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Saber ser gobierno y saber ser oposición

José Elías Romero Apis

José Elías Romero Apis

Bien por el país que logra consolidar un buen gobierno. Y, mejor aún, el que además de un buen gobierno logra tener una buena oposición. Esos dos factores cierran el perfecto círculo virtuoso de la buena política nacional. La elevada, la refinad ay la eficiente.

En los países-realidad, la pareja ideal es tener buen gobierno y buena oposición. Lo catastrófico es que ambos sean pésimos. Lo intermedio es que sólo sirva uno de ellos. Si el gobierno es muy eficiente, no es tan grave la impotencia de la oposición. Pero si el impotente es el gobierno, la única salvación reside en la oposición.

La oposición es, incluso, de lo mejor que puede tener un gobierno. Ella lo impulsa ante sus negligencias, lo contiene ante sus excesos y lo guía ante sus extravíos. Es el mejor motor, el mejor freno y la mejor contraloría del gobernante. Le da lo que, muchas veces, no le surten ni los leales, que suelen disimular los defectos, ni los serviles, que suelen vitorearlos. Le informa de lo que él no advierte o de lo que no previene. Es el vigía de mástil que le avisa si viene la tormenta, el iceberg o el enemigo.

Pero este binomio tiene dos amenazas que lo ponen en riesgo. Una es que el gobierno quiera aliar a la oposición. Que pretenda acuerdos para transformarla en simple colaboradora, privándola de ser opositora. La otra es que la oposición no sea recia o inteligente, bien por dispersión, por desorganización o por distracción. Ese es el peligro que, al mal gobierno, se sume la mala oposición.

En términos objetivos, México es de los países de política civilizada y lo incluiría entre los únicos 30 que lo son en todo el planeta. Goza de instituciones sólidas, de democracia efectiva, de libertades confiables y de una buena clase política, quizá la mejor del subcontinente. Además de problemas por resolver, tenemos las vías para hacerlo. No estamos en un paraíso, donde el gobierno no cuenta porque todo está resuelto y no hay nada necesario por hacer. Ni estamos en un infierno, porque nada se pueda resolver y todo sea imposible de hacer. Pero México no es un país-tugurio ni un país-palacio.

Sin embargo, hoy enfrenta problemas estructurales de muy alta factura. Su inseguridad ha sido incontrolable. Su desigualdad ha sido insoportable. Su corrupción ha sido inaceptable. Por si fuera poco, existen los primeros avisos de riesgos de la ingobernabilidad y de la inestabilidad

La alarma mexicana de hoy en día es que estamos al borde de un abismo o, por lo menos, de una zanja. Si no decidimos bien, el futuro gobierno pudiera acusar fuertes dosis de impotencia, pero la oposición revelaría grandes cuotas de ineficiencia. Que el gobierno se aparte de los necesarios factores de efectividad y de gobernabilidad, cualidades indispensables. Que la oposición abandone la denuncia y la propuesta, instrumentos insustituibles.

Las causas generatrices de ello se saben de sobra. Los gobiernos del PAN, PRD y Morena se adivinan inexpertos e improvisados. No cuentan con aquellas memorias, buenas o malas, que se llaman experiencia. No tienen los manuales, de aquellos no escritos, que le dan al gobernante la guía de solución para cada trance. De esa manera, pueden cosechar el reproche y la desilusión. A ello, pueden contestar con el enojo y la desconfianza.

Frente a ello, la oposición priista suele presentar, a su vez, mucho de inhábil y desmañada. No ha aprendido a denunciar con acoso y constancia. Le parece poco elegante el ser insistente. Tampoco ha formulado la propuesta concisa y atrayente. Todo lo propone con el diseño de fondo. Lo sencillo le parece ligero. En ciertos momentos ha preferido la alianza con el gobierno que con los otros opositores.

Debemos tener cuidado con el futuro. La oposición venidera no se adivina inteligente y recia. El futuro Congreso legislativo no tendrá una composición que nos prometa mucho. Eso fractura el primer bastión de la oposición. El segundo son los partidos, pero éstos han perdido casi todo, excepto su dinero. Sobre todo, han perdido su autoridad moral, que es el cetro de su reinado opositor. Sin ella y sin poder, no son nada. Las únicas trincheras de oposición serían la prensa y las universidades. ¡Cuidado… mucho cuidado!

Esa es la resultante del desaguisado. Unos partidos no han sabido convertirse en verdadero gobierno y otros no saben qué hacer cuando no son gobierno. Claro está que no hay mal que dure cien años ni pueblo que los aguante. Por eso, al frente sólo está la alternativa de la lógica.

 

Presidente de la Academia Nacional de México

w989298@prodigy.net.com

 

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