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El ideal de la política y la política sin ideales

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

En un mundo ideal, un buen político es aquel líder atento y empático que sabe gobernar y representar a su pueblo mediante la resolución de conflictos y la atención a las necesidades comunes, un buen gestor, un buen administrador, un buen diplomático y, sobre todo, un ser humano honesto e incorruptible.

Pero ésa es sólo la idea de lo que las personas aspiran encontrar en el perfil de quien les gobierna o representa. La realidad es que estos cargos se han llenado cada vez más de personas ambiciosas y egoístas que aspiran a un cargo público por vanidad y sed de poder; llegan a él y lo ocupan como meta propia, convirtiendo lo que debería ser un proyecto de gobierno para el bien social en un proyecto personal.

El punto más grave de este escenario llega cuando estos personajes rebasan todo tipo de límites para conseguir su objetivo, lo cual puede ir desde una campaña basada en la guerra y la descalificación en la que, por supuesto, no puede faltar la exhibición de los “trapitos sucios” del contrincante, hasta llegar a la sociedad con grupos del crimen organizado.

Tan sólo en el pasado periodo electoral 2018, de acuerdo con datos de la consultora Etellekt, se registraron 774 agresiones contra políticos y 429 contra funcionarios, las cuales derivaron en el homicidio de 152 políticos y 371 funcionarios. En algunos casos, de acuerdo con información publicada en medios de comunicación, las muertes fueron relacionadas con la participación de grupos criminales.

Si bien el asesinato de figuras políticas ha sido incluso parte de la historia de este país, pues quienes recordamos un poco de ella sabemos lo que le pasó a Venustiano Carranza en 1920 y a Álvaro Obregón en 1928, sólo por mencionar algunos, no podemos permitir que el verdadero origen y los ideales de la política, que son el organizar y dirigir la vida en sociedad para el bienestar común, se sigan perdiendo.

Cuando a las personas se les pregunta qué piensan de la política, para qué creen que funcione o qué es lo primero que les viene a la mente al escuchar esa palabra, lo que mencionan es corrupción, injusticia, mentiras y el enriquecimiento de quienes están al frente.

Quizá lo que no tienen en mente es que la política no es el problema, sino más bien la manera en la que este concepto ha sido utilizado como plataforma e instrumento de quienes ocupan un lugar en ella.

Siempre lo he dicho y lo sostendré: de todo hay en la “viña del señor”. Así como hay políticos corruptos sin aptitudes, hay otros que, en verdad, intentan generar cambios y contribuir al desarrollo de su sociedad y el hecho de que los ciudadanos se involucren cada vez más en la política hace posible que este tipo de perfiles estén al frente para representarles de manera correcta y rendirles cuentas. Esto es así porque en la participación y la exigencia ciudadana está la base para generar cambios considerables.

Y en lo que a los políticos respecta, o volvemos a los ideales y principios fundamentales de la política o nos hacemos a un lado para que alguien que en verdad tenga algo que aportar en favor de este país y su gente ocupe ese lugar. No hay político perfecto, pero cuando hay verdadera voluntad y vocación de servicio, no hay metas que resulten imposibles.

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