Logo de Excélsior                                                        

Duelo y cenizas

Juan Carlos Talavera

Juan Carlos Talavera

Vórtice

 

Es fácil pasar de la euforia a la indignación en cualquier charla que verse sobre patrimonio cultural de México, porque el cofre de sus maravillas es de una riqueza inmerecida, el presupuesto para conservarlo es insuficiente y los funcionarios culturales casi siempre tienen la mirada puesta en las emergencias. Somos el familiar lejano que hereda un palacio, pero carece de recursos para tramitar las escrituras.

Baste un ejemplo. En una primera fotografía se aplaude la decisión de adecuar el Pabellón de la Reina Roja en Palenque, como sucedió el pasado 7 de marzo, pues el acto en sí mismo supera la tentación centralista de llevar el ajuar de la gobernante maya al Museo Nacional de Antropología, como sucedió con la Coatlicue (la de la falda de serpientes), la Piedra del Sol y el monolito de Tláloc que está afuera del recinto.

Sin embargo, seis horas después, a mil 322 kilómetros de Palenque, surgió una segunda instantánea cuando habitantes de Nurio, Michoacán, difundieron imágenes del incendio del Templo de Santiago Apóstol, ubicado en Paracho.

La escena impresionó a pocos y fue hasta el lunes por la mañana cuando se logró dimensionar el daño de un inmueble que contenía uno de los tesoros de la meseta purépecha, ejemplo de la arquitectura religiosa señalado como la catedral del arte novohispano.

La pérdida es total e irreversible y, en ese sentido, coincido con José Carlos Canseco, de El Caballito Conservación: la Secretaría de Cultura federal (SC) y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), encabezados por Alejandra Frausto y Diego Prieto, respectivamente, deberían asumir una “una postura definida, valiente, asertiva y responsable”, y convocar a expertos para reconstruir este tesoro reducido a cenizas.

Al mismo tiempo, creo que ambas dependencias deberían plantear medidas contundentes para prevenir la pérdida de este tipo de inmuebles en todo el país; hacer un inventario con edificios en riesgo y evitar otras afectaciones catastróficas. De menos se esperaría la revisión de otros templos novohispanos en la entidad, como la Capilla de la Inmaculada Concepción, La Huatápera, o la Iglesia de Santiago Apóstol Tupátaro. De momento, los expertos calculan que al menos 10 recintos de la zona deberían ser estudiados por el INAH y no esperar hasta el próximo incendio.

Pero no, en este momento los funcionarios están más ocupados en vivir el duelo, golpearse el pecho y revisar las cenizas. Después, tomarán todo con calma y dirán que es un tema sensible y complejo en estos espacios insignes de custodia compartida donde la comunidad tiene un trabajo muy importante. Amén.

Baste recuperar lo que dijo ayer Frausto sobre el tema: “Estamos consternados y dolidos por la tragedia de la catedral de arte novohispano purépecha de Nurio (…) El papel de las comunidades es toral para saber qué va a pasar una vez que se tomen estas decisiones comunitarias en asamblea. Por nuestra parte, (estará) nuestro acompañamiento, nuestro compromiso para apoyar lo que se resuelva (…) Ahorita estamos acompañando ese duelo, ese réquiem que se podría entender en estos momentos, ahí tenemos trabajo con orquesta y coro, que se decidió en asamblea hace años. Vamos a estar ahí con ellos para lo que se decida hacer”. Lo dejo a su interpretación.

Vayamos con calma. Hoy pueden dedicarse a atender la situación de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), que realizará una marcha en el MNA para exigir “un alto a la cancelación de 100 materias optativas”. La siguiente semana pueden avanzar un poquito más en los inmuebles afectados por los sismos de 2017, y el 18 de marzo arrancar (espero) los trabajos en la iglesia de la Santa Veracruz. Otro día volveremos a las subastas. Y así, la cosa es calmada porque siempre hay más tiempo que presupuesto.

Comparte en Redes Sociales

Más de Juan Carlos Talavera