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¿Cómo superará México el rezago educativo acumulado?

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

 

A inicios de este año comentaba la urgencia de atender la educación en México, cuyo rezago no es novedad, mas sí un problema que se ha vuelto más grave a raíz de la pandemia. La educación en México está en un momento crítico y los resultados de la encuesta más reciente del Inegi en torno al impacto de este fenómeno reiteran el escenario.

Hace un par de días, el Inegi presentó la Encuesta para la Medición del Impacto COVID-19 en la Educación (ECOVID-ED) 2020, en la cual expone que 33.6 millones de niños, niñas y jóvenes estuvieron inscritos en el ciclo escolar 2019-2020, sin embargo, 740 mil de ellos no lo concluyeron por razones asociadas a la pandemia ni por falta de dinero o recursos; para el ciclo escolar 2020-2021, el número de inscripciones disminuyó a 32.9 millones y 5.2 millones no se inscribieron por complicaciones económicas.

Cabe señalar que, entre las causas, los encuestados señalaron que las clases a distancia les resultan poco funcionales para el aprendizaje, que no cuentan con internet, computadora o alguna herramienta para tomar sus clases, o que abandonaron la educación porque alguno de sus padres, madres o tutores se quedaron sin trabajo.

La niñez y la juventud en nuestro país están paradas sobre un escenario crítico que, de no atenderse de manera urgente y prioritaria, tendrá efectos que les perseguirán a lo largo de toda su vida.

Si bien el rezago educativo es acumulado desde décadas, las nuevas causas que le dieron el contexto actual, tales como la necesidad de trabajar para apoyar a la economía del hogar, la desintegración familiar debido a la pérdida de seres queridos, la falta de recursos y apoyo para estudiar vía remota, entre otras cuestiones, dejan casi sin esperanza a millones de estudiantes.

¿Cuál será el futuro de todos esos niños, niñas y jóvenes que han quedado sin padres, madres y sin respaldo? Porque, además, hay que tener en cuenta que, lamentablemente y como siempre, los más afectados serán los más vulnerables, es decir, aquellos de más bajos recursos.

Se pensaría que la afectación de falta de recursos para pagar la educación recaería en la educación privada, pero no es así, pues quienes han abandonado sus estudios son, en su mayoría, niñas, niños y jóvenes de escuelas públicas. No es justo que la pandemia termine así con la esperanza y el futuro de nuestras nuevas generaciones.

Si bien hay mucho por analizar y más por hacer en torno a la recuperación del sistema educativo, hay ciertos aspectos en los que ya se podría estar trabajando, entre ellos, el hecho de avanzar en el uso de las nuevas tecnologías, mejorar las herramientas e impulsar esquemas para el aprendizaje digital, no sólo por modernización, sino para tener estudiantes más preparados y competitivos, adaptados a la era actual.

Asimismo, la educación pública debe hacer todo lo posible para alentar a la niñez y a la juventud a volver a las aulas a través de herramientas y apoyos para los estudiantes y sus familias. Por su parte, el sistema educativo privado también debe hacer lo suyo y considerar disminuciones en las diferentes cuotas, servicios y materiales, a fin de apoyar a los padres y madres de familia en esta difícil situación.

Nuestro país debe evitar caer en un sistema educativo que tiene lugar sólo para quienes cuentan con dinero y recursos y que deja fuera a otros por causas ajenas a su voluntad y sus ganas de estudiar. La educación en México debe ser realmente laica, gratuita y obligatoria, de otra manera, ¿cómo podrá nuestro país superar el gran rezago que enfrenta en esta materia?

 

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