Logo de Excélsior                                                        

Sí sabemos qué pasó en Ayotzinapa

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

           Nada hay más injusto que

           buscar premio en la justicia.

           Ciceron

 

A cuatro años de los hechos de Ayotzinapa son muchas las cosas que ocurrieron esa noche que todavía faltan por esclarecerse completamente. Algunas de ellas, probablemente, nunca las sabremos porque además predominan los vacíos, las mentiras, las especulaciones y los intentos de manipulación.

En los próximos días divulgaremos una extensa investigación sobre lo que sí se sabe de lo ocurrido esa noche en Iguala con los estudiantes de Ayotzinapa, sobre las dudas que existen y sobre las incongruencias de quienes han hecho de un crimen brutal e inadmisible, un instrumento político, en ocasiones hasta violentando el sentido común y ejerciendo, también, una violencia inaceptable.

Por supuesto que el gobierno y el Estado mexicano se equivocaron en muchas cosas, una de ellas en no haber hecho responsables en forma inmediata al entonces gobernador Ángel Aguirre y al círculo político del presidente municipal José Luis Abarca y su esposa María de los Ángeles Pineda, hermana de los líderes de los Guerreros Unidos y ella misma una de las principales cabezas de esa organización criminal, ella misma cercanísima, además, al gobernador Aguirre.

Más adelante seguiremos con el tema, por lo pronto, quisiera adelantar parte de las conclusiones de esa investigación.

“Los jóvenes de Ayotzinapa fueron secuestrados por policías municipales, entregados por éstos a sicarios del cártel Guerreros Unidos. Fueron asesinados y la mayoría de ellos (entre 17 y 19, seguramente) incinerados en el basurero de Cocula. Las cenizas fueron arrojadas al río San Juan. Los narcotraficantes pensaban que los jóvenes eran parte de un ataque del cártel de Los Rojos contra su plaza. Las autoridades de Iguala, Cocula y otros municipios estaban coludidas con el narcotráfico. También algunas autoridades estatales, así como algunos estudiantes y dirigentes de la propia normal. La gran mayoría de los jóvenes asesinados, de primer ingreso, fueron sacrificados sin siquiera saber por qué perdían la vida.

“El exterminio de los jóvenes no fue diferente a la forma en que han actuado esos grupos criminales antes y después de la noche de Iguala, el 26 de septiembre de 2014. No existe una sola prueba en contrario que niegue esta sucesión de hechos. Las versiones de que el responsable del crimen fue el Estado no tienen fundamento alguno. Las razones esgrimidas para responsabilizar a los grupos criminales que controlan el comercio de heroína en la entidad y que se disputan el territorio no sólo son verosímiles, sino verídicas. Los asesinos materiales e intelectuales han reconocido su crimen, la forma y las circunstancias en que se cometió.

“Las acusaciones de que pudo ejercerse la tortura sobre alguno de los detenidos no invalida la declaración de los propios sicarios, que en las grabaciones e imágenes que hemos divulgado no muestran signo alguno de tortura. Los testimonios de todos los sicarios involucrados coinciden casi plenamente. El asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa es uno de los eventos más crueles que hemos sufrido, consecuencia de una década de violencia del narcotráfico, que ha generado decenas de miles de víctimas.

“No fue un crimen político, fue la consecuencia de la corrupción, la violencia y la impunidad con que actúan las fuerzas del crimen organizado y de su complicidad con autoridades municipales y estatales. Alegar que fue el Estado el responsable de esos crímenes injustificables es una forma de asumirse como cómplice de los criminales, otorgarles una coartada para quedar impunes y alejar, cada día más, la posibilidad de hacer justicia. Una justicia que esos jóvenes sacrificados por el crimen merecen y que no se les puede negar”.

Y la próxima administración tendría que recordar, sobre todo, ahora que estamos tan cerca de conmemorar 50 años de la matanza del 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas, que si no se aceptan los hechos comprobados sobre lo realmente sucedido y se da crédito a las especulaciones y teorías de la conspiración, se corre el serio peligro de terminar heredando una tragedia que de esa forma nunca podrá tener un cierre, una salida, política, social y humana.

LA PRENSA FIFÍ

Las intervenciones, primero de Epigmenio Ibarra y luego del próximo vocero presidencial Jesús Ramírez Cuevas, sobre los medios en el foro organizado por la bancada de Morena en San Lázaro son, sencillamente, lamentables. En el caso de Epigmenio, calificando a los medios que lo han hecho tan exitoso profesional y, económicamente, como los “enemigos” que “nos quieren destruir”, no deja de ser una opinión personal, aunque representa al ala dura del morenismo, con influencia en esa fuerza política y en el propio presidente electo. En el caso de Jesús es incomprensible en alguien que será el encargado de la relación de la próxima administración con los medios de comunicación. Me quedó con la Rayuela de ayer en La Jornada que lo dice mejor que nadie: “No hay mayor ciego que quien no quiere ver. Asombra que el portavoz de AMLO haya dicho lo que dijo en la Cámara. Para sonrojarse”.

Comparte en Redes Sociales