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PAN: sin autocrítica, pero con expulsiones

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Que se haya designado a Cecilia Romero, del ala más cercana al Yunque, como responsable del próximo proceso interno del PAN, en un comité electoral con amplia mayoría anayista, no es una buena señal. Tampoco lo es que en la reunión del consejo político del sábado pasado no se haya practicado autocrítica alguna por parte de los principales dirigentes. Que el presidente del partido, Damián Zepeda, centre su análisis sobre lo ocurrido el primero de julio diciendo que hubo traidores de Anaya; que el candidato del anayismo a la presidencia del PAN, Marko Cortés, descubra ahora, después de que la apoyó públicamente una y otra vez, que en realidad no estaba de acuerdo con la conformación del Frente; que no se haya hecho en esa reunión del Consejo el más mínimo gesto para reincorporar a los panistas que se alejaron del Frente y, sobre todo del candidato Anaya; que ni en el consejo ni en la comisión anticorrupción del partido se haya abierto una investigación sobre las denuncias judiciales pendientes en contra de Anaya. Todo eso es síntoma de que la dirigencia actual del PAN quiere ejercer el más elemental gatopardismo: no quieren una elección abierta, transparente, organizada por el INE, después de que un organismo externo (quizás el mismo INE, pero no necesariamente) construya un padrón no manipulado del partido y, por supuesto, no está dispuesta dejar el control y los recursos de los que dispone simplemente por serlo.

Ayer se anunció que para iniciar el proceso interno se comenzará esta misma semana con las expulsiones de militantes que no apoyaron a Anaya: 69 sólo en la Ciudad de México. Ernesto Cordero, líder del senado, había sido expulsado un día antes de la elección y un grupo de senadores están amenazados con la misma medida. Otros han dejado el partido: el caso más notable, el de Margarita Zavala quien, debemos recordarlo porque es un dato central, hasta que fue forzada a renunciar ante la negativa de abrir la elección de candidato, tenía números muy superiores a Anaya en todas las encuestas y era la única que podía realmente competirle a López Obrador. La mayoría de los gobernadores no apoyó la candidatura de Anaya y lo terminaron expresando implícitamente en un desplegado un par de días antes de la elección. Me imagino que ellos son también traidores.

La crisis del PAN no se solucionará con expulsiones y sanciones, tampoco se explica el resultado electoral clamando por supuestas traiciones. Lo que exigen la mayoría de los panistas es un análisis serio de lo ocurrido, incluyendo la forma en que Anaya se hizo de la candidatura vía el acuerdo del Frente, que tampoco avaló el partido como tal: la candidatura y el Frente fueron dos acuerdos cupulares que no tuvieron nunca el respaldo del partido real. La enorme caída de votos de Anaya respecto a los candidatos panistas locales lo demuestra.

Y existe resistencia a hacerlo porque saben que sus posiciones son indefendibles. La panista Cecilia Romero, intentando, fallidamente, ser conciliadora, afirmó que las críticas de Ernesto Cordero a Anaya son certeras, pero que no debería denigrarlo. “Yo creo, aseguró Romero en una entrevista, que como dijo Cordero, hay una serie muy larga de razones, yo acepto como panista y dirigente del partido que las razones que dio Cordero son para debatirse, habrá matices, que el asunto de la alianza, que el frente, que el método por el que Anaya fue candidato, omisiones del partido, lo acepto para ser debatido abiertamente, pero yo no acepto que se dé una actitud de encono y casi de odio contra Anaya, ofender y denigrar la dignidad de una persona no es aceptable”.

El problema es que si son certeras las críticas de Cordero, no existe denigración alguna. Cordero aseguró que la Procuraduría General de la República “protegió a Ricardo Anaya” y que “la PGR no actuó en contra de él porque era candidato, la PGR lo protegió por temor a que los acusaran de un uso faccioso de las instituciones”. Aseguró que no tiene duda de que Ricardo Anaya sí está vinculado a lavado de dinero y que las autoridades debieron haberlo llamado a declarar. “Fui secretario de Hacienda, agregó, y vi muchos casos de lavado de dinero, no hay duda de que Anaya está metido en una red de lavado de dinero”.

Ése es el elefante en el comedor. Yo no sé si Anaya está involucrado o no en una red de lavado de dinero. Pero las denuncias existen, los acusadores también, y eso tiene que dilucidarlo la justicia. Si no hay un profundo esclarecimiento de esa situación, no será posible avanzar en lo demás. Y para que ello ocurra Ricardo debe separarse de los órganos de dirección del partido y éstos deben quedar en manos de verdad neutrales, porque si no todo termina siendo una farsa.

Y mientras todo eso sucede, lo menos que tendría que hacer la dirigencia panista, sobre todo si, como dice Cecilia Romero, acepta las críticas de los disidentes, es convocarlos a todos de regreso al partido, abrirles espacios y tratar de recomponer un instrumento político que hoy está más cerca de ser una estructura cara, pero inútil, que de convertirse en el líder de la oposición. Por supuesto que nada de eso se puede lograr expulsando disidentes y calificándolos de traidores porque cometieron el pecado de no aceptar una imposición.

 

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