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En Venezuela se debe optar, no mediar

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

El gobierno federal sigue perdiendo tiempo, espacio y legitimidad internacional ante la crisis de Venezuela. Luego del concierto en la frontera con Colombia (donde participaron además de un número muy importante de artistas y decenas de miles de venezolanos), la representatividad del presidente designado por la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, creció geométricamente, ya que no sólo burló la vigilancia que existía en su contra y se hizo presente en el concierto, sino que, además, el grupo de Lima, con la lamentable excepción de México y Uruguay, le volvió a dar pleno reconocimiento y en Bogotá fue recibido con todos los honores de un primer mandatario.

En los días posteriores, el régimen de Maduro comenzó a mostrar su peor rostro: continuó la represión ejercida, sobre todo, por grupos paramilitares; numerosos soldados desertaron; quien fuera el jefe de inteligencia de Hugo Chávez y durante unos años de Maduro rompió en forma pública con éste y reconoció como presidente a Guaidó. Maduro, cuando comenzaron a entrar camiones con ayuda humanitaria al país (cruzaron por la frontera con Brasil), ordenó detenerlos e incendiarlos (mientras la gente no tiene qué comer y no hay medicinas en los hospitales).

Y el lunes en el transcurso de una entrevista de Maduro con Jorge Ramos, el periodista de Univision y su equipo fueron retenidos; su equipo, confiscado, y horas después expulsados del país. Lo que detonó el enojo de Maduro fue que en el transcurso de la entrevista, Ramos le mostró un video, muy difundido en el pasado, donde la gente, en pleno Caracas, literalmente está sacando comida de la basura para comer.

El gobierno de México, que se había mantenido en silencio sobre lo que estaba sucediendo en Venezuela, incluyendo la quema de la ayuda humanitaria, tuvo que reaccionar ante lo de Ramos, porque el periodista y uno de los camarógrafos eran ciudadanos mexicanos y estaban siendo retenidos ilegalmente. La cancillería condenó el hecho, pidió respeto a la integridad de los detenidos y exigió que les regresaran sus equipos y materiales. Ramos y su gente fueron expulsados del país, pero no les regresaron ni el equipo ni los materiales. El presidente López Obrador, en la mañana del martes, en lugar de endurecer la posición de la cancillería ante el incumplimiento de Maduro, volvió a repetir el karma de que convocaba a las partes a dialogar, en esta ocasión en México, y con intermediarios internacionales. Nadie le respondió.

Y es que el gobierno mexicano en el caso Venezuela sigue estando muy por detrás de la realidad. La etapa de los intermediarios y la negociación pasó hace ya muchos meses: para eso se creó un grupo de intermediarios que encabezó en su momento el expresidente del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, cuyos acuerdos fueron sistemáticamente violados por Maduro y por eso se disolvió; y luego por el grupo de Lima, ignorado y boicoteado por el régimen, un grupo en el que tuvo un rol activo México hasta el primero de diciembre pasado. Desde que, violando los acuerdos que él mismo había suscrito, Maduro volvió a protestar como presidente, luego de una elección ilegítima e ilegal (según los propios organismos internacionales y los observadores que intervinieron entonces), la etapa del diálogo había sido superada.

La elección de Guaidó por parte de la Asamblea Nacional ha sido considerada por el grupo de Lima, por Estados Unidos, Canadá y toda la comunidad europea (con la sola excepción del gobierno populista de Italia), y por muchos otros países, como el gobierno legítimo de Venezuela. México, en contrapartida, junto con Cuba, Bolivia, Irán, Siria, Rusia y otros gobiernos dictatoriales y autoritarios, decidió reconocer a Maduro.

No es el lugar que tenemos que ocupar como nación, no podemos estar junto a las dictaduras y los gobiernos más autoritarios del mundo, apoyando a un dictador en contra de las instituciones democráticas de Venezuela y de la comunidad democrática internacional. En este tipo de conflicto no es aplicable la no intervención: se opta por el gobierno legítimo o por la dictadura. México nunca antes, en disyuntivas similares, había optado por la dictadura.

A todo esto, se ha sumado la presión de los Estados Unidos. El vicepresidente Mike Pence ha insistido públicamente, y a través de una llamada telefónica directa, en que México debe reconocer al gobierno de Guaidó. Y a eso se respondió con la convocatoria del presidente López Obrador al diálogo.

La etapa del diálogo, insistimos, ya pasó. El mismo fue traicionado y los acuerdos a los que se había llegado fueron ignorados por Maduro. Si el gobierno federal, como dice, quiere evitar que siga creciendo la violencia y la represión en Venezuela, debe hacer lo que están haciendo las democracias occidentales: reconocer a Guaidó, instar a las fuerzas armadas a que terminen con la represión y apoyar la convocatoria de unas elecciones libres, con Maduro y los suyos muy lejos poder. En ese camino pueden existir matices, pero es la única opción que existe para no terminar como aliado y protector de una dictadura agonizante.

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