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Jóvenes: víctimas de la pandemia

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

El covid-19 se sigue expandiendo sin freno por el planeta. Al 20 de julio se suman, oficialmente, más de 14.3 millones de contagiados, superando los 603 mil fallecidos. El covid-19 se ha convertido en un drama social y económico que aún no alcanzamos a dimensionar en su totalidad, y la actualización de las proyecciones de su impacto dan cuenta de escenarios dantescos con consecuencias difíciles de calcular.

Para América Latina y el Caribe, la región más desigual del planeta, la presencia del covid-19 acentuará las diferencias en el ingreso, profundizando las brechas existentes y generando problemas adicionales en el largo plazo. Ése será el caso para millones de jóvenes que verán limitado su acceso al empleo, la educación y la cultura en una atmósfera de aridez financiera y contracción económica.

La década perdida se asoma a la vuelta de la esquina. El quinto informe especial sobre la pandemia, presentado el 15 de julio por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), advierte que el PIB per cápita de los latinoamericanos caerá a valores del año 2010, lo que significa un retroceso de 10 años en los ingresos.

La Cepal proyecta que el número de personas en situación de pobreza se incrementará en 45.4 millones en 2020, con lo que el total de personas en esa condición pasaría de 185.5 millones en 2019 a 230.9 millones en 2020, cifra que representa el 37,3% de la población de la región.

Al finalizar 2020, el PIB regional caerá un promedio de 9.1%, se sumarán 45.4 millones de nuevos pobres, se perderán 8.5 millones de empleos y 2.7 millones de empresas cerrarán sus puertas. Vendrán grandes presiones para los gobiernos y sus representantes en una atmósfera de reclamo e insatisfacción por el colapso de todos los indicadores económicos.

El mayor impacto, con relación al empleo y la falta de oportunidades, lo recibirán los jóvenes entre 15 y 24 años, a quienes en varios informes se les ha denominado la “generación confinada”, la misma que sufrirá los efectos económicos del coronavirus por al menos una década.

Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la pandemia tiene un triple impacto sobre los jóvenes, por un lado, destruye los pocos empleos existentes, por otro lado, frustra su educación y sentido de futuro y, finalmente, genera grandes obstáculos para los que quieren acceder al mundo laboral en el corto plazo.

Previo a la pandemia, la tasa de desempleo juvenil mundial era de 13.6% (comparada con un 4.9% de toda la población activa) y en Latinoamérica, de 17,9% (comparada con un 8,1%), lo cual refleja el problema estructural del desempleo juvenil y la gran vulnerabilidad de este grupo social.

Otro dato revelador es que tres de cada cuatro jóvenes trabajan en el sector informal, sin acceso a protección social ni a los programas de becas y apoyos monetarios que ofrecen diversos gobiernos para aliviar la crisis.

 

 balance

Ser joven en la pandemia entraña un desafío doble. Por un lado, la perspectiva de futuro se ha visto interrumpida por la imposición de medidas sanitarias que ahogan a la economía y eliminan la generación de empleos y, por otro lado, las perspectivas de recuperación son nebulosas ante la falta de una vacuna que permita retomar las actividades interrumpidas con algún sentido de normalidad. Estamos hablando de un limbo desconcertante que genera desánimo y desesperanza.

Salir fortalecidos del “purgatorio del coronavirus” será el gran reto para los gobiernos democráticos del continente. Por encima de las diferencias políticas naturales, será crucial articular esfuerzos extraordinarios a través de un gran diálogo nacional para atenuar el impacto de la pandemia en los jóvenes.

Una juventud sin horizontes es víctima inmediata de la delincuencia, el extremismo y la ingobernabilidad. Sin embargo, en este momento de crisis se presenta también una oportunidad única para repensar y trabajar por un nuevo contrato social, colocando a los jóvenes en el centro de la discusión pública. Recuperar la esperanza en el futuro es el primer paso. Sólo será posible de la mano de los jóvenes.

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