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Alimentando la crisis del lunes 29

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Nadie es monedita de oro y no sé qué tiene el presidente electo contra el colega Carlos Loret de Mola, pero me parece un exceso en toda la línea acusarlo de tener acciones en las constructoras del aeropuerto y “de mentir tanto como respira”, asegurando que existe una campaña en el tema del aeropuerto, porque, simplemente, ha resaltado, como la enorme mayoría de los comunicadores, especialistas, ingenieros, constructores, financieros, las evidentes contradicciones y desatinos que la próxima administración ha cometido con el tema aeroportuario, incluyendo la generación de una creciente desconfianza en el sector financiero internacional que tan bien lo recibió luego de su triunfo en julio.

Si no fuera una tragedia, porque de su resultado pueden devenir serios contratiempos económicos, la consulta en marcha debería ser catalogada como una comedia, por la forma en cómo está organizada y por la rotunda parcialidad de los convocantes.

La cereza del pastel la puso, no podía ser de otra manera, Javier Jiménez Espriú con el estudio de factibilidad de la empresa NavBlue, sobre Santa Lucía, elaborado en unos pocos días a precio de ganga, sin haber realizado estudio de campo alguno y basado en la información que le dio el constructor José María Riobóo, quien alguna influencia tendrá en el próximo gobierno, ya que fue el constructor preferido por López Obrador durante su paso por el gobierno de la ciudad, es su asesor y quien lo convenció del tema de Santa Lucía. La esposa de Riobóo, Yazmín Esquivel, es, por cierto, nada menos que una de las candidatas a ser ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. En otro contexto, la presentación de ese estudio hubiera descalificado tanto la consulta como al próximo secretario de Comunicaciones y Transportes, pero no pasa nada, es mejor decir que hay una campaña de prensa, como Trump, que acusa a los medios que fueron atacados con paquetes bombas de ser blancos de esos ataques por criticarlo a él.

La posibilidad de una crisis financiera si se cancela Texcoco no es inverosímil. Nadie cree que el lunes se disparará en automático el dólar, caerán las bosas y huirán los capitales del país, si finalmente se decide cancelar Texcoco y apoyar el aeropuerto de Santa Lucía. Pero se estará abonando a todo ello.

En estos días se ha dicho que no es la primera ni será la última vez que se realiza una consulta sobre una obra de infraestructura y es verdad. Pero es la primera vez que se realiza una consulta, pletórica de irregularidades e inconsistencias, para cancelar una obra que ya está concluida en un tercio y en la que ya se invirtieron 200 mil millones de pesos, según el más reciente estudio de Bancomer, contraviniendo la opinión de casi todos los especialistas del ramo, que la consideran muy superior en sus prestaciones y posibilidades a la contrapropuesta presentada, en este caso Santa Lucía.

Es muy atinada la reflexión de Pascal Beltrán del Río equiparando la consulta del aeropuerto al Brexit, el referéndum organizado por las autoridades, para que los británicos decidieran si querían continuar o no en la Comunidad Europea. En ese caso el gobierno de David Cameron lo organizó convencido de que el resultado sería en contra de la separación, pero como ocurre ahora con Texcoco, tantos pensaban que la consulta no tenía sentido dado el grado de integración a la Europa continental, que muchos no salieron a votar.

Ganó el Brexit, la ruptura y ahora no saben qué hacer con esa decisión mientras la economía británica sufre, día con día, el costo de una medida irracional. Cuando el Brexit se termine de instrumentar, si alguna vez termina siendo posible, le habrá costado a Gran Bretaña entre tres y cuatro puntos del PIB. Por cierto, el presidente electo, López Obrador, podría consultar los costos de esa mala decisión con Jeremy Corbyn, el líder laborista británico con el que trabó amistad hace un par de años, cuya esposa es mexicana y que se ha convertido en el más viable sucesor de Theresa May.

Los mercados financieros y la iniciativa privada cobrarían la cancelación de Texcoco como han comenzado a cobrar las inconsistencias en la política energética, que no ven clara ni en su diseño ni por el perfil de los próximos funcionarios. Rocío Nahle, la próxima secretaria de Energía, puede calificar de “absurda” la rebaja de la calificación de Fitch y Moody´s a Pemex, pero lo cierto es que los mercados internacionales se rigen por esas calificadoras, no por las declaraciones de doña Rocío.

Por qué invertir miles de millones en una refinería cuando lo que sobran en el mundo son precisamente refinerías, o que se diga que no se va a exportar crudo para usarlo en el mercado interno cuando la deuda de Pemex es en dólares y sus ingresos serán, entonces, en pesos.

Lo que desconcierta de todo esto es que el triunfo de López Obrador fue muy bien recibido por los mercados, los empresarios, los analistas. Que, teniendo una situación económica muy idónea, con fuertes reservas e inversiones, se haya enredado en dos o tres temas que están reduciendo geométricamente esa confianza inicial y que pueden llevar al próximo gobierno quizás no a una crisis, pero sí a serias dificultades financieras, todo en forma absolutamente gratuita y evitable.

 

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