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Santa Lucía y NAIM: volando bajo

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Como habíamos adelantado, el gobierno federal ha logrado abrir el camino para la construcción del aeropuerto de Santa Lucía recurriendo a la alternativa que le habían propuesto desde la Secretaría de la Defensa Nacional: definir esas instalaciones como un proyecto de seguridad nacional, lo que invalida los amparos logrados por la asociación No más derroches.

Pero la resolución judicial ha tenido un matiz que no se esperaban en el Ejecutivo y que tiene todo el sentido del mundo: obliga al gobierno federal a preservar las obras realizadas en el Nuevo Aeropuerto Internacional que se canceló en Texcoco y que ya tenían un alto grado de avance. Para el secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú, eso es una “barbaridad” porque invalida la genial idea del gobierno federal: inundar toda la zona, destruir esas obras para que, como dirían los clásicos, no quedará huella de una infraestructura imprescindible para el desarrollo del país, aniquilada por una decisión eminentemente política.

Por ende, el gobierno federal podrá construir Santa Lucía y el presidente Andrés Manuel López Obrador dice que lo hará en tres años. No queda claro cuál es el proyecto ejecutivo de la obra; no existe, por lo menos no es público, el estudio aeronáutico que permita la operación conjunta de Santa Lucía, el actual aeropuerto y Toluca (el sistema tripartito que se propone operar para toda el área metropolitana); no hay estudio de impacto ecológico ni tampoco de las vialidades e infraestructura que se deben construir para darle viabilidad al nuevo aeropuerto.

Los responsables de su construcción en la Defensa Nacional aseguran que están en perfectas condiciones para hacer esa obra y es verdad, pero también aclaran que ellos se encargarán de la construcción y el diseño arquitectónico, del proyecto en tierra, pero que es la SCT y otras instancias civiles las que deberán obtener los permisos y establecer las rutas aéreas.

Si partimos del principio de que los aeropuertos se construyen del cielo a la tierra, en el proyecto de Santa Lucía está faltando lo más importante: el modelo de rutas aéreas y aproximaciones que hagan viable, seguro y eficiente el proyecto de tres aeropuertos propuesto y del que se encargaría una empresa francesa. La consultora internacional Mitre, la más importante del mundo, por la que se rigen las grandes aerolíneas y aeropuertos internacionales, ya ha explicado que la operación de Santa Lucía y el actual aeropuerto sería muy compleja, ineficiente y que para hacerla operable se tendrían que disminuir la frecuencia de vuelos a un nivel menor, incluso, al que tiene sólo el actual aeropuerto.

La decisión judicial de preservar las obras del NAIM permiten, si el proyecto de Santa Lucía fracasa o resulta inviable, preservar también la posibilidad de terminar Texcoco, incluso con las múltiples variables que se presentaron y que fueron sistemáticamente rechazadas. Inundarlo y de esa forma impedir que en el futuro esa alternativa tuviera viabilidad es, eso sí, una verdadera barbaridad.

Como lo es mantener el avión presidencial en un hangar en Estados Unidos sin volar, con un alto costo de mantenimiento y sin compradores a la vista, asumiendo, además, que ese avión todavía se está pagando vía un fideicomiso. Ayer, dijo el presidente López Obrador que hay una empresa interesada en el avión. No dijo cuál ni cuánto ofrece, pero lo cierto es que todas las ofertas que se han hecho hasta ahora están muy por debajo de su costo y de lo que alguien le dijo al Presidente que podría obtener vendiendo el avión presidencial.

Hay que insistir en un punto: la concepción y la estrategia que tiene el gobierno federal sobre el espacio, la movilidad aérea y la infraestructura aeroportuaria, es casi decimonónica, premoderna.

No se entiende la importancia económica y estratégica de los grandes y nuevos aeropuertos, de la conectividad aérea. Lo que es una exigencia del desarrollo se lo ve como un lujo innecesario, mientras cada día se inauguran nuevos y más importantes aeropuertos concebidos como polos de desarrollo en todo el mundo. Es incomprensible.

Por cierto, no deja de ser una paradoja que mientras el presidente López Obrador se traslada en aviones comerciales o por vía terrestre, a veces, como reconoce el Ejecutivo, sin posibilidades de comunicación y mientras que el TP-01 está arrumbado, al igual que buena parte de la flota aérea federal, se informe desde la propia Presidencia que se utilizará un avión militar para trasladar desde Miami los restos del cantante José José, como si ese traslado no pudiera hacerse, ese sí, en uno de los innumerables vuelos comerciales que unen México y Miami.

 

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