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Arnoldo Martínez Verdugo, sus logros

Humberto Musacchio

Humberto Musacchio

La República de las letras

Murió Arnoldo Martínez Verdugo, quien en los años sesenta y setenta fuera el principal líder del Partido Comunista Mexicano. No son pocos los méritos del dirigente finado, y uno, principalísimo, fue haber roto con la dependencia ideológica de Moscú, la que los dirigentes soviéticos empleaban para pasar por encima de los comunistas locales cuando se trataba de llevar adelante sus designios.

En sus memorias, Valentín Campa dice que él y Hernán Laborde fueron echados del partido porque se opusieron al asesinato de León Trotsky. Arnoldo, más realista, me dijo alguna vez que los agentes soviéticos ni siquiera se tomaban la molestia de informar sobre sus planes, de ahí que, con todo el respeto que le merecía el viejo líder ferrocarrilero, se permitió disentir en ese punto.

El caso sirve para ilustrar la relación que existía entre los gobernantes soviéticos y los partidos comunistas. De ahí la importancia de la dirección que encabezó Martínez Verdugo, pues con paciente inteligencia reivindicó el derecho de cada partido a decidir su estrategia y a manejarse con autonomía. Eso llevó al PCM a condenar la invasión soviética de Checoslovaquia en 1968 y posteriormente la embestida del gobierno polaco contra el Sindicato Solidaridad  o la intromisión militar de Moscú en Afganistán.

Así como mostró decisión para dar al PCM independencia ideológica de Moscú o Pekín, en el plano nacional Martínez Verdugo trabajó para deslindar a su partido de lo que llamó “la ideología de la Revolución Mexicana”, que durante casi todo el siglo XX vendía la idea de que los sucesivos gobiernos del PRI eran la encarnación de la idea absoluta hegeliana, pasajeros de un viaje hacia la continua perfección que llevaría a los mexicanos al paraíso. Arnoldo acabó con ese espejismo.

Otro aporte nada despreciable fue, sobre todo en los años setenta, la búsqueda de una relación constructiva con los intelectuales. El PCM contó siempre con intelectuales de primer orden, desde 1924, cuando se incorporó en bloque al partido del Sindicato de Obreros Técnicos Pintores y Escultores, el mismo donde militaban Diego Rivera, Siqueiros, Orozco, Xavier Guerrero y otras figuras. Al PCM pertenecieron Juanito de la Cabada y los hermanos Revueltas y los grabadores del Taller de Gráfica Popular.

Pero en los años cuarenta se produjo un rompimiento con los intelectuales, que se hicieron poco confiables a los ojos de quienes entonces dirigían el PCM. Cuando, como tantos otros, el poeta Efraín Huerta fue expulsado, irónico, declaró, palabras más palabras menos, que ya no quedaba en el partido alguien que supiera leer.

En los años setenta Arnoldo se dedicó a recomponer esa relación y al PCM se incorporó una buena cantidad de escritores, cineastas, investigadores, pintores, cantantes y otros intelectuales. Los festivales del periódico Oposición, órgano del partido, fueron un buen escaparate para esa nueva relación con la inteligencia nacional.

Pero el logro mayor de Martínez Verdugo fue su propósito de avanzar hacia la unidad de la izquierda. Primero logró la fusión de varias organizaciones en el PSUM, después se incorporó el PMT de Heberto Castillo y se formó al PMS y finalmente, con la escisión del PRI encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, se llegó a la constitución del PRD, el primer partido de masas de la izquierda mexicana. En cada uno de esos pasos, pese a las dificultades siempre presentes, Arnolfo fue un impulsor irreprochable. Deberían recordarlo los que con López Obrador dividieron al PRD hace unos meses.

                *Periodista y autor de Milenios de México

                hum_mus@hotmail.com

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