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La enfermedad y el remedio

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

El mandato fue el cambio, pero lo que continúa es el deterioro. No sólo empeoran los problemas y la descomposición institucional se ha agudizado, el debate nacional es asfixiado por la polarización, el exceso de adjetivos dirigidos a las personas y la falta de argumentos y datos corroborables por parte del poder público.

En lugar de presenciar el nacimiento de un nuevo régimen, estamos viendo la expresión más elocuente de la etapa terminal del que se niega a morir y busca reinventarse sin éxito en la restauración del hiperpresidencialismo con hegemonía de un partido al servicio del gobierno.

La corrupción sigue siendo sistémica y al decretarse su final como estrategia de propaganda se abandonó el combate institucional. Las adjudicaciones directas son la norma, cuando debieran ser la excepción, y lejos de reducirse se están incrementando. En septiembre, casi el 80% de los contratos fueron entregados por esa vía, como lo documentó Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad.

Se ha fortalecido la discrecionalidad en el gasto por parte del Presidente y la opacidad y falta de rendición de cuentas crecen con programas sociales sin reglas de operación y obras de infraestructura encargadas a las fuerzas armadas.

La detención en Estados Unidos de Salvador Cienfuegos, secretario de Defensa en el sexenio pasado, es un serio golpe al Estado mexicano. Las acusaciones deberán probarse, pero el hecho en sí mismo demuestra debilidad frente a nuestro poderoso vecino, no obstante la buena relación que presumen tener los mandatarios. Si hay elementos que vinculen al general con un cártel, lo ideal sería que fuera juzgado en México, pero aquí ni se le investigaba; señal de desconfianza y falta de cooperación.

Sobra señalar las implicaciones que el hecho tiene a la soberanía y seguridad nacional. La falta de una respuesta diplomática a la altura de las circunstancias evidencia no sólo la subordinación al presidente norteamericano que ha ayudado en su campaña reeleccionista, sino también la intención de usar el acontecimiento para atizar la estigmatización de la oposición, aunque el Ejército sea una institución apartidista con continuidad en los mandos, a la que por cierto se le han encomendado demasiadas tareas ajenas a sus funciones legales bajo la falsa premisa de que así se impiden actos de corrupción.

Mientras la lucha política sube de tono, los problemas se agravan. No hay siquiera atisbos de solución para cualquiera de las crisis que se ciernen sobre el país. En economía, salud, seguridad, desempleo, Estado de derecho, etc., la situación empeora y con la reducción del 75 por ciento del presupuesto operativo de secretarías y dependencias disminuyeron en muchas áreas la acción del gobierno hasta la inocuidad.

Si algo hemos aprendido estos dos años es que resultó falsa la salida autoritaria a la crisis del régimen y que los problemas de nuestra imperfecta democracia deben resolverse con más y mejor democracia. Es absurdo renegar del pasado reciente para llevarnos al pasado remoto de la Presidencia Imperial.

Pero no basta con señalar las fallas del gobierno, ni ser reactivos a las ocurrencias, caprichos y arrebatos del presidente Andrés Manuel López Obrador. Es necesario construir una alternativa que mire hacia el futuro, haciéndose cargo de que los partidos que deberían enarbolarla son insuficientes para cumplir el cometido.

En ese sentido, la convocatoria ciudadana a la conformación de una organización de organizaciones preocupadas por el retroceso autoritario en curso es refrescante. Me refiero a Sí Por México.

A diferencia de la 4T, la cual proscribe la discrepancia y las decisiones se toman verticalmente, los convocantes reivindican la pluralidad como virtud y llaman a caminar en torno a objetivos compartidos establecidos en un programa viable de transformación democrática del país.

Recuperar al Congreso como contrapeso es fundamental, pero para eso los partidos de oposición deberán abrirse a los ciudadanos y atender el llamado de unidad que estos les hacen. Sólo con generosidad y altura de miras podrán recuperar credibilidad y ser vistos como instrumentos de la sociedad. Ojalá lo entiendan pronto. El tiempo apremia.

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