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Durazo se queda, la estrategia debe cambiar

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Alfonso Durazo seguirá como secretario de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal. Sigue manteniendo la confianza del presidente López Obrador y en ámbitos oficiales se asegura que lo sucedido en Culiacán no fue responsabilidad suya.

La salida de Durazo fue un rumor que estuvo en todas las mesas políticas desde el pasado 17 de octubre, más aún cuando, en una semana desastrosa luego de una mañanera presidencial, donde anunció un “punto de inflexión” en la lucha contra la delincuencia, siguió la emboscada y muerte de 14 policías en Aguililla, al día siguiente, un enfrentamiento en Iguala con otros 15 muertos, uno de ellos un soldado, y violencia en Acámbaro, en Nuevo Laredo y Reynosa. Como cereza del pastel, Culiacán, con el consiguiente vacío de información del jueves 17 y la muy
desaseada conferencia de prensa del día siguiente.

Durazo se quedará porque conserva la confianza presidencial y porque su visión de la seguridad coincide con la del propio Presidente de la República. Pero tanto el primer mandatario como su secretario deben ser conscientes de que la estrategia planteada debe sufrir reformas profundas si se quiere transformar la situación. Los funcionarios estadunidenses se quejan de que no conocen la estrategia del gobierno federal, pero los ciudadanos tampoco la conocemos. La creación de la Guardia Nacional no es una estrategia, es un instrumento, sin duda útil, pero nada más. Las fallas que ha puesto de manifiesto en Culiacán son parte de un periodo de casi un año, donde la situación se ha deteriorado en forma casi constante.

¿Qué debe cambiar? Primero, debe haber ajustes en el equipo de la propia Secretaría. Más allá de las capacidades de sus integrantes, llama la atención de que en el primer equipo no existan verdaderos especialistas en seguridad pública e interior, cuando el secretario tampoco lo es. Parece una dependencia demasiado política. No estaría mal que existieran espacios más especializados en una Secretaría que por su propia labor los exige. En el plano interno también debe terminar de solucionarse la incorporación de la Policía Federal a la Guardia Nacional. El proceso fue mal manejado y dejó muchas heridas internas en la institución policial y la nueva Guardia requiere de personal policial de alto nivel para compensar su indudable origen castrense. Hay que recordar que la Guardia Nacional cumple funciones policiales, no militares, y debe, sin perder su cultura de origen, adoptar formas operativas distintas a las que tienen las policías militares.

La estrategia tendrá que cambiar porque han cambiado las circunstancias. Culiacán demostró que los abrazos no alcanzan para pacificar a los grupos criminales y que éstos están dispuestos a sacrificar, si lo consideran necesario, hasta a las familias de los militares con tal de conservar prerrogativas y espacios. Al mismo tiempo, los distintos grupos criminales importantes, más de 80, están expoliando a la población y no ha disminuido, en realidad ha aumentado, la violencia.

Lo que sabemos de la estrategia actual pasa por un desplazamiento de la Guardia Nacional que ocupe regiones para garantizar en ellas condiciones de seguridad, pero no hay medidas concretas para fortalecer ese esquema con policías estatales y municipales confiables. Mientras no se cuente con policías estatales y municipales homologadas, con un modelo policial único y mandos concentrados, mientras esa homologación no pase por formación, armamento, equipo y salarios, será casi imposible avanzar, con o sin Guardia Nacional.
El eslabón más débil de nuestro sistema de seguridad está en los estados y municipios y hoy parece un área doblemente abandonada: por el gobierno federal, incluso en términos presupuestales, y por los propios mandatarios locales que, salvo honrosas y escasas excepciones, no apuestan a ellas.

Durazo se queda en la Secretaría de Seguridad, pero debería hacer cambios y ajustes en el equipo, en la coordinación y en la estrategia. Culiacán no puede ser entendido simplemente como un mal día, como una tarde de perros donde un operativo salió mal.

 Adiós al Museo del Barroco

El Museo Internacional del Barroco es un espacio extraordinario diseñado por el notable arquitecto japonés Toyo Ito. En esa ansia de destrucción que asumen nuestros gobiernos en cuanto se hacen del poder, el de Miguel Barbosa ha acabado con el Museo del Barroco, lo ha transformado en un museo de arte contemporáneo que tampoco parece ser tal: su primera exposición es sobre lucha libre y se
reinauguró con una jornada de lucha libre en su estacionamiento. Un museo magnífico, único, con un destino cultural claro,  se convierte en una arena de las que hay cientos en todo el país. Cambiamos la Nao de China por los hijos de El Santo.

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