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Se protege la democracia o se apoya golpistas

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La debacle de Trump parece ser insondable: se desgrana de funcionaros lo que queda de su gobierno, se quedó sin redes sociales, los principales responsables de la toma del Capitolio han sido detenidos, existen un sinfín de casos judiciales en su contra, que van desde temas fiscales hasta abusos sexuales, que se activarán el mismo 20 de enero cuando deje la presidencia. Se enfrenta a una solicitud de juicio político que no prosperará porque no alcanzará a tener los votos suficientes en el senado, pero que lo que busca es desactivarlo para el 2024 (algo que muchos republicanos comparten). Y, sobre todo, ha perdido el apoyo de las fuerzas militares, los organismos de inteligencia y de seguridad que lo ven como un instrumento de fuerzas externas.

 En las últimas semanas del gobierno de Richard Nixon, cuando el presidente estaba desquiciado y paranoico por las acusaciones del caso Watergate, en estado alcoholizado buena parte del día, el entonces secretario de Estado, Henry Kissinger, y los dos principales mandos militares, el secretario de Defensa, James Schlesinger, y el jefe del Estado Mayor Conjunto, Alexander Haig, tomaron la decisión de que no aceptarían la orden de ninguna medida militar desesperada de Nixon, sobre todo si había una alerta nuclear;  si el presidente decidía iniciar una acción militar contra cualquier país, esa orden sería desoída hasta que ellos tres la aprobaran.

No era un desacato, simplemente consideraban que, en esos días previos a la renuncia, el presidente, literalmente, no estaba en sus cabales. Dicen que en esta estrambótica despedida, Trump tenía en sus planes realizar un ataque sorpresa contra Irán. Luego de lo ocurrido en el Capitolio y ante el pedido explícito de Nancy Pelosi de que se le quitara el control sobre el llamado botón nuclear, esa posibilidad no puede ser descartada, pero todo indica que Trump, como personaje de García Márquez, está solo, abandonado y sin ningún apoyo en la Casa Blanca, no tiene quien le escriba y la única duda es qué día la abandonará y a dónde se irá.

Todo esto viene a cuento también para insistir en una idea: los ejércitos y sus jefes no son simples instrumentos políticos de los mandatarios en turno, por lo menos no cuando se asientan en andamios democráticos.

Tampoco pueden serlo instrumentos como las redes sociales cuando se les pretende poner al servicio de un autogolpe de Estado, como hizo Trump. No se trata de coartar la libertad: muchas leyes en cualquier democracia lo hacen priorizando el bien común y el beneficio social, de lo que se trata es de no darle instrumentos a quien está proponiendo la destrucción de las propias instituciones democráticas.

Haberle quitado esos instrumentos a Trump, a la ultraderecha racista y violenta, es una forma de hacer respetar la ley, lo mismo que sacar de las principales redes sociales, la red Parler, creada para dar cauce a esas voces. No se trata de coartar libertades, se trata de proteger a la sociedad de grupos y personajes que conspiran contra ellas.

Con un componente adicional: muchos de esos movimientos están manejados desde servicios de inteligencia externos: así ha ocurrido con la injerencia rusa en los comicios de 2016 en Estados Unidos, pero también en el fallido referéndum por la independencia de Cataluña, en el apoyo al Brexit en Gran Bretaña o las últimas elecciones francesas, operando en favor del Frente Nacional.

Para algunos, Julian Assange es un ícono del periodismo, aunque Assange no fuera periodista, para otros es simplemente un hacker que se metió en los sistemas de seguridad e inteligencia de Estados Unidos en forma ilegal y como parte de una operación de inteligencia manejada externamente para divulgar secretos que pusieron en riesgo a personas, instituciones y políticas.

El ofrecimiento de otorgarle asilo en México es un despropósito que debe ser medido desde esa perspectiva. Y que no deja de ser parte de una insensata política de ruptura y alejamiento con el gobierno de Joe Biden, previendo quizás las diferencias profundas que existirán con la administración demócrata en temas como la seguridad, el medio ambiente, el tratamiento de la pandemia y la vacunación, en el ámbito laboral, la energía y muchos otros.

Esa es una realidad, y ponerse de lado de Trump en toda esta historia y en contra de los esfuerzos por defender las instituciones democráticas es y será muy costoso para la administración federal y para el país.

Como lo son muchas otras medidas, incluyendo una mentirosa austeridad: el incendio en el cerebro de manejo del Metro en la CDMX se debió a falta de mantenimiento en los equipos: esa es la razón por la que los transformadores arrojaran aceite. Se pidieron seis mil millones de pesos para el mantenimiento de esas oficinas e instalaciones y se negaron en el presupuesto 2021 por la supuesta austeridad. Los costos a pagar serán mucho más altos. Lo mismo pasa con muchas otras instalaciones e infraestructura, mientras se dilapida el dinero en proyectos que no son ni serán económicamente viables, como el tren Maya y la Refinería Dos Bocas.

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