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México, EU, opio y legalización

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

 

A cada rato, el presidente Trump asegura que México no está impidiendo la producción de goma de opio y que no se están erradicando los plantíos de amapola en nuestro país como una forma de explicar la virtual epidemia de consumo de opiáceos que vive su país y que ha causado miles de muertes por sobredosis durante los últimos años.

Las tareas de erradicación en México, llevadas a cabo por elementos, sobre todo, de la Secretaría de la Defensa Nacional son de una magnitud enorme, involucran miles de soldados que trabajan en las condiciones más difíciles en la sierra, sobre todo de Guerrero y en el llamado Triángulo Dorado, donde confluyen Durango, Sinaloa y Chihuahua. Han aparecido plantíos de amapola, que también están siendo erradicados en otras entidades, como Oaxaca, Nayarit y Michoacán.

Con un kilo de semilla de amapola se puede sembrar una hectárea y de una hectárea cultivada se pueden obtener 11 kilos de goma de opio y a su vez de esa goma de opio se puede producir un kilo de morfina y de éste se produce un kilo de heroína, del que se obtienen hasta 20 mil dosis. Según datos de la Administración para el Control de Drogas, (DEA por sus siglas en inglés), para el 2014 cuatro millones 813 mil estadunidenses habían consumido heroína. La cifra ha crecido en forma constante, casi geométrica, desde entonces. De esa magnitud es el negocio y el desafío.

El presidente Trump sigue insistiendo en que ese elevado nivel de consumo es responsabilidad de México, que “no hace nada” para frenar la llegada de la droga a su país, pero la realidad muestra otras cosas. Primero, que es un alto porcentaje de esos opiáceos son, simplemente, medicinas regulada prescrita con absoluta liberalidad por los profesionales médicos de la Unión Americana. Segundo, que buena parte de los opiáceos que se consumen en EU no llega vía México. Tercero, que el opiáceo que más daño hace es el fentanilo, que es un producto sintético, producido, sobre todo, en China e India, que llega cruzando muchas y muy diferentes fronteras, muchas de las veces directamente de Oriente a EU.

La Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC), en su informe mundial sobre las drogas 2016, hace referencia a un cambio en el suministro de heroína en diferentes regiones del mundo. Destaca, por ejemplo, que en América del Norte el 90 por ciento de la heroína consumida en Canadá procede de Afganistán, mientras que para EU es suministrada desde México y Sudamérica.

Pero resulta que en EU el mayor índice de consumidores se localiza en la costa noreste, en los estados de Pensilvania, Rhode Island, Nueva York, Nueva Inglaterra, Filadelfia, Nueva Jersey y Washington DC. El informe ONUDOC sostiene que, además de la heroína procedente de América Latina, existen evidencias de que la del suroeste asiático (producida, sobre todo, en Afganistán, una nación ocupada por tropas de EU y Pakistán) es la que más está llegando al mercado de Norteamérica (Canadá y EU), postura que se refuerza con la aceptación del gobierno de Canadá, de que este tipo de droga que entra a su país procede de Afganistán y puede surtir el mercado norteamericano. Desde allí es mucho más fácil hacer llegar la droga a los estados del noreste que desde México, porque además la frontera de EU con Canadá es, particularmente, porosa, mucho más que la mexicana, en el sur del país.

Las cifras de la UNODC ubican a México en el tercer lugar de producción mundial con una superficie de 24 mil 800 hectáreas, mientras que Afganistán lidera la producción de goma de opio en una superficie de 183 mil hectáreas, seguido de Myanmar, con 55 mil 500 hectáreas, es decir, México produce siete veces menos goma de opio que Afganistán y menos de la mitad que Myanmar.

Buena parte de la heroína que consumen los estadunidenses se produce y llega desde México, pero la mayoría sigue llegando de Afganistán, Myanmar, Pakistán y otros países, en la mayoría de los casos pasando por Canadá. Los opiáceos sintéticos como el fentanilo no se producen en México, sino en los países de Oriente y hay innumerables métodos de hacerlo ingresar a la Unión Americana sin que pase, necesariamente, por México. Pese a ello el departamento de Estado sigue considerando que entre el 90% y el 94% de los opiáceos que llegan a ese país provienen de México, lo que es falso.

Paralelamente poco o nada se sabe acerca de los esfuerzos que realiza el gobierno de EU para atender el urgente problema de la adicción de opiáceos, más allá de declararle mediáticamente la guerra, como tampoco de las estrategias adoptadas para desarticular las redes y rutas de distribución de drogas dentro del propio país. Mucho menos se habla de la inevitable complicidad que deben tener ciertas autoridades estadunidenses al permitir que las drogas lleguen a los ciudadanos norteamericanos, o de su incapacidad para evitarlo.

No son datos menores ahora que la futura administración López Obrador habla de legalizar la producción de amapola con el consiguiente reclamo estadunidense. Una legalización que debe analizarse con ojos muy distantes del lugar común.

 

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