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Alianzas, seguridad y vándalos

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones



 

No nos engañemos, lo que se discutió esta semana en el Senado, con un evidente triunfo de la oposición, fue el futuro electoral, tanto para los comicios de 2023 como los federales de 2024. Lo que estaba en disputa era si había condiciones o no de establecer alianzas opositoras o si la operación del gobierno había terminado, como parecía ser hasta la semana pasada, de romperlas.

El verdadero problema no era, ni es, la extensión de la participación militar en seguridad pública hasta 2028. Más allá de cualquier declaración, todos los actores de gobierno, de todos los partidos, son conscientes de que ella será imprescindible y que no es posible a partir de marzo de 2024 transitar por la senda, ya de por sí tortuosa, de la seguridad pública sin participación militar. Esa participación se da y tendrá que continuar, aunque en este debate muchos han cometido el error de despreciar o minimizar el papel de las Fuerzas Armadas.

El punto del debate era ver si la dirigencia priista estaba en condiciones de vencer la oposición interna que reside, sobre todo, en el Senado y que se combina con otro factor: la autonomía que tendrá el Estado de México para impulsar una candidatura propia y hacerlo en alianza con el PAN. Tampoco todos en el blanquiazul querían esa alianza: para muchos, el PRI les estorba más de lo que les apoya, y entre ellos estaban, por ejemplo, el senador Damián Zepeda y, tras bambalinas, el propio presidente nacional, Marko Cortés.

Lo ocurrido el miércoles en el Senado modificó ese escenario y la versión que había crecido en los últimos días de que la alianza PRI-PAN-PRD es posible en el Estado de México, más allá de las diferencias con la dirigencia que encabeza Alito, se está convirtiendo en realidad. La negociación se ha establecido entre las dirigencias y aspirantes locales con la obvia participación del gobernador. Enrique Vargas habría aceptado resignar su candidatura ante quien sea la aspirante priista (siguen siendo Alejandra del Moral y Ana Lilia Herrera, con bastantes más posibilidades para la primera) y acordar no sólo una alianza, sino, desde un inicio, un gobierno de coalición, con espacios y carteras muy claras para cada partido. Y, a partir de ahí, ver cómo se encaminan hacia el 2024.

Si se da una alianza de ese tipo, ella puede tener posibilidades en esos comicios, asumiendo, además, que Juan Zepeda, el candidato de Movimiento Ciudadano, tendrá una relativamente buena elección, sobre todo en los municipios del oriente del estado, donde es más fuerte Morena, e incluso que el Verde podría ir solo, sin alianzas con Morena. Otro factor que influye es que Higinio Martínez, quien cuenta con las mayores redes de operación en el estado, ha quedado muy molesto por la designación de Delfina Gómez, en una candidatura que esperaba que fuera suya, se ha quedado la semana pasada con el control de la estructura partidaria en el estado y todo indica que, para que asuma una actitud más activa en la campaña, desde el gobierno federal y la dirigencia de Morena tendrán que hacer una amplia labor de convencimiento.

El otro frente abierto es el interno en el PRI. Sin duda, la forma en que se dio la votación en el Senado debilita a Alito y fortalece a sus opositores. El presidente del PRI insistió mucho en estos días en que dejaba en libertad para ejercer su voto a los senadores y dejó trascender que no se involucraría en la decisión que se tome en el Estado de México, pero, evidentemente, quedó debilitado políticamente porque lo que fue su postura, la que logró imponer en la Cámara de Diputados, no fue compartida en el Senado, donde conviven varios pesos pesados priistas con influencia real en el partido. Y esos son los sectores que están dispuestos a avanzar en una alianza, donde el propio Alito no es bien recibido.

Para el gobierno federal, la división de la oposición era clave, incluso más allá de la aprobación de la participación militar hasta 2028, aunque esa reforma se veía como un reaseguro para el futuro. Lo cierto es que el haber metido en forma tan forzada (a través de una diputada del PRI, entre gallos y medianoches) la iniciativa de reforma constitucional (que, en mi opinión, es muy viable), el no haberla negociado ni siquiera internamente, el no haberle dado tiempo para que madure, era también una declaración de intenciones: era demostrar que se podían imponer reformas rompiendo ese Bloque de Contención en el Senado. Un bloque que salió fortalecido, por lo menos de este round, que es parte de una pelea de mucho más larga duración.

 

VÁNDALOS

Los actos de vandalismo que esta semana cometieron supuestos estudiantes de Ayotzinapa en la embajada de Israel y en la Fiscalía General de la República son inadmisibles. No sólo por el grado de violencia, sino también porque resulta evidente que poco y nada tienen que ver con la agenda que dicen enarbolar. El simple hecho de que se utilicen explosivos contra policías o que en una embajada de alto riesgo como la de Israel no sólo se agreda y vandalice, sino que se lo haga enarbolando banderas palestinas y consignas antijudías, demuestra que detrás hay mucho más y que nada tiene que ver con las víctimas ni con los derechos humanos.

 

 

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