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¿Qué viene después del jalón de orejas?

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

La pandemia de covid-19 vino a cambiar casi todo: la forma de trabajar, de interactuar socialmente, de realizar las compras, de tener reuniones de trabajo, de dar clases y, al mismo tiempo, de estudiar; también la manera de apreciar conciertos, obras de teatro, eventos de entretenimiento y hasta de visitar museos, entre muchas otras cosas. La pandemia vino simplemente a cambiarnos la forma de movernos por la vida.

Y si pensamos que esos cambios se dieron por causalidad o por alguien que decidió alimentarse con sopa de murciélago convirtiéndose así en el catalizador del virus, no estamos entendiendo nada. En la naturaleza todo está intrínsecamente conectado, todos somos parte de un gran todo y no podremos evitar que nuestras acciones, dependiendo la dirección, afecten o beneficien a los demás que también son parte de ese gran todo.

El planeta tierra lleva décadas siendo devastado y afectado por las malas prácticas que tenemos como seres humanos. Cada vez hay menos agua, mayor extracción de minerales y recursos, una atmósfera más contaminada con niveles de bióxido de carbono jamás vistos. Las demás especies de seres vivos con las que compartimos el planeta también llevan décadas intentando sobrevivir, no extinguirse, no morir en las manos de los seres humanos y, lamentablemente, muchas de ellas no lo han conseguido. Algunos expertos estiman que los humanos estamos consumiendo sesenta por ciento más recursos de los que se pueden renovar. Y en lugar de apostar a esquemas y modelos de vida cada vez más sostenibles, la mayoría de las personas siguen actuando como depredadores voraces sin pensar en el futuro que habrán de dejar a las próximas generaciones, incluidas las propias.

Por ejemplo, la organización internacional Global Footprint Network, pionera en el sistema de contabilidad de los recursos naturales, o huella ecológica, y promotora del Earth Overshoot Day, o día de sobregiro ecológico, estima que este año la fecha en que la humanidad habrá utilizado todos los recursos biológicos que la tierra puede renovar durante este mismo año, será el 22 de agosto.

De acuerdo con esa misma organización, el año pasado el deadline se fijó el 29 de julio, lo que indica que este año se dará tres semanas más tarde, aun cuando la tendencia desde 1970 era irse recorriendo hacia adelante.

Los expertos consideran que el gran responsable de este inesperado, pero afortunado suceso fue la pandemia, que el paro forzoso de actividades económicas, industriales y sociales que tuvo lugar en todo el mundo a raíz del confinamiento para evitar los brotes de covid-19, dio un respiro al planeta y a las demás especies de seres vivos con quienes lo compartimos.

Y es que como lo escribía casi al principio de esta columna, toda acción tiene repercusión en lo y los demás. La manera en la que estamos viviendo, desde hace mucho tiempo, es insostenible para el planeta y lo está siendo ahora para nosotros mismos, pero aun así no paramos.

Si no vemos esta crisis como un llamado de atención urgente y una oportunidad para reconfigurar los estilos de vida y los modelos de producción y consumo, es decir, nuestra manera de relacionarnos con la naturaleza en general, vendrán otras lecciones más adelante, ya sin avisos y con repercusiones más severas. Así que es momento de preguntarnos ¿qué viene después de este jalón de orejas que nos ha dado la pandemia?

A propósito, otra cosa que también se modificó a raíz de la pandemia fue la edición 2020 de Campus Party, que este año se hará vía remota, algo nunca antes pensado, pues fue diseñado como una especie de campamento buscando sedes cada año para concentrar a cientos de aficionados de informática, innovación, ciencia, creatividad, emprendimiento y ocio digital. Es el evento de tecnología e innovación más grande del mundo y estaré participando como ponente el próximo sábado, hablando justo de las oportunidades de cambio que vienen tras la crisis por el covid-19. Ya les contaré cómo me fue.

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