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Cuestiones de fe

Fernando Islas

Fernando Islas

La semana pasada, en el ejido de Aurora Ermita, perteneciente al municipio de Pueblo Nuevo Solistahuacán, Chiapas, dos bandas rivales se agarraron a balazos con un saldo de cinco heridos y cuatro muertos, entre ellos dos menores de 13 y 15 años. ¿La razón? Unos intentaron arrebatar a otros una estatuilla de oro de un burro porque, “según sus creencias, dicha estatua les da suerte con el dinero”, en nota de mi compañero Gaspar Romero (Excélsior, 23/enero/2021).

Los Diablos y Los Marianos, las bandas que se enfrentaron por ese burro dorado, son dos grupos paramilitares que desde hace años tienen con el Jesús en la boca a la región, pues se dedican al secuestro, al asalto, al tráfico de drogas y, llegados los tiempos electorales, ofrecen sus servicios a candidatos de elección popular, de acuerdo con varias notas consultadas por quien esto escribe. En síntesis, unos maleantes creen que una escultura de pequeño formato les traerá dinero porque, eventualmente, las autoridades han sido omisas a la hora de aplicar las leyes. Así los absurdos de este país. No olvidemos que el hoy Presidente de México alguna vez soltó aquello de que “con las tradiciones de un pueblo, con sus creencias, vale más no meterse”.

Soy escéptico. Todo periodista debería serlo. Hace un par de décadas me regalaron un borreguito de peluche, porque, me aseguraron, traería dinero a la casa de usted. Se pusieron de moda en esa época y sustituyeron a las patas de conejo, pero el mío nunca trajo ni un carajo. Comprobé que el único dinero que cae es el de nuestras quincenas. Por ese entonces, también, de la noche a la mañana, una secretaria colocó un plato de manzanas en una mesa de recepción, frutas que absorberían “las malas energías” para impedir que contaminaran nuestra área de trabajo que, por tratarse de una oficina estratégica, tenía una afluencia importante de gente, alguna, eso sí, indeseable. Ocurrió que el esposo de una amiga, mientras la esperaba, se comió una de esas manzanas. Al siguiente día no aguantaba los estragos en el estómago. Sin saberlo, ingirió las malas vibras destinadas a hacernos daño, dijeron, convencidos, mis entonces colegas.

Ahora que el presidente Andrés Manuel López Obrador convalece tras dar positivo a covid-19, diversos medios recordaron cuando, en marzo del año pasado, mostró un par de estampitas, una con el Sagrado Corazón de Jesús, que fungirían, señaló, como escudos protectores ante la pandemia, imágenes que le entrega la gente, “porque no sólo es catolicismo”, aclaró, “también religión evangélica y librepensadores que me entregan de todo y todo lo guardo porque no está demás”.

El politeísmo de López Obrador tiene un símil con el narrador del Gran Sertón: Veredas, la imponente novela del escritor brasileño João Guimarães Rosa en la que, ante todo, se combate la presencia, o la idea, del diablo: “¡Mucha religión, joven! Yo por mí, no pierdo ocasión de religión. Las aprovecho todas. Bebo agua de todos los ríos… Una sola, para mí, es poca, quizás no me baste. Rezo cristiano, católico, me meto en lo cierto; y acepto las preces de mi compadre Quelemén, doctrina suya, de Cardequé”.

Falta mucho tiempo para de verdad domar al coronavirus y sus secuelas, el demonio mismo o el desastre inevitable. Pero López Obrador tiene razón: ante la evidencia, nunca está de más rezar. Sucede que aplicar la ciencia siempre será mejor.

 

CAJA NEGRA

En los Países Bajos se registraron enfrentamientos entre la policía y manifestantes que están en contra del toque de queda instaurado desde el pasado fin de semana. El temor por la nueva y más letal variante del virus orilló al gobierno a tomar la radical medida y cientos de personas tomaron las calles de Ámsterdam, Eindhhoven y Rotterdam, entre otras ciudades, y provocaron destrozos, saqueos e incendios a comercios y vehículos. “Esto no tiene que ver con protestar, esto es violencia criminal y así será tratada”, dijo el primer ministro Mark Rutte. “No habíamos visto tanta vivencia en 40 años”, señaló el sargento Koen Simmers, según un relato de Al Jazeera. En la nación pionera en legalizar la eutanasia, el aborto, la prostitución, tierra de Erasmo, donde el consumo de drogas se “tolera”, la revelación es la violencia en la vía pública. El covid-19 tiene al planeta a las puertas de un manicomio.

 

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