Logo de Excélsior                                                        

Si la vida se ha mudado a las redes sociales, es momento de regular

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

Para nadie es sorpresa que los avances tecnológicos han marcado un antes y un después en la forma de interactuar y socializar, pues hoy en día las plataformas digitales y las redes sociales son los espacios de interacción social por excelencia.

Actualmente, redes sociales como Facebook, Twitter y YouTube están en la mira de muchos gobiernos alrededor del mundo, ya que el poder que han adquirido ha crecido al punto de influir en la esfera pública, social, económica y política de los países, y ello ha alimentado el debate en torno a la necesidad de regularlas.

Y es que, como lo afirmó hace algunos años el sociólogo español Manuel Castells, es cierto que “se requiere una libertad de comunicación interactiva como elemento básico de la autocomunicación de masas y de la capacidad de intervención de la sociedad sobre sí misma, pero eso requiere una regulación”.

Desde mi punto de vista, si la vida social y pública se ha trasladado, en gran medida, a las redes sociales, es momento de establecer normas para garantizar que, en la interacción y el desarrollo de actividades en dichos espacios, se sigan privilegiando la seguridad y otros derechos fundamentales de las personas.

Sobre todo, es pertinente su regulación cuando la interacción y los movimientos generados en esos espacios “virtuales” se materializan en actos que pueden representar un riesgo a la estabilidad social y a la seguridad de las personas o los países, como fue el caso más reciente de este año ocurrido en los Estados Unidos de América, cuando los simpatizantes del expresidente Donald Trump crearon grupos y hashtags en plataformas como Twitter y Facebook, alentando a tomar las calles y el Capitolio en protesta al cambio de gobierno, lo cual derivó en hechos violentos y la lamentable muerte de cinco personas.

Tampoco se puede pasar por alto la gran cantidad de delitos, actos de discriminación, ciberbullying y acoso que han formado nicho en el espacio virtual. En ese sentido, no sólo es pertinente, sino necesario, crear mecanismos y marcos legales para garantizar a toda costa la estabilidad social y la seguridad en el universo digital.

Por supuesto, la regulación debe darse en el marco del respeto a la libertad de expresión de los usuarios, el derecho de las empresas privadas a gestionar sus políticas de operación y, sobre todo, para no caer en controversias y contradicciones que puedan entenderse como imposiciones en respuesta a los intereses de algún grupo en particular o bien, como intentos de censura.

Pero es realmente cierto que debemos dejar de ver las redes sociales como una simple herramienta de esparcimiento o complemento a la vida social, pues ahora y, sobre todo, a raíz de los cambios derivados de los confinamientos por la pandemia, son el espacio público en el que se mueve prácticamente todo, en el que se generan los debates, los movimientos sociales, las tendencias, las formas de pensar y de actuar. Son el espacio al que se van trasladando nuevas formas de vida y ello trae consigo la necesidad de establecer normas para su sano funcionamiento.

Comparte en Redes Sociales