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Crisis pandémica y sociedad

Javier Aparicio

Javier Aparicio

 

Este fin de semana se cumplirán los primeros cien días desde que, oficialmente, se registró el primer caso de contagio de covid-19 en México. Al momento de escribir esta columna, se han registrado poco menos de doscientos mil casos confirmados, más de sesenta mil casos sospechosos y 23 mil 324 defunciones confirmadas.

El 19 de marzo pasado, comenté en este mismo espacio que: “Frente a la incertidumbre de una nueva y poco conocida enfermedad, la reacción de la sociedad y los gobernantes (serían) clave. De la capacidad de organización y reacción de la sociedad dependerá mucho el éxito para reducir el ritmo de contagio: tomar precauciones, informarse, guardarse en casa, distanciarse lo más posible. Pero no bastará con ello. De la capacidad de reacción e implementación de muchos gobiernos dependerá mucho del éxito para reducir la tasa de mortalidad”.

Hoy sabemos que más de la mitad de los casos confirmados a la fecha se encuentran en el continente americano. Para el caso de México, la curva epidémica aún no ha llegado a su punto máximo por lo que resulta difícil pronosticar cuánto tiempo tomará su declive o si pronto observaremos rebrotes a nivel regional. El cúmulo de casos confirmados como de defunciones, con todo y sus rezagos y sesgos de subestimación, tiene ya una escala trágica. Si las cifras como tales no le impresionan, bastaría conocer algunas de las historias personales de quienes laboran en centros de salud, quienes han padecido la enfermedad o han perdido a algún ser querido.

Las consecuencias económicas también han sido durísimas en términos de empleos destruidos, cierre de empresas, caída de la inversión y una recesión económica sin precedentes en la historia moderna del mundo y del país. Una consecuencia de que la epidemia se alargue por varios meses más en el país es que agravará la recesión y hará más lenta la recuperación. En el más reciente reporte de perspectivas económicas del Banco Mundial, se estima que la economía de México podría contraerse en un 7.5 por ciento este año, una recesión más severa que las observadas desde 1980 a la fecha.

Entre las vulnerabilidades principales de la economía mexicana destacan finanzas públicas frágiles, la caída en los precios del petróleo, la paralización del sector turismo y las reducciones tanto en el mercado interno por un confinamiento prolongado. La severa contracción del comercio internacional y la limitada respuesta de política fiscal agravan las perspectivas.

Desde un comienzo se anticipaba que los países con un sector informal más amplio, como ocurre en América Latina, tendrían mayores dificultades con la pandemia y la subsecuente recesión. Errores de política pública como los vistos en México y Brasil agravan la situación.

Pronto se conocerán mejor los saldos de la tragedia, pero desde ahora es claro que muchos gobiernos nacionales y locales han sido rebasados por la crisis pandémica y no estuvieron a la altura del encargo que les confirió la sociedad. A diestra y siniestra, líderes políticos y partidistas parecen urgidos de volver cuanto antes a las promesas de campaña o armar nuevas alianzas electorales, quizás como paliativo o distractor frente a la dura evidencia de esta crisis. Para bien o para mal, la retórica oficial de optimismo es solo eso, retórica.

Ante la insuficiente respuesta gubernamental, toca a la sociedad organizarse mejor y reaccionar de manera más eficiente frente a una epidemia y una recesión que serán más largas de lo anunciado inicialmente. Muchos de quienes pudieron permanecer en sus casas decidieron hacerlo y con ello han evitado contagiarse o bien contagiar a otros. Sin embargo, muchas personas, pudiendo haber tomado mayores precauciones, decidieron no hacerlo, poniéndose en riesgo y a los demás. Otras tantas personas, simplemente, nunca pudieron hacerlo, o no podrán hacerlo, por mucho más tiempo. Ojalá que los primeros puedan tratar de persuadir a los segundos, o tratar de tender una mano a los últimos.

El sismo de esta semana acaso nos recordó la inmensa capacidad de organización y solidaridad de la sociedad civil mexicana en tiempos críticos. Quizás sea hora de que la sociedad retome, una vez más, la iniciativa. De hecho, siempre lo es.

 

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