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El aeropuerto como forma de vida

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La tercera ampliación del aeropuerto londinense de Heathrow, aprobada por el parlamento inglés en junio pasado, costará poco más de 14 mil 800 millones de euros y está prevista que se inaugure dentro de ocho años. El proyecto permitirá que la capacidad del mismo aumente de 85.5 millones a 130 millones de pasajeros anuales, creando 100 mil nuevos puestos de trabajo.

“No se trata sólo de un proyecto para Londres, ni siquiera sólo para el sur de Inglaterra, lo que estamos aprobando es la creación de conexiones a través de Heathrow que beneficiarán a todo Reino Unido”, explicó el ministro de Transportes, Chris Grayling.

No es una obra sin costos sociales. Se tendrán que demoler miles de viviendas circundantes al aeropuerto para hacerlo realidad y se han dispuesto, por lo menos, tres mil millones de euros para pagar indemnizaciones a los vecinos. Por la cantidad de puestos de trabajo, inversiones de corto y largo plazo y la potencialidad que tendrá la obra, la enorme mayoría de los empresarios, de los líderes sindicales y el principal partido de la oposición, el Laborista de Jeremy Corbyn (un buen amigo de Andrés Manuel López Obrador, casado con una mexicana), lo han apoyado con entusiasmo. Los que se oponían eran los del ala derecha del partido conservador, encabezados por el excanciller y el más duro partidario del Brexit, Boris Johnson.

La ampliación de Heathrow en Londres es un buen ejemplo para analizar la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México. La ampliación londinense es una obra más pequeña (se trata de una tercera pista y un edificio terminal enorme) que la planteada en Texcoco, aunque su costo es significativamente mayor, al cambio de hoy costará Heathrow unos 343 mil millones de pesos, tres veces más que el aeropuerto capitalino; mientras la ampliación de Heathrow quiere llegar a 130 millones de pasajeros, la del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México permitirá mover 60 millones en una primera etapa y cuando esté totalmente concluido podrá movilizar a 120 millones de pasajeros anuales.

Heathrow implica, a diferencia de México donde el NAICM se construye, totalmente, en terrenos federales, expropiar terrenos y desalojar a miles de viviendas.

 No es el único aeropuerto en la capital británica: Londres cuenta con otros dos grandes aeropuertos, además del de Heathrow. Pero más allá de la controversia con los grupos conservadores y algunos ambientalistas, existe una amplia mayoría que sabe que la misma debe realizarse por el enorme potencial económico que implica.

Hoy día, un gran aeropuerto, sobre todo los que están destinados a ser grandes hub aéreos, o sea los centros de conexión de distintas aerolíneas para unir distintos puntos del país y del mundo, no son simplemente un lugar de carga y descarga de pasajeros y mercancías.

Son enormes proyectos de desarrollo, que implican la creación de decenas de miles de puestos de trabajo, durante su construcción y más aún durante la operación, implican un mejoramiento de toda la infraestructura y aumenta el valor de las zonas en los que se asienta, genera inversiones comerciales, hoteleras, de empresas de todo tipo más allá de las estrictamente aéreas.

En nuestro caso ha significado, además de todo lo anterior, la realización de un proyecto hidráulico que sirve obviamente para el aeropuerto, pero también para toda la región y que acabará con las cíclicas inundaciones de las enormes colonias populares circunvecinas.

Y ése es otro beneficio adicional difícil de valorar en su justa medida: como en su momento señaló Carlos Slim “es un detonador como no se ha visto nunca en la ciudad porque está en el área nororiente, que es el área más marginada de México.

El objetivo es detonar el desarrollo económico y social y el empleo de la zona con mayor población marginada de la zona y el país”, será, dijo, “una transformación mágica” del toda la zona.

El próximo presidente López Obrador declaró que pondrá a consulta popular qué hacer con el aeropuerto. El INE ya ha dicho que no puede organizar una consulta de ese tipo en dos meses, que no existen ni condiciones legales ni económicas para ello. Y es el único facultado para realizar una consulta que tenga legitimidad.

Tampoco ayudan las preguntas que se plantearán: si se continúa el Nuevo Aeropuerto, si se lo reemplaza construyendo dos pistas en Santa Lucía o si se dejan de gastar recursos públicos y se concesiona. Santa Lucía no es alternativa: la empresa Mitre y los especialistas internacionales en aviación descartaron desde hace años, por las rutas aéreas de entrada y salida de aviones, la posibilidad de Santa Lucía.

No tiene sentido concesionar el Nuevo Aeropuerto porque es una obra que ya está financiada, vía el TUA, el impuesto que pagamos los viajeros y que tendrá gran beneficio público, social y económico. ¿Por qué concesionarlo?

Pero, finalmente, es un error porque no es un tema que se deba llevar a consulta popular. Estamos hablando de una de las obras de ingeniería más complejas de la actualidad, casi nada es más difícil hoy que construir un gran aeropuerto.

Es una decisión de expertos, producto de años de estudios y proyectos de todo tipo. Es como si se pusiera a consulta popular si un cirujano debe o no realizar un trasplante de corazón y, además, pedirle a la gente que decida cuál es el mejor donante. No tiene sentido.

 

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