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Violencia como camino

Jorge Camargo

Jorge Camargo

La separación de 10 gobernadores de la Conago para iniciar su propio camino político y económico y la diversificación de la crítica en diversos sectores, desde las organizaciones sociales y gremiales y la prensa, son el efecto de una democracia más sólida de lo que pensábamos ante la causa, representada por una autoridad que busca minarla.

Esta es la razón. Si el gobierno de Morena, tal y como se muestra, piensa y conduce hoy, hubiera arribado a la Presidencia en lugar de López Portillo, se desempeñaría con eficiencia bajo los mismos códigos de la concentración del poder, políticas públicas asistencialistas, subsidios, estatismo, economía cerrada, etcétera.

Pero la sincronía no fue así. Arribó a la Presidencia con y por instituciones democráticas constitucionalmente autónomas, contrapesos fortalecidos que complican la concentración del poder, un ambiente democrático en el que el líder es un actor y no el centro del sistema. Nadie quiere más una figura romántica del Tata Cárdenas; quiere un Estado de bienestar e instituciones, dicho con absoluto respeto.

Parece irreal, pero se ven rasgos interesantes por replicar el modelo del Partido Nacional Revolucionario, es decir, que las fuerzas que busquen el poder se den al interior de Morena, eliminando a la oposición. Reproducir el modelo priista que dominó y escribió la historia, que introdujo a Juárez como modelo central.

Pero Morena llegó tarde a la transición democrática. Ésta se dio con la llegada del PAN a la Presidencia con Vicente Fox. Objetivamente, cuando el PRI perdió la capital y la mayoría del Congreso.

Con Morena no inició la democracia. Por eso necesitaba diferenciarse y se inventó un eje de comunicación política: la Cuarta Transformación, se apalancó de los héroes de la historia oficial y de una realidad innegable, vergonzosa, que es la corrupción, cuya solución esperamos que no se quede corta.

La democracia genera anticuerpos, resistencias por la vía de la institucionalidad, la crítica, las acciones autónomas, la búsqueda del amparo de la legalidad.

Ante ello sobreviene con mayor énfasis una lamentable violencia política con ingredientes ideológicos. Eso es cuando quiere deslegitimar a la prensa, a las organizaciones de la sociedad civil y a sus críticos.

Venustiano Carranza creó la Oficina Central de Información y Propaganda Revolucionaria para desacreditar a sus enemigos: Villa y Zapata.

El PRI daba un uso patrimonialista a “La Revolución” y tenía su cajón de enemigos. Morena debió inventarse una Cuarta Transformación, cuyos antecedentes devienen de la historia oficial.

Regresando al tema central. Los 10 gobernadores de la Alianza Federalista han tomado una decisión que debe verse con naturalidad democrática. Si el centralismo ha acelerado el deterioro del Estado de bienestar, afectado fuertemente por el covid-19, y provocado la falta de estímulos económicos para que las empresas, generadoras de empleos, libren la crisis, esos mandatarios deben construir su propia ruta de crecimiento.

No debe olvidarse que los gobernadores son contrapesos legítimos del Ejecutivo federal y, ante el riesgo que sufren las instituciones democráticas, deben ejercerlo democráticamente, como lo deben hacer las oposiciones políticas, las organizaciones sociales y la prensa.

Que nadie se sorprenda. Lo mismo se hizo en los gobiernos pasados. La cultura democrática debe fortalecerse.

Pero, ¿qué sigue? Para este gobierno, sólo navegar hasta que concluya. Porque la pandemia fue mala fortuna que le cortó el proyecto. Las decisiones de política económica antes y durante el covid impactarán a quienes están en pobreza extrema y en pobreza.

En reciente charla virtual del CIDE, Gerardo Esquivel, subgobernador del Banxico, lamentó que no se hubiera creado un seguro de desempleo, como ha propuesto, por ser instrumento contracíclico, y lo que hubiera permitido que el millón 100 mil de personas desempleadas por la pandemia recibiera 5 mil pesos mensuales por cuatro meses.

El costo para el gobierno habría sido de 22 mil millones de pesos. Perfectamente manejable. Estimó que habrá efectos en pobreza, desigualdad, pérdida de bienestar, ingresos y desempleo.

Subrayó que existe consenso en que 9 millones de personas caerían en pobreza, adicionales a los que ya existen, y las que caerían en pobreza extrema rondarían los 6 y 16 millones, debido a la pérdida de ingresos y al sesgo distributivo.

Ante la incertidumbre económica, una ruta es clara: construir más ciudadanía y una cultura democrática que solidifique la vida institucional. Fuera de eso, sólo hay voluntarismo destructor.

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