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Grandes esperanzas

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

La secretaria de Cultura, Alejandra Fraustro Guerrero, publicó ayer en el Diario Oficial de la Federación (DOF) su Programa Sectorial de Cultura 2020-2024, un documento sin espíritu, con señales cruzadas, que recupera los planteamientos de un discurso que padece Alzheimer y donde revuelve conceptos como: participación ciudadana, descentralización, cultura para la paz, rescate de la diversidad cultural…

Como siempre, todo muy bonito, todo muy azul, pero el documento sólo es un norte a voluntad, como lo definió ayer la propia Frausto: “Será una guía permanente de trabajo y un camino para seguir nuestras prioridades y objetivos”. Bajo esa idea, todo es relativo y este documento se adaptará a la realidad según convenga, sin el rigor obligado que exige un panorama sin fortaleza presupuestal. Ojalá esta carta de buenos deseos detallara los presupuestos por venir, tal como lo pide la Ley de Planeación, con alcances y montos desglosados.

Para colmo, en este ‘programa sectorial’ tampoco se incluyen los famosos vales de cultura, asentados en el artículo 8 de la Ley General de Cultural y Derechos Culturales, donde se indica que “la SC coordinará y promoverá el programa de asignación de vales de Cultura con la participación del sector social y privado, de las entidades federativas, de los municipios y de las alcaldías de la Ciudad de México, para incrementar el acceso a la cultura de los sectores vulnerables”. ¿Los volvieron a olvidar?

Y mientras Frausto promueve grandes proyectos y grandes esperanzas, el Instituto Sinaloense de Cultura (ISIC) pospuso nuevamente el fallo del Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen 2020, a causa del covid-19. La pandemia, afirmó ayer el ISIC, “ha obligado al gobierno del estado de Sinaloa a replantearse el ejercicio de recursos en todas sus áreas desde el primer trimestre de 2020 en aras de atender las consecuencias que ese flagelo ha provocado en la población”.

Reconoció que es una situación inédita en la historia del galardón y envió un mensaje a los concursantes: “A quienes deseen continuar participando, les informamos que los trabajos se encuentran en resguardo. Y a aquellos que quieran retirar sus trabajos, les haremos llegar sus originales tan pronto volvamos de la cuarentena”. Imagino que el ISIC no vive su mejor momento y, posiblemente, no progresará para 2021. Es claro que sin presupuesto no hay vanagloria. ¿A qué dedican el tiempo libre?

Hablando de los efectos colaterales de la pandemia, vale la pena recuperar la sugerencia del escritor y editor Rafael Pérez Gay, quien, el pasado 1 de julio en su columna Prácticas indecibles, pidió que se postergue o se suspenda la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), programada para el 28 de noviembre.

Tres días después, Marisol Schulz, directora de la FIL, reveló los tres escenarios y los protocolos sanitarios que se tomarían en cuenta en caso de realizarse dicho foro. Apostarían por eventos híbridos (virtuales y presenciales), túneles desinfectantes, una zona de aislamiento, médicos de guardia, desinfección rigurosa, cubrebocas obligatorios y una ocupación inferior a cinco mil personas de manera simultánea.

Y reveló la fórmula que utilizarían para definir el cociente de riesgo, sumando casos confirmados y decesos entre el número de días faltantes para la realización de la FIL, multiplicado por la densidad de ocupación. No lo comprendo bien, pero confío en no sólo piensen en el rescate de la industria editorial desde un foro de la esperanza que se antoja casi imposible.

Por cierto, hasta el momento Guillermo Quijas-Corzo, director de la Feria Internacional de Oaxaca (FILO), no se ha pronunciado sobre el tema. Ojalá que lo haga pronto y tome las medidas necesarias, pero desde una posición más realista.

 

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