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¿Existe la independencia digital?

Fernando Islas

Fernando Islas

 

 En la segunda mitad del siglo pasado, Alvin Toffler sentenció que el conocimiento es la fuente más democrática de poder. Enemigo de las aulas, el sociólogo y futurista estadunidense se refería a las lecciones que se adquieren de manera alterna a las incluidas en los programas de estudio. Cuando la internet penetró de manera definitiva en la vida cotidiana de aquellos que podían acceder a ella, se dijo que las nuevas generaciones estarían mucho mejor preparadas. Toffler, antes o después de esa apreciación, dejó un aforismo clave de los días que corren: “Nuestra tecnología aumenta, pero los efectos colaterales también aumentan”.

En ese contexto, ¿cuál es la ruta hacia una independencia digital en nuestro tiempo? “Tecnología es, al final del día, política, y nos estamos acercando aceleradamente a una guerra fría en la que las víctimas van a ser los países en vías de desarrollo, pero, más que tener estados y ejércitos de un lado y del otro, tenemos corporaciones globales”, lanzó la abogada guatemalteca Renata Ávila en su conferencia magistral en el marco del coloquio internacional ¿Benditas o malditas redes sociales? retos, regulaciones y alternativas para la democracia sociodigital, del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS), de la UNAM.

Ávila, especialista en la defensa de derechos humanos dentro de publicaciones digitales, es parte del equipo jurídico que sigue el caso de Julian Assange y Wikileaks. Sobre el acceso inmediato a la información, observó que “se considera que con esta estructura duopólica conformada por iPhone y Android todos tenemos posibilidades, pero es una mentira, porque hace 14 años ese ‘todos’ era apenas el cinco por ciento de la población mundial, conformada por élites, y no necesariamente en términos monetarios, sino por su acceso a la riqueza más grande: ‘el acceso al conocimiento’, los universitarios incluidos”.

  •  Nada, en fin, es lo que parece, pues, remató Renata Ávila, “no cualquiera puede hacer algo sin la mediación de iPhone/Android. Es imposible. El problema es que esta circunstancia se nos olvida. Puede hablarse de independencia y de soberanía, pero las apps de todos los gobiernos del mundo, menos China, están instaladas en el sistema operativo de este duopolio, regido por la jurisdicción de Estados Unidos. Ahí termina su independencia”.

A propósito del título de este encuentro global en línea, fue el presidente Andrés Manuel López Obrador el que acuñó la frase “benditas redes sociales”. El primer mandatario consideró que éstas contribuyeron como una suerte de contraofensiva informativa ante la difusión negra que se hizo durante años en su contra y, en parte, acertó. Sin embargo, las redes, además de sumar al coro de la democracia, también exponen los aspectos más miserables de los ciudadanos que las usan, aunque, dijo Terencio, “nada humano me es ajeno”.

Como sea, el desafío, a decir del sociólogo belga Geoffrey Pleyers, profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París —quien también ofreció una conferencia en el citado coloquio—, “es aprender a partir de un proyecto para reforzar la ciudadanía crítica, un proyecto democratizador, emancipador, que implique seguir aprendiendo cómo manejar mejor las redes, tanto para fortalecer los temas que queremos empujar, pero también para contrarrestar en la batalla a los adversarios que se apoderaron de la red en los últimos años”.

De un tiempo a la fecha, la humanidad convive con su realidad inmediata, pero al mismo tiempo advierte, a través de un pequeño aparato que cabe en cualquier bolsillo, otras realidades mucho más lejanas. Es el cuadro que Pleyers invitó, con pasión y respeto, a explorar: “No podemos aislar el mundo digital del mundo de la vida. Internet es muy importante, pero sobre todo en su articulación con otras dimensiones de la realidad. Hay que pensar las combinaciones entre el mundo en línea y el que está fuera”.

 

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