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AMLO, covid y teoría del complot

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Cuando se están viviendo en México las peores cifras de la pandemia, el presidente López Obrador enfermó de covid. Según la información oficial, su estado es estable, con síntomas similares a los de una gripe normal. Es atendido por un equipo de especialistas y está aislado en una habitación en Palacio Nacional.

Inmediatamente después de que se diera a conocer que el presidente López Obrador había enfermado, estalló en las redes una fiebre de teorías de la conspiración donde se aseguraba que no había tal enfermedad y todo tipo de sinsentidos. Siempre hay que recordar a Adolfo Bioy Casares: “el mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez”.

Durante el fin de semana, el Presidente había estado en Monterrey, a donde viajó el viernes en vuelo comercial y allí se reunió con el llamado grupo de los diez, en casa de Alfonso Romo. Lo acompañaron, además de los empresarios, la secretaria Tatiana Clouthier. Esa misma tarde se comunicó telefónicamente con el presidente Biden. En el despacho donde se hizo la llamada estaban Marcelo Ebrard, Alfonso Romo y una traductora. El sábado desayunó con la candidata de Morena, Clara Luz Flores, y luego participó en un par de eventos en San Luis Potosí. Regresó el domingo en la tarde a la Ciudad de México, también en vuelo comercial, donde se le informó del resultado positivo de la prueba PCR que se había hecho el sábado en San Luis Potosí cuando, se dijo, comenzó a sentirse mal.

En ninguna de esas reuniones y encuentros uso mascarilla (salvo en los vuelos donde es obligatoria) ni existió sana distancia. El contagio ocurrió este fin de semana, como podría haber ocurrido en cualquier momento desde que irrumpió la pandemia en marzo, porque el mandatario nunca asumió medidas especiales de prevención y durante meses subestimó la enfermedad, incluso cayendo en la superchería con aquello de “los detente” y las estampitas que la frenaban o que la pandemia le había caído “como anillo al dedo” a su gobierno.

Pero de allí, a pensar que se trata de un complot o un engaño motivado por cualquier razón política, hay una distancia muy considerable que se puede medir sencillamente por la seriedad con que han tomado el tema los líderes mundiales que le han enviado mensajes de pronta recuperación.

Sin embargo, el contagio del Presidente debería servir también para reevaluar lo que se está haciendo en torno a la pandemia. Dos mandatarios exhiben comportamientos disímiles al respecto, los dos con una vertiente populista similar a la del presidente López Obrador y que, como él, habían subestimado la enfermedad: uno fue Donald Trump, quien pese a haber tenido que ser hospitalizado un par de días hizo de la enfermedad una exhibición de irresponsabilidad, se paseó en coche frente a sus simpatizantes y, al salir del hospital, sin que le dieran de alta, llegó a la Casa Blanca y, como si fuera una suerte de manifiesto, se quitó la mascarilla en uno de los balcones ante la prensa. No cambió un ápice su pésimo manejo de la pandemia.  El otro fue Boris Johnson, el premier británico, quien enfermó con mayor gravedad, estuvo hospitalizado e incluso intubado y que en cuanto terminó su recuperación reconoció que se había equivocado, reevaluó y modificó los planes sanitarios y de atención, adoptando medidas que semanas antes había desechado.

El presidente López Obrador, afortunadamente, no parece estar en una situación de gravedad similar a la de Johnson, pero no estaría nada mal que estos días sirvieran para reconsiderar lo actuado, sobre todo en torno al plan de vacunación que, como decíamos ayer, aún parece estar lejos de estar establecido, lo mismo que el aprovisionamiento de vacunas.

Ayer el presidente López Obrador, desde su confinamiento, habló con el presidente ruso Vladimir Putin y se aseguró que habrá hasta 24 millones de vacunas Sputnik V. En realidad, no es exactamente así: existe el pedido, pero las vacunas no están aseguradas. Llama la atención el tuit de Marcelo Ebrard sobre el tema: “como resultado (de la llamada entre López Obrador y Putin), Hugo López-Gatell podrá avanzar con respaldo del gobierno ruso para asegurar arribo de la vacuna Sputnik a la brevedad”. Poder avanzar y asegurar el arribo no es lo mismo que tener garantizado.

Hay que recordar que la vacuna rusa no ha sido autorizada aún ni por la Organización Mundial de la Salud ni por la FDA estadunidense ni por la Agencia Europea de Medicamentos, porque aún no se han divulgado los estudios de la fase III. Fuera de Rusia, los informes más sólidos que existen al respecto son las publicaciones, hechas por el instituto que creó la vacuna, en el medio especializado británico The Lancet. No dudo de las capacidades de esa vacuna o de otras en desarrollo, pero sería muy importante que cualquiera de ellas tuviera su certificación en las principales instituciones globales antes de decidir su aplicación.

Un punto final: sin un plan de vacunación acorde a las exigencias del país, no sólo prolongaremos la enfermedad, con su secuela de muerte, también perderemos el tren de la recuperación económica en Estados Unidos que Biden prevé inicie, luego de su plan intensivo de vacunación, hacia fines de abril.

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