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Ya cayó, ya cayó, la reforma ya cayó…

Ivonne Melgar

Ivonne Melgar

Retrovisor

 

El ciclo de la aplanadora legislativa de la 4T inició esta semana con la reivindicación presidencial de la izquierda radical representada por la CNTE.

Porque el acuerdo que en mayo tomaron los grupos parlamentarios al aprobar la reforma de la Reforma Educativa fue descarrilado por el compromiso del Presidente de la República con ese segmento del sindicalismo magisterial.

Y es que hace cuatro meses, la oposición accedió a votar los cambios constitucionales bajo la promesa de que se preservaría el control de las plazas docentes y que éstas nunca más regresarían a ser una prerrogativa sindical.

Sin embargo, 134 días después, al concretar las letras chiquitas, se hizo realidad la popular advertencia parlamentaria de que el diablo está en los detalles.  

Pero a diferencia de mayo, cuando la oposición tenía valor porque el cambio constitucional requería de una mayoría calificada, hoy las leyes secundarias necesitan sólo de una mayoría simple.  

Y así sucedió este jueves 19 de septiembre, cuando la legislación secundaria respondió afirmativamente a los reclamos de la CNTE.

Fueron 285 diputados de Morena, PES, PT y PVEM a favor y 128 del PAN, PRI, PRD y MC en contra, en una votación que convirtió a los dirigentes de la Coordinadora en los ganadores de la finalmente derogada reforma educativa del 2013.

Porque además de haber sido la organización con mayor diálogo y relación mediática con el Presidente de la República, la CNTE consiguió doblegar incluso a los diputados de Morena que en mayo se dijeron defensores de aquella idea de que el Estado sería el rector de la vida educativa.

Esa frase quedó en palabrería, una vez que López Obrador instruyó –en el inicio de esta semana– a los representantes de su partido a aprobar el reclamo de la Sección 22, el de quitarle a la legislación “la última coma peñista”.

Esa coma hacía referencia al control de las plazas del magisterio, el mismo tema que en 2013 hizo estallar a la maestra Elba Esther Gordillo en contra del presidente Enrique Peña Nieto.

Esa coma es la que, hace seis años, llevó a la cárcel a la lideresa política del SNTE, después de que ella le advirtiera al gobierno que encabezaría la resistencia para impedir que la reforma condicionara el acceso, la permanencia y la promoción de los profesores a una evaluación.

Ilusoriamente, los legisladores del PAN, PRI, PRD, Movimiento Ciudadano y morenistas moderados creyeron, hasta antes de la instrucción del presidente López Obrador, que el hecho de no condicionar la estabilidad laboral de los maestros a la evaluación periódica era suficiente para satisfacer a la CNTE.

Es cosa de revisar las declaraciones que diputados de todos los partidos hicieron en mayo, para comprobar que, al menos en el discurso, persistía la confianza de que las plazas no volverían a ser un botín de los caciques sindicales.

Erraron de ingenuos.

Afuera de la Cámara de Diputados, las bases de la Sección 22, que encabeza Eloy López Hernández, se engolosinaban y proponían que la CNTE tenga sus letras de oro en San Lázaro.

Adentro, el coordinador de la bancada del PAN, Juan Carlos Romero Hicks, alertó que las leyes secundarias representan una regresión porque son corporativistas y clientelares.

Su homólogo de MC, Tonatiuh Bravo, alertó que son leyes contrarias a la Constitución, la cual establece que las plazas deben asignarse mediante un proceso transparente.

El vocero de los perredistas, Antonio Ortega, confió en que ésta era sólo una batalla y que la guerra sería ganada por la oposición al demostrar la inconstitucionalidad de estos ordenamientos en la Suprema Corte.

Falta todavía la votación en el Senado.

Pero en la aduana de la Cámara de Diputados, bajo el argumento de que las urnas les dieron el mandato de transformarlo todo, la presidenta de la Comisión de Educación, la morenista Adela Piña, reivindicó el 19 de septiembre como un día histórico, el de la sepultura definitiva de la reforma peñista, con todo y coma.

A diferencia de hace cuatro meses, cuando se abstuvieron de votar, los 40 diputados de la CNTE lanzaron incendiarios discursos contra del neoliberalismo y corearon: “Educación primero, al hijo del obrero. Educación después, al hijo del burgués”.

Es cierto que el triunfo de la CNTE también beneficiará al SNTE, al recuperar el poder sindical para definir el futuro laboral de sus agremiados.  

Pero en los hechos, el presidente López Obrador optó por privilegiar a sus aliados del magisterio radical, dando el banderazo de salida a una aplanadora automática que ha celebrado en la tribuna de San Lázaro el “ya cayó, ya cayó, la reforma ya cayó…”.

En contraste, una desmoralizada oposición admitía que, ahora sí, las definiciones de Palacio Nacional habían transformado al Poder Legislativo en un auténtico florero.

PD: Tomaremos un receso. Nos reencontramos el sábado 5 de octubre.

 

 

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