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El PAN del anayismo sin Anaya

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Este domingo el PAN elegirá su nueva dirigencia nacional en el momento de mayor desaliento de ese partido, que fue la principal fuerza opositora durante 18 de los últimos 30 años, los otros 12 estuvo en el poder.

Hoy sigue siendo, por lo menos, en números en el Congreso y los estados, la principal oposición, pero su capacidad está, francamente, disminuida por falta de una línea clara, por el cruel desdibujamiento que tuvo durante la pasada campaña electoral y por sus divisiones internas.

Es verdad que mucho de ese debilitamiento fue responsabilidad de la gestión de Ricardo Anaya y, sobre todo, del empeño de éste de saltar de la presidencia del partido a la candidatura presidencial y por haber utilizado como un instrumento para ello una alianza cupular con el PRD y Movimiento Ciudadano que nunca fue asumida por los panistas por razones ideológicas, pero, sobre todo, porque no se efectuó ningún ejercicio interno para definir democráticamente ni la alianza electoral ni la candidatura.

Para nadie era un secreto que entre los panistas, Margarita Zavala (e incluso Rafael Moreno Valle) tenía mucha más popularidad que Anaya, tampoco que fue Margarita la única que, en las encuestas, estuvo en algún momento realmente cerca de López Obrador. Pero por esa trama oscura que se construyó por el trabajo de Anaya y su equipo, Margarita fue orillada a irse del PAN y su gente marginada, lo mismo que la mayoría de los gobernadores y otros dirigentes, que se mantuvieron en el partido, pero que no respaldaron la candidatura de Ricardo.

El sábado 30 de junio, horas antes de la elección presidencial, la dirigencia anayista, como seguramente no tenía otra cosa que hacer, decidió expulsar del partido, sin ningún elemento de cargo que lo justificara, a Ernesto Cordero, a Eufrosina Cruz y a Jorge Luis Lavalle, sumando división a la división. Apenas el miércoles pasado el TEPJF revocó esas expulsiones para falta de mérito.

La candidatura de Anaya nunca terminó de aterrizar entre el panismo (y tampoco entre el perredismo, porque muchos de sus electores prefirieron votar por López Obrador antes que por un candidato proveniente del PAN). La mejor demostración fue la diferencia de votos entre la candidatura de Anaya y la de los gobernadores y legisladores de su partido.

Han pasado los meses y Anaya ha dejado la dirigencia partidaria sin que nada sepamos de él, mucho menos, de su parte y de la directiva que lo acompañó en esta aventura, hemos tenido algún tipo de autocrítica.

Al contrario, hoy uno de sus principales operadores, uno de los responsables directos de esa hecatombe electoral, Marko Cortés es el candidato con mayores posibilidades de ganar la presidencia del partido en un acuerdo difícil de explicar del anayismo con buena parte de sus principales rivales.

Damián Zepeda, que fue el presidente del PAN en la campaña electoral ha sido premiado con el liderazgo de la bancada blanquiazul en el Senado, a pesar de que existen entre los senadores panistas cuadros más experimentados, con mayor peso político, y con menor responsabilidad en la derrota electoral, desde Rafael Moreno Valle hasta Josefina Vázquez Mota.

El partido llega dividido, con Margarita Zavala fuera del mismo, con muchos militantes desconcertados, con gobernadores que están jugando sus propias cartas de cara a la asunción del nuevo gobierno federal, con bancadas en San Lázaro y senadores débiles y sin más posibilidades que alguna respuesta puntual. Y con Felipe Calderón declarando que en 2019 estaría pensando en crear un nuevo partido político si el Partido Acción Nacional sigue esta ruta.

Cortés, muy probablemente, ganará los comicios internos, porque el control del padrón, reducido a poco más de 280 mil militantes, está en manos de su grupo y porque lo apoya la mayoría de los personajes que se han quedado con algún espacio de poder en el partido, pensando más en cómo se posicionarán en los próximos comicios federales que en una dirigencia fuerte que logre unificar a tantas partes hoy dispersas y enfrentadas.

Por supuesto que en política pueden suceder muchas cosas, y también es verdad que en el PAN y su entorno hay militantes y dirigentes capaces de configurar alternativas reales a la triste situación en la que ha quedado el partido. También es verdad que si hubiera un PAN unido y con una clara visión de futuro se podría convertir en una alternativa real porque sigue conservando posiciones políticas importantes en buena parte del país.

Pero creo que el domingo darán un paso atrás, que no saldrán fortalecidos, sino debilitados, creo que no puede una fuerza política recuperarse de una derrota como la sufrida en julio, sin hacer una autocrítica profunda, un ajuste de cuentas interno que le permita trascender sus errores. Y eso no lo están haciendo. Todo parece ser una simple elección de transición, una tregua de una batalla futura que, quien sabe si la realidad política les dará tiempo de librar.

 

PISTAS

La facilidad con la que el constructor José María Riobóo descalifica a instituciones internacionales globalmente reconocidas y decide construir pistas aéreas sin siquiera un estudio de mecánica de suelo asusta más que cualquier decisión política.

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