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AMLO: la herencia irreversible

Ivonne Melgar

Ivonne Melgar

Retrovisor

Sólo el tiempo determina el legado de los gobernantes.

Con todo y su satanización, Carlos Salinas construyó la irreversible apertura comercial. De ahí la vigencia del TLC en su fase T-MEC.

Además de los subrayados en el manejo económico, Ernesto Zedillo abrió el camino de la irreversible posibilidad de la alternancia y de las autonomías del árbitro electoral y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).

Empujado por la presión de una emergente sociedad civil que coadyuvó en su triunfo, Vicente Fox inició el entramado constitucional de la transparencia encargada al Inai, requisito irreversible si de erradicar la corrupción hablamos. De ese empuje surgió la medición de los programas sociales, con un Coneval que nos informa cuándo la retórica contra la desigualdad está acompañada de resultados.

Y aunque la narrativa en turno pretende prescindir del ejercicio legítimo de la fuerza del Estado, la advertencia de Felipe Calderón —de que ésta debía usarse ante la potencial cooptación del crimen organizado al mismo Estado— mantiene carácter de irreversible, mientras la realidad no demuestre lo contrario.

Como reacción adversa a los excesos de ese uso de la fuerza, el segundo sexenio del PAN forjó desde el Congreso la, ojalá, irreversible reforma de los derechos humanos, bajo la custodia de una SCJN garantista que, así, se fortaleció.

De la irreversibilidad de lo hecho durante la gestión de Peña Nieto, todavía es temprano para saberlo, con una contrarreforma energética a la vista. Pero del Pacto por México se ha salvado, hasta el momento, la reforma en telecomunicaciones que, sin ser poca cosa, se tradujo en una regulación del sector, ajena a la discrecionalidad gubernamental y a los monopolios.

Además de los legados que la historia sancionó, el México que comenzó a gobernar López Obrador en 2018 tenía esos irreversibles de los cinco sexenios que él etiqueta de neoliberales y que considera desechables, al grado que quiso llevar a juicio a sus presidentes, una meta cubierta en su exitosa comunicación política.

Y si bien ha hecho suyos algunos de esos irreversibles establecidos en la Constitución y en el entramado institucional (el T-MEC, el manejo económico), el Presidente tiene en la mira los irreversibles que obstaculizan la prisa de su proyecto.

Por eso el 1º de diciembre, al pronosticar la irreversibilidad de su legado, también previó sus límites: “En tres años ha cambiado como nunca la mentalidad del pueblo (…) la revolución de las conciencias (…) Eso es lo más cercano a lo irreversible. Pueden darle marcha atrás a lo material, pero no van a poder cambiar la conciencia que ha tomado el pueblo de México”.

Un gran legado: haber cimbrado el statu quo con 30 millones de votos que le dijeron sí a la premisa de que, por el bien de todos, primero los pobres.

Además de haber llevado a la conversación pública y popular la condena a la normalizada desigualdad, López Obrador ha fustigado con leyes, decretos, metáforas y linchamientos la corrupción y sus derivados.

Sólo el tiempo dirá si su irreversible diagnóstico contó con tratamientos irreversibles.

Dos reflexiones este miércoles lo pusieron en duda.

La carta del exsecretario y diputado Santiago Creel (PAN): “En la elección pasada, su coalición política obtuvo 20,904,670 y la oposición en conjunto 22,904,604 votos. El pueblo está dividido casi por mitades. Ninguno podemos ni contamos con la legitimidad política para hacer, solos, un cambio de régimen trascendente”.

Y la evaluación del fundador del PRD y excandidato presidencial Cuauhtémoc Cárdenas: “Estoy viendo al país con muchos rezagos todavía y sin propuestas de cómo superar estos problemas de pobreza, empleo, inseguridad, escaso crecimiento económico, deterioros ambientales, todas las cuestiones que tienen que ver con género”.

Sin embargo, ningún político, partido, coalición, iniciativa ciudadana podrán disputar el poder sin dar respuestas a las dos heridas que supuran en México y que López Obrador tuvo a bien hacernos sentir: desigualdad y corrupción.

Pero la materialización de su proyecto no está garantizada, porque éste pretende pasar por encima de los irreversibles del pasado inmediato:

La transparencia en el quehacer gubernamental, por ejemplo. Por eso el decretazo que busca encriptar la información de las obras del sexenio. Y por eso la militarización de licitaciones y procesos fallidos, como la compra y la distribución de los insumos de salud.

La autonomía de los órganos constitucionales. Por eso el golpeteo al INE, al Inai, a la Cofece; los intentos por alinear al Poder Judicial y la propuesta de desaparecer los órganos reguladores del sector energético.

En la lista de los obstáculos figuran instituciones académicas, medios de comunicación, organizaciones de la sociedad civil y, por supuesto, la oposición que se coloque al centro del espectro político, al que López Obrador defenestró en su mensaje

Son los irreversibles heredados. Y la descalificación discursiva, aun con su alcance inédito, sigue siendo insuficiente para enterrarlos.

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