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La soledad de Claudia y la orfandad ciudadana

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Flaco favor le hizo el presidente López Obrador a Claudia Sheinbaum, levantándole el brazo, consagrándola como triunfadora y repitiendo el estribillo “no estás sola”, acusando que una bola de “grandulones, abusivos, ventajosos” quiere acabar con su gobierno. No la fortaleció, exhibió su debilidad, porque Claudia, una de las funcionarias más cercanas al Presidente y una de las más preparadas e inteligentes, sabe que no está haciendo un buen gobierno en la capital del país, y esa impresión la comparten cada vez más capitalinos.

Resulta poco comprensible lo mal que le están saliendo las cosas siendo, como decíamos, una funcionaria preparada y con experiencia en el servicio público y el gobierno capitalino: fue secretaria de Medio Ambiente y mano derecha de López Obrador en muchos capítulos de su administración de la ciudad entre 2000 y 2005, fue legisladora, delegada en Tlalpan, es fundadora del PRD y de Morena. ¿Por qué está fallando?

La inseguridad es el capítulo más notable y doloroso para los capitalinos, pero hay errores de comunicación, de sentido político, de oportunidad (imposible olvidar lo de las faldas en las escuelas para los niños), de vialidad y movilidad, de política ambiental, una incomprensible congelación de los permisos de construcción con daños graves a la economía de la ciudad. Claro que muchos de estos problemas no son nuevos y son heredados de varias administraciones atrás, pero la mayoría los ha catalizado en forma imprudente la actual administración.

El mejor ejemplo es la seguridad. El gobierno de Miguel Mancera logró contener la inseguridad en niveles bastante manejables: hubo tres secretarios a su modo eficientes y conocedores, Jesús Rodríguez Almeida, Hiram Almeida y Raymundo Collins. Se deterioró en la etapa final con el gobierno de José Ramón Amieva, por la eclosión de los grupos de la Unión Tepito y la Anti Unión, pero incluso así, no salió de cauce.

El cambio de administración intentó ser presentado casi como fundacional, y en el periodo de transición se manejaron propuestas, ideas e incluso nombres que obviamente no podían cuajar en una ciudad como la nuestra. Finalmente, quedó en seguridad pública, ahora ciudadana, Jesús Orta, un buen administrador y teórico de la seguridad con casi ninguna experiencia operativa y sin los hilos para manejar la compleja, en parte eficiente, en parte corrupta, policía capitalina. En la procuraduría también se dio un cambio radical, y llegó Ernestina Godoy, con un equipo que está muy lejos de las exigencias de la capital del país. En el camino se desmantelaron estructuras, como la unidad antisecuestros, y se cometieron errores que exhibieron una suma de malas decisiones.

Las cifras no mienten, el aumento de todos los delitos, incluyendo el secuestro y el asesinato en la Ciudad de México, es inocultable y quizás la jefa de Gobierno no está sola como dice el Presidente, pero la ciudadanía tiene una profunda sensación de orfandad.

Dicen desde el propio gobierno federal que con Claudia hay dos problemas: primero, que siendo tan cercana a López Obrador y sus hijos, ha tomado la costumbre de no escuchar, de no buscar apoyos o consejos de quienes conocen la ciudad, la seguridad, el desempeño de gobierno, aunque no sean de la cúpula morenista. Y es muy desconfiada. Y lo segundo se relaciona con lo primero: en su entorno hay demasiada gente pensando más en 2024 que en 2019, sin comprender que sólo asentando las piedras en el presente se puede comenzar a construir hacia el futuro.

Se asegura que Claudia hará cambios importantes en los próximos días. Ojalá así sea, ojalá escuche y ojalá esos cambios vayan en el rumbo que desea la ciudadanía. Porque si se termina de descomponer la Ciudad de México, lo sufriremos todos, pero en forma notable también el proyecto del presidente López Obrador.

 

Exilio

La política de asilo de México ha sido ejemplar a lo largo de la historia contemporánea. Ayer se homenajeó al exilio español, pero después de éste, vinieron las corrientes de exiliados chilenos, argentinos, uruguayos, luego los de la guerra civil en Guatemala, y más tarde llegaron también los que escapaban de las guerras de Nicaragua y El Salvador. Durante décadas, la política de asilo ha sido una de las mejores páginas de la historia de México, independientemente del gobernante en turno. La migración actual, esa que llega en caravanas y en forma masiva a la frontera sur, es un fenómeno diferente, distinto. Es un movimiento masivo que escapa de sus países por causas sobre todo económicas y no exento tampoco de manipulación. Exige, manteniendo el mismo espíritu, respuestas diferentes y en eso no se equivoca el gobierno federal.

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