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Ni se ven ni se oyen

Jorge Camargo

Jorge Camargo

Por primera vez asistimos a una sucesión de actos de rechazo a diversas decisiones económicas y políticas de gobierno, y otras que han tenido consecuencias, como la muerte evitable, desde diversas perspectivas, de hombres, mujeres y de niñas y niños, por actos omisivos, así como un desarreglo interno del movimiento político que hoy conforma la autoridad federal.

Esto, sin duda, da señales incipientes de que desde el Ejecutivo comienza a perderse el control absoluto de la agenda social y política, así como la de su movimiento, Morena, que sufre de una crisis en sus comités estatales, que han anunciado el rechazo a que las candidaturas las aprueben desde el centro y, específicamente, desde Palacio Nacional.

Sin duda, es muy temprano para afirmar que se trata del inicio de una crisis de largo aliento. Pero algunos elementos evidencian que el gobierno tocó fibras sensibles de sectores que lo apoyaban electoralmente. La lealtad ciega que exige, so pena de la purga y la denostación pública, ha provocado ya cierta falta de cálculo.

Trataré de explicar. La desaparición de los 109 fondos y fideicomisos dejará sin recursos a sectores importantes, algunos de ellos simpatizantes de la izquierda o que veían en el arribo de ésta a la Presidencia una oportunidad de impulso a sus causas. Sin ser limitativo menciono a las organizaciones de búsqueda de desaparecidos; de apoyo a mujeres víctimas de violencia y feminicidio; promoción y defensa de los derechos humanos; la cultura en todas sus expresiones; la investigación y la ciencia.

Se pone en peligro la vida de periodistas y activistas que están amenazados de muerte por su labor, en un país donde el homicidio por el crimen organizado tiene permiso. A la fecha existen bajo protección 418 periodistas y 886 defensores de derechos humanos, cuya seguridad quedaría vulnerada.

Organizaciones que sustentan incosteables tratamientos para el cáncer en niños y niñas, y otras enfermedades o discapacidades que el gobierno no puede abarcar, quedarán descobijadas.

Ante las protestas de esos sectores afectados, el gobierno aplica su recurrente narrativa que le ha sido rentable para la popularidad del personaje en la Presidencia, pero no para su gestión ni la de Morena. Justifica en la corrupción generalizada la decisión de desaparecerlos.

Pero en el caso, el discurso político falló. Acusa de corruptos a quienes defienden los fideicomisos, generaliza y estigmatiza. Es decir, lastima a un gran grupo de simpatizantes que, hoy, protesta en las calles por la mentira de la corrupción como motivo.

No todos los fideicomisos son irregulares. Las reglas de fiscalización hicieron más difícil su uso para fines corruptos y, sin duda, deben revisarse. Lo que no quiere decir que haya desafortunadas excepciones.

Como absurdo sería decir que la muestra de que el gobierno es igual o peor de corrupto que el de Peña Nieto, es la confesión de la diputada del mismo partido del Presidente que reveló desde la tribuna de San Lázaro que corrompió a un ministerio público para agilizar un proceso.

Que, dicho sea de paso, constituye dos probables delitos: tráfico de influencias por litigar siendo legisladora y ofrecer un soborno.

El gobierno desaparece los fideicomisos para financiarse, porque se quedó sin dinero por una mala gestión y para materializar una obsesión llamada Pemex y dos obras que, medioambientalmente, pondrán a México en aprietos en su relación comercial con la Unión Europea.

El otro resorte de inconformidad fue la fallida comparecencia del subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell. Era pronosticable. El gobierno lo defiende porque no tiene con quién sustituirlo y, al final, alguien deberá ser responsable.

Él eligió un lado de la historia a cambio del elogio de un efímero presente. Ya tuvo su recompensa.

Preocupa, lector, lectora, las palabras que se pronuncian con frialdad. Decir que “a los conservadores no les interesa el pueblo”, genera odio, discordia, porque, ¿quiénes son los conservadores?, ¿los blanquitos, como una vez se dijo?, ¿las personas con mayores recursos?, ¿los empresarios?, ¿sus hijos, los del vecino? “Levantar hermano contra hermano”.

Como antes, estas autoridades no ven ni oyen a las mujeres víctimas de la violencia, ni a las madres ni padres de pequeños con cáncer; ni a los muertos por la violencia del crimen organizado.

Ya se explora la ruta de atemorizar a la prensa. ¿Veremos romper diarios en las tribunas como el populista Rafael Correa? Eso no es democracia.

Esto no es la izquierda. Es otra cosa. Es un hombre y un movimiento, cada uno sirviéndose del otro.

Son llegados los tiempos de decir no al odio.

 

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