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CDMX al “rojo vivo”

José Buendía Hegewisch

José Buendía Hegewisch

Número cero

El gobierno de la CDMX es una olla a presión por la lumbre de contagios y el colapso hospitalario, con más de 5 mil camas ocupadas por covid. El aire comprimido, sin embargo, comenzó a escapar el fin de semana luego del acoso del gobierno federal por evitar el cierre de la ciudad, aunque llega tarde para controlar el rebrote con el nuevo semáforo rojo. La decisión política estaba frenada por el temor a que se leyera como el fracaso de la estrategia centralizada en la Presidencia. El peor escenario se vislumbraba en las últimas semanas en los llamados de Claudia Sheinbaum para advertir de la gravedad de la pandemia, pero con mensajes elusivos por la sujeción a la orden de aguantar un nuevo confinamiento. El color del semáforo lo define el gobierno federal, pero otra vez el contagio rebasó la voluntad de cuidar la economía y el retraso de medidas radicales deja a miles de personas al “rojo vivo” en la capital y en el Edomex que están siendo devastados por el virus. La realidad nuevamente se impuso sin un mensaje claro para anticiparse a ella.

La situación en el Valle de México es un ejemplo de que los mayores fracasos en su manejo se deben a una comunicación confusa del gobierno federal con un falso optimismo por la vacuna. La capital ha tenido que tragar sapos para distanciarse de los malos mensajes, como desestimar el uso de cubrebocas o rechazar el uso de pruebas, a la vez que mantener la subordinación política con el Presidente y el operador de su estrategia, López-Gatell.  La gravedad de la emergencia demuestra que ésta no puede ser contenida por la política o la ideológica ni sólo por un enfoque económico porque termina por socavar todo. Es claro que la economía está muy afectada, pero retrasar las medidas sanitarias tampoco la beneficiará ni evitará la imagen de fracaso que querían ahuyentar.

Lo más grave de la experiencia de CDMX es que la politización de la incertidumbre impide un debate claro sobre la responsabilidad del plan anticovid, que se diluye en las fronteras brumosas de la coordinación con el gobierno federal. Un día Sheinbaum tenía que hacer malabares para no decretar semáforo rojo, a pesar de la saturación hospitalaria, y al siguiente defender su autonomía en la toma de decisión, aunque subrayara su respeto hacia López Obrador, mientras se dejaba a los ciudadanos la responsabilidad de cuidarse y protegerse. No ocurrió así y hoy el reto es mayúsculo para un gobierno que, paradójicamente, se había destacado por su mayor apego a la ciencia con pruebas de detección temprana y refutar en los hechos afirmaciones espurias, como la intrascendencia del tapabocas. Pero no le alcanzó para cambiar el mensaje presidencial y concientizar a la ciudadanía para evitar que la capital cayera.

No deja de sorprender que el debate público sobre la pandemia se haya concentrado en los desacuerdos con los estados de oposición o la sujeción acrítica de entidades afines al gobierno federal, incluso, sobre el uso de la vacuna con fines políticos. Un acierto en el nuevo confinamiento es la coordinación con el Edomex, donde también se permitió que el problema corriera sin freno en los municipios conurbados con la capacidad hospitalaria saturada desde hace más de una semana. No es posible estimar el costo en vidas por este retraso, pero sí que la politización de la tragedia no ha jugado a favor de la necesidad de evitar las más posibles cuando el país supera el cuarto lugar con más decesos en el mundo.

Sin haber sabido cómo enfrentar las incógnitas de la covid y ahora una incierta campaña de vacunación mundial, el nuevo confinamiento vuelve a sumir a la capital y otros 6 estados en camino de seguirla en el desconcierto. Si se ofrecieron señalizaciones que se eludieron y se abandonó la idea de que sería “imposible” otro cierre por afectaciones económicas y sociales, ahora no parece extraño que el estado de ánimo sea de desorientación y perplejidad. ¿Qué se ha hecho bien y qué no?, no se puede llegar a dar en el blanco con oscilaciones y rodeos ni crear optimismo artificial, se requieren mensajes claros y un debate abierto a otras posiciones. Ésta es la mayor lección para el segundo confinamiento en el Valle de México.

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