacional ha tenido presencia en los órganos legislativos. Con altibajos ha sido, desde la oposición y desde el poder, el partido más consistente y más congruente en el debate parlamentario. Numerosas y destacadas intervenciones en ambas cámaras acreditan mi dicho. Un solo ejemplo, gracias al PAN se reconoció la deuda adquirida por el gobierno, el denominado Fobaproa. No quisiera imaginar cómo estaríamos hoy de no haber sido así.

Estoy convencido que nuestra apesadumbrada trayectoria hacia la democracia ha fracasado. El grado de descomposición de nuestra vida institucional es un síntoma claro de un Estado al punto del colapso, un Estado fallido.

El reto actual del Congreso y de los partidos políticos es saber discutir, hacerlo con madurez y responsabilidad. La necesidad de acuerdos y de un nuevo pacto parte de una necesidad urgente, de un principio fundamental, de la primera obligación del Estado: cumplir y hacer cumplir la ley.

2021 está a la vuelta de la esquina. Hoy más que nunca se impone reflexionar la política, rescatarla de la turbulencia y la confusión. El PAN, por su tradición y por su congruencia, debe estar a la altura de su deber, ojalá prevalezca su lema: “Por una patria ordenada y generosa”.

 

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