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Sucesos septembrinos

Juan Carlos Sánchez Magallán

Juan Carlos Sánchez Magallán

Con sobriedad republicana, el presidente Andrés Manuel López Obrador, ante 130 mil asistentes, realizó el tradicional Grito de Independencia, iniciado en 1810 por Miguel Hidalgo en la madrugada del 16 de septiembre y cambiado por Porfirio Díaz a la noche del 15 de septiembre de 1896, por ser su santo y cumpleaños, “caprichos del poder”, estimado lector.

Sin excesos de seguridad, austeramente se desarrolló el evento en un ambiente de alegría y sana convivencia, como en años no se veía. Recordemos el monumento a la corrupción, la Estela de Luz, que Calderón construyó sobre Reforma, o la monumental estatua con cara de Colosio, Stalin o el general Argumedo, erigida en el Zócalo con motivo del bicentenario, sin mediar explicación alguna, “Fuegos fatuos del poder”, ya no se observaron aquellas plazas de las capitales de los estados semivacías, consecuencia del miedo de la gente para no ser víctima de la delincuencia organizada. Pareciera que están funcionando los llamados de AMLO para que no lastimen a la sociedad. ¡¡¡Ojalá!!!

Hablando de daños, mañana se conmemoran dos grandes sismos que nos han enlutado, el de 2017, que mostró la indolencia, ineptitud y corrupción del gobierno de la CDMX y su titular, dedicados a resolver su futuro personal y familiar, como ya lo hemos denunciado, heredando a Claudia Sheinbaum una “bomba social”, pues la mayoría de los cientos de damnificados aún no recuperan “el techo perdido”, o qué decir de los propietarios de los más de tres mil inmuebles con daños estructurales, donde sólo 430 tenían pólizas de seguro contra daños por terremotos y que, por cierto, en muchos casos, se han negado a pagar las aseguradoras.

¿Dónde está el Atlas de Riesgos de las 17 mil edificaciones públicas y privadas? Los simulacros deben realizarse obligatoriamente cada mes, como mínimo, en escuelas, hospitales, oficinas; incluido el Sistema de Transporte Colectivo Metro. A dos años del sismo de 2017 y a 34 de los de 1985, no existe un catálogo de inmuebles de la CDMX que clasifique su edad, grados de resistencia, tipos de construcción y dictámenes emitidos por los directores responsables de obra (DRO) certificados por los colegios de ingenieros y, de esta manera, advertir a sus habitantes el grado de riesgo en el que se encuentran y notificar a sus propietarios la orden de rehabilitación o demolición por constituir un riesgo público y notorio para la sociedad.

¿Ya revisaron las salidas de emergencia y las escaleras de todos los lugares públicos, incluidos antros, teatros, bares, restaurantes, centros comerciales, plazas públicas, parques de diversión, hoteles, baños, cantinas, etcétera?

Los sismos de 1985, donde perdieron la vida, según datos oficiales, tres mil 692 personas, 10 mil estimó la Cruz Roja y las ONG 20 mil, sin experiencia alguna, con excepción del sismo de 1957, que derribó la estatua del Ángel de la Independencia, provocaron una cultura de protección civil; alertas sísmicas, simulacros, salidas y escaleras de emergencia, señalización y equipos, restricciones para las nuevas edificaciones, con estudios rigurosos de mecánica de suelos, surgió Protección Civil en la Segob y en los estados y municipios del país, los niveles de coordinación de las entidades públicas, incluido el Ejército con su Plan DN3 para declaratorias de desastre en caso de contingencias, siniestros y emergencias.

Sobradas experiencias hemos vivido con inundaciones provocadas por huracanes, ciclones y el desbordamiento de ríos y presas del país, con ciudades y poblaciones incomunicadas por estos fenómenos de la naturaleza. México es un país altamente sísmico, con varios miles de baja intensidad al año.

¿Basta un simulacro para decirle a la gente que debe salir a la calle a los puntos de encuentro sin gritar, empujar y sin correr? ¿Es esto suficiente? ¿O no, estimado lector?

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