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Una dosis de olvido

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

La gestión de Alfonso Suárez del Real como secretario de Cultura de la Ciudad de México será recordada por su brevedad y por heredar un proyecto inacabado que queda a manera de anécdota. No importa que la historiadora María Guadalupe Lozada León –encargada del despacho desde el pasado 28 de julio–, intente dar continuidad a los pendientes. Sabemos que detrás de cada promesa siempre hay una dosis de olvido.

Es paradójico, pero el funcionario que apostó por “el derecho a la memoria” será invocado por una larga lista de pendientes y su huella se remitirá a tres momentos de dudoso éxito: el cambio de sede del Gran Remate de Libros (del Auditorio Nacional a la Plaza de la República); el gasto de 71 mdp en 14 festivales de música electrónica, reggae, hip hop, jazz, pop, en 2019; y su respuesta ante el conflicto que desató el atraso de pagos a talleristas, artistas y creadores, quienes se manifestaron afuera de Palacio Nacional, casi en plena Navidad, para ser escuchados.

Fueron ellos quienes sentaron a la mesa a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum y a Suárez del Real, quien vivió el día más oscuro de su administración cuando agachó la mirada y pronunció aquella frase que podría resumir una breve gestión de 19 meses: “Se me cae la cara de vergüenza y les ofrezco, personal e institucionalmente, una disculpa”.

En ese proceso, dijo que revisaría la operación de las empresas Viajes Premier y Zu Media, por incumplir con los pagos; prometió un esquema distinto para 2020, la revisión de un seguro de desempleo para artistas y la condonación del Impuesto Sobre Espectáculos Públicos (ISEP) para las artes escénicas de 2019. Pero todo quedó a medias.

En parte puede culparse al covid-19, pero también faltó voluntad política. No se olvide que él mismo aseguró que realizaría “un parlamento abierto para definir las políticas culturales en la capital del país”, pero eso tampoco o sucedió.

Pero hay más pendientes. Por ejemplo, su promesa de recuperar la vida cultural de los patios coloniales del Centro Histórico, la creación de un corredor cultural al norte de la ciudad y el mejoramiento del programa Ópera en el balcón, que él mismo desechó; y la fallida incorporación del Teatro del Pueblo al Sistema de Teatros de la CDMX.

No se olvide el abandono en que dejó el legado de Octavio Paz y el atraso en las aperturas del Cine Cosmos
—sigue al 75% de avance— y del Centro Cultural La Perulera, el rescate del Centro Cultural Abelardo L. Rodríguez y del Museo Papalote del Niño en Iztapalapa.

O la subutilización de la Casa Refugio Citlaltépetl, que se convirtió en un centro cultural más; la limitada operación del Instituto de la Defensa de los Derechos Culturales y la falta de solución al fallido Centro Cultural Ricardo Martínez, prometido desde 2008.

Y queda el inacabado concepto del Paseo de las Heroínas, un proyecto polémico con 14 esculturas de mujeres ilustres que incluye a Leona Vicario,  Margarita Maza de Juárez, Gertrudis Bocanegra, Josefa Ortiz de Domínguez, Sor Juana Inés de la Cruz, por mencionar algunas, para ser colocadas sobre Paseo de la Reforma.

De manera lúdica también se le podrá ubicar por su argumento en torno a una publicación sobre Victoriano Huerta que fue ilustrada con una fotografía de Francisco I. Madero: “Conmemoramos la renuncia de Huerta, El Chacal no merece ni una foto, su víctima sí”.

En diciembre de 2018, Suárez del Real llegó al cargo con un presupuesto histórico de 990 millones de pesos, 35% más respecto de años anteriores, pero en 19 meses de gestión su proyecto sólo levantó un poco de polvo. Quizá todo es cuestión de perspectiva, pero las palabras de los políticos siempre forman un empedrado de buenas intenciones. Es una lástima que esos caminos nos lleven a un callejón sin futuro y sin salida.

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