Logo de Excélsior                                                        

¿Qué celebraron en Tijuana?

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

La necesidad riñe con la libertad. Lo que se hace obligado por las circunstancias o presionado por la fuerza de otra voluntad excluye la autodeterminación. A veces se deben tomar decisiones dolorosas, hacer lo que no nos gusta y sacrificar cosas valiosas por carecer de opciones.

Si ésa es la justificación del gobierno mexicano para ceder a la amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y evitar los aranceles a cambio de adoptar su política antiinmigrante y servir, así sea de manera involuntaria, a su reelección, ¿por qué celebrarlo como un triunfo?

El mitin de Tijuana y el alivio por desactivar de momento la guerra comercial no alcanzan a ocultar las terribles consecuencias de lo pactado.

Ceder a la extorsión puede ser una decisión prudente y racional, pero no es para festejarse. Menos aún cuando la amenaza sólo está suspendida y puede regresar en cualquier momento.

La campaña de Donald Trump por la reelección apenas comienza y ya encontró la llave para obtener las concesiones que necesite. Cuando el chantaje funciona, la víctima se convierte en rehén.

Estamos bajo el imperio de la propaganda y la obsesión por la popularidad, hasta los peores sinsabores deben ser incorporados a la narrativa épica de quien ya decidió que su lugar en la historia nacional está con los próceres.

El problema es que se pierde el sentido de realidad, convirtiendo la necesidad en virtud. Es un engaño presentar al mal menor como triunfo y realizar un mitin autovindicatorio, máxime porque se condenó a cientos de miles de personas que no estuvieron representadas en la mesa.

La situación para los migrantes en México ya era difícil, en muchos casos inenarrable por la zozobra y crueldad que han padecido.

Las caravanas surgen para protegerse, evitando redes del crimen organizado que se dedican al tráfico de personas y en cuyas manos son vulnerables al secuestro, la trata e incluso la muerte.

Al sellar la frontera sur con 6 mil militares con uniforme de la Guardia Nacional, muchos migrantes caerán en las manos de cárteles que desde hace años han sustituido a los polleros y la tragedia humanitaria que han vivido se va a recrudecer.

El ofrecimiento del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, de protección y trabajo, se tornó muy pronto en contención, persecución, represión y deportación. Los que lleguen a la frontera de Estados Unidos tendrán que arriesgar sus vidas.

El consuelo que nos venden es que no se aceptó ser Tercer País Seguro, que obligaría a los migrantes a pedir asilo en México, pero en los hechos será poca la diferencia. Nos comprometimos a recibir a todos los solicitantes de asilo en Estados Unidos que entren por su frontera sur mientras duren sus juicios.

Es verdad que ese programa se venía aplicando de facto, lo que da sentido a lo revelado por el New York Times: lo anunciado ya había sido acordado tiempo atrás, pero por su informalidad era parcial. Tenemos alrededor de 10 mil solicitantes en México, pero el año pasado hubo 92 mil solicitudes de asilo, de las cuales sólo 5 mil son de mexicanos.

Jueces norteamericanos han declarado inconstitucional ese programa, Remain in Mexico, y se está litigando en la Corte, pero la aceptación explícita de nuestro país pudiera incidir negativamente en la sentencia.

¿Podemos recibir y proporcionar salud, educación y empleo a tantas miles de personas que quieren estar allá y no acá?

Muchos dan por sentado que no teníamos opción, que los aranceles tirarían los pocos alfileres de los que pende nuestra economía por los errores de inicio de mandato. Es verdad que los mecanismos del TLCAN, todavía vigentes, y de la Organización Mundial del Comercio son lentos, pero también que nuestra principal fortaleza está dentro de Estados Unidos, en la oposición de legisladores demócratas y republicanos que podrían detenerlos en el Congreso, en importantes bases electorales de Donald Trump, que se verían afectadas y presionarían a su candidato y en un Poder Judicial independiente que podría echar abajo con mayor diligencia la medida ilegal y arbitraria.

¿De verdad la “dignidad” se expresa en ceder y convertirnos en rehenes del extorsionador que nos seguirá usando para reelegirse? Yo tengo otros datos.

Comparte en Redes Sociales

Más de Fernando Belaunzarán