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Más allá de un día para concientizar...

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

Nuestro calendario está lleno de días nacionales e internacionales que buscan concientizar sobre algunos de los problemas más urgentes que enfrenta la sociedad actual, sin embargo, en la mayoría de los casos nos hemos quedado cortos en acciones para solucionarlos.

Ayer se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, pero las graves circunstancias de discriminación, violencia y abuso que enfrentan muchas mujeres y niñas, no sólo en nuestro país, sino en diversas partes del mundo, nos gritan a la cara que necesitamos algo más que sólo recordarlo un día al año y que la lucha contra el maltrato a las mujeres debe ser una tarea permanente.

La violencia contra la mujer por parte de la figura masculina está sustentada en una serie de patrones, creencias, costumbres y conductas que apelan a la inferioridad, a la desigualdad, a la dependencia económica y a muchos otros conceptos erróneamente implantados en nuestra sociedad. Las actitudes machistas siguen estando muy arraigadas, a tal grado que no permiten dar cuenta de la gravedad del problema, por lo que sigue siendo indispensable trabajar continuamente en la educación de todas y todos los miembros de la familia.

La sociedad mexicana tiene un nada honroso lugar entre las sociedades más machistas del mundo, situación que pone en peligro a las mujeres que todos los días se sienten amenazadas en la calle, en sus centros de trabajo e incluso dentro de sus hogares.

Pensar que la violencia sólo son golpes es parte del problema, porque minimiza los daños que se ocasionan a las mujeres que son violentadas sicológica o sexualmente. Tanto mujeres como niñas que viven situaciones de violencia pasan por procesos complicados para salir de estos escenarios, y es que a menudo son personas muy cercanas quienes las violentan.

Lamentablemente, la pandemia por covid-19 hizo aún más evidente el grave problema de violencia que las mujeres viven dentro de sus hogares. De acuerdo con ONU-Mujeres, hasta hace unos meses, una de cada tres mujeres en el mundo sufría violencia física o sexual, pero desde que se desató la pandemia, en muchos países se han incrementado las llamadas a las líneas de ayuda en casos de violencia familiar.

Incluso el día de ayer, como tantas otras ocasiones, miles de mujeres salieron a manifestarse en las calles para hacer visible el grave problema de violencia que existe en su contra. En una situación como la actual, donde salir a la calle representa ya de por sí un riesgo de contagio por covid-19, el que las mujeres salgan a las calles para alzar la voz es un claro acto de valentía y fortaleza, y también un reflejo del hartazgo y de la desesperación que enfrentan ante un contexto y un país que pareciera no escucharlas.

Quienes formamos parte del sector político, público y gubernamental, tenemos la obligación de trabajar para erradicar la violación a los derechos y a la integridad de las mujeres y niñas en nuestro país, pero también es un asunto de humanidad, de empatía y de valores que nos incluye a todas y a todos como sociedad.

Las medidas gubernamentales implementadas a nivel nacional deben hacer eco en lo local, con atención prioritaria a aquellas mujeres y niñas que, por su condición social, cultural y económica, se encuentren más expuestas a padecer una situación de maltrato y abuso. Por otra parte, la educación y la sensibilización ante este panorama deben ser inculcadas desde el hogar para ser replicadas en todos los núcleos sociales, las escuelas y los diversos espacios de convivencia.

 

Ningún país y ninguna sociedad prosperan sin respeto a los derechos humanos, libertad e igualdad de condiciones. Creando masculinidades positivas y feminidades empáticas, un día podremos decir que el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer fue, más que una fecha para concientizar, una ocasión para celebrar.

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