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#Sí por México y la crisis de la oposición

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

Un grupo de organizaciones civiles y patronales, líderes empresariales, como Gustavo de Hoyos (Coparmex) o Claudio X. González, y políticos con añeja trayectoria en partidos, lanzaron Sí por México con el que pretenden desafiar a Morena en las elecciones de 2021. Su intención es que la oposición se les sume para armar un frente electoral antiAMLO que le arrebate la mayoría en el Congreso y frenar así el hiperpresidencialismo en la segunda mitad de su sexenio. La estrategia es ofrecer una supuesta “ciudadanización” de la política, aunque se trata de una fórmula gastada que antes no logró evitar la crisis de los partidos y dejar el mal sabor de boca de la simulación.

En efecto, la fórmula no es nueva, otra vez las viejas cúpulas partidistas, ahora abiertamente acompañadas de elites empresariales, confían en revestir la imagen deteriorada de la política con aires frescos de una ciudadanía que irrumpa en la vida pública y aglutine la inconformidad contra la Cuarta Transformación. Parten del supuesto de la ciudadanización como dote de purificación de los partidos, como ya ocurriera con el Frente Ciudadano por México, en 2018, del PAN, PRD y MC, y que no les sirvió para parar al otro no partido (movimiento) de Morena.

Esa receta primero se aplicó en los 90 para legitimar órganos autónomos que el Estado autoritario no podía realizar con credibilidad, como en la CNDH y el INE, aunque acabó por ser secuestrada por los partidos en repartos de “cuates y cuotas”. Luego la ciudadanización se llevó a la política para lavar el rostro de candidatos con pocas credenciales democráticas, a apellidar partidos y plataformas electorales como el sésamo para alcanzar un electorado cada vez más lejano. La política se embozó con ese adjetivo hasta nariz y ojos para ocultarse de ciudadanos tan imaginarios como su capucha.

Algunos autores de aquella fórmula después la usaron para rescatar el sistema de partidos que, finalmente, colapsó en las urnas en 2018. La estrategia fracasó porque los partidos trataron de ocultar sus omisiones en representaciones fingidas o imitaciones publicitarias. Y que, contrario a sus objetivos, acabó por abonar a la crítica del plagio de la política y la simulación institucional del discurso de López Obrador. Su repetición ahora con Sí por México ilustra la falta de lectura política del castigo electoral y el triunfo de Morena, con el agravante de que ahora lo tripulan exponentes de añejos litigios con López Obrador como el golpe del desafuero y líderes empresariales que fracasaron en frenarlo con campañas publicitarias del peligro para México o la amenaza venezolana.

La nueva iniciativa es vehículo de viejos enconos por el poder, que la 4T ahora aprovecha para provocar a ese enemigo de pulsiones autoritarias que necesita colgar a una oposición desdibujada y desorientada, sin nuevos liderazgos ni una narrativa capaz de disputarle la agenda. Así recibió López Obrador la aparición de “estos conservadores de doble moral; son hipócritas. El papá (de Claudio X. González) en el 2006 declaró que si ganábamos no querían verse en la necesidad de hacer lo que se hizo en Chile en 1973 con el derrocamiento de Allende”, mientras exhibía coincidencias del logo de Sí por México y otro utilizado por el dictador chileno.

Sí por México se presenta envuelto en imágenes y gráficas publicitarias elitistas, con exponentes poco representativos y una narrativa periclitada que no logra deshacerse de la defensa del statu quo, aunque en el discurso trata de desmarcarse porque “no queremos regresar a lo de antes”. Pero en lo que sí dicen querer hay una lista vaga de buenos propósitos que ya se ha escuchado en el pasado sin demasiado eco hoy en la ciudadanía excluida que buscan movilizar, otra vez desde arriba.

De sus planteamientos, sin embargo, no acaba de emerger esa ultraderecha que azuza la 4T como el adversario que necesita para justificar un estilo de gobierno unipersonal y la concentración de poder en la presidencia.

El problema es que no llega, no acaba de aparecer, por más que el Presidente advierta del peligro de los radicales, aunque en sus mofas al Freeena1 o al frena2 o la BOA delata su frustración por tener que mantenerse a la espera hasta que el desgaste le abra la puerta.

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