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En épocas difíciles, las empresas deben ser solidarias

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

No es novedad que la pandemia por COVID-19 nos ha obligado a muchos a cambiar drásticamente nuestra rutina del día a día. Poco a poco, en el país se va paralizando la actividad social y económica, se van cerrando escuelas, lugares para el entretenimiento, comercios y centros de trabajo.

Ahí la complicación: el cierre de comercios y negocios y las medidas que están adoptando muchas empresas para librar la crisis están dejando sin empleo a muchos mexicanos y mexicanas. Hay incertidumbre tanto para empresas y empleadores como para los trabajadores.

Ante esa situación, es muy importante que toda persona trabajadora tenga claro que, según las leyes en materia laboral, mientras no se declare en el país un estado de contingencia sanitaria, no se pueden modificar las relaciones laborales entre patrones y trabajadores, a menos que haya un acuerdo entre ambos.

Los patrones no pueden actuar de manera unilateral para desemplear a los trabajadores, a menos que estos den motivos violando la ley; a su vez, los trabajadores tampoco pueden ausentarse o abandonar sus empleos sin justificación alguna.

Y aunque existe la posibilidad de que las empresas puedan solicitar la autorización de la Junta de Conciliación y Arbitraje para realizar despidos, lo cual conlleva un proceso que no es para nada sencillo ni mucho menos rápido, de obtenerla, deben indemnizar a los empleados con hasta un mes de salario.

Sin la autorización previa de la Junta de Conciliación y Arbitraje, o bien, sin la previa declaración oficial de una contingencia sanitaria, ni se pueden disminuir los salarios de los trabajadores ni se pueden suspender las labores sin que el patrón caiga en una responsabilidad jurídica. Cualquier acción fuera de ello sale de lo legal.

Es cierto que estamos en medio de un momento de crisis, pero ello no debe ser motivo para intentar salvarnos a costa de afectar a otros. Se entiende que muchas empresas sufrirán pérdidas económicas significativas, pero, siendo honestos, sabemos que a lo largo de su historia han podido hacerse de un capital económico que no los dejará sin sustento para sobrevivir esta etapa, en contraste con el de sus empleados y empleadas, que, generalmente, son personas que viven al día, sin ahorros u otros ingresos y quienes, de quedarse sin empleo, dejarán de tener la posibilidad de llevarse un pan a la boca.

Quienes tenemos mayores posibilidades debemos pensar en conjunto, velar por los intereses colectivos más que por los personales, pensar en aquellos que más padecerán el impacto de un contexto económico complicado y que menos posibilidades tienen de salir adelante.

Pero eso no nos lo enseñará ninguna institución, ninguna ley y ningún gobierno, eso es cuestión de humanidad, de humildad, de empatía y de solidaridad.

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