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El canto de Lozoya

Fernando Belaunzarán

Fernando Belaunzarán

El criminal perseguido se volvió aliado político. Las autoridades mexicanas cerraron el cerco contra sus familiares, presumibles cómplices en el manejo de dinero ilegalmente obtenido, lograron que lo detuvieran en España y, en esa situación de vulnerabilidad, le hicieron una propuesta que no podía rechazar.

Desde que se giraron las órdenes de aprehensión contra el exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, la defensa de éste deslizó la especie de que su caída involucraría a personajes importantes. La frase de su primer abogado, Javier Coello Trejo, en el sentido de que su representado “no se mandaba solo” parecía apuntar hacia sus jefes de entonces: el expresidente Enrique Peña Nieto y su primer secretario de Hacienda, Luis Videgaray. Ni más ni menos.

Pero según ha trascendido, lo que ofreció Lozoya para allanarse a la extradición y obtener ventajas judiciales para él y su familia es algo aún más tentador para el Presidente, aferrado a su proyecto político de establecer estructuralmente su hegemonía.

Se habla de videos en los que entrega dinero a actuales opositores por aprobar, hace poco más de un lustro, la reforma energética, lo cual serviría para apuntalar la narrativa electoral del primer mandatario: nosotros o la corrupción.

En su toma de posesión, Andrés Manuel López Obrador argumentó a favor de un “punto final” respecto a los hechos de corrupción del pasado, aunque de tiempo en tiempo recurre a decir que se juzgaría a los expresidentes si el pueblo se lo pide con una consulta que por ilegal es imposible.

La legislación no permite preguntar si se aplica o no la ley ni tampoco si se le otorga impunidad a tal o cual persona, además de que la Fiscalía es formalmente autónoma y no se le debería indicar a quién investigar y a quién no.

El caso es que ya cambió de opinión y no es difícil saber por qué. La situación del país es cada día más dramática y como su prioridad son los comicios del 2021, oportunidad para concentrar aún más poder, extendiendo su influencia con gobiernos de su partido en estados y municipios, el escándalo mediático en contra de sus adversarios serviría tanto de distractor como de arma electoral.

No es algo que se preocupe por ocultar. En su respuesta a la carta de 30 intelectuales que piden conformar un frente ciudadano con la participación de los partidos políticos para preservar la pluralidad y recuperar al Congreso como contrapeso y poder independiente, el Presidente no sólo los descalificó moralmente con epítetos e infamias como acostumbra; adelantó que Lozoya mostrará, con sus revelaciones, la relación perversa que el gobierno establecía con legisladores opositores cuando el Ejecutivo no controlaba al Poder Legislativo.

Lo más grave no es que el mandatario se asuma vocero de la Fiscalía, desmintiendo su autonomía, sino que exhiba el manejo electoral que pretende hacer de la justicia en beneficio de intereses facciosos. Por supuesto, es falso y calumnioso que los intelectuales firmantes hayan avalado prácticas corruptas del pasado. De hecho, las denunciaron, en su oportunidad, como lo están haciendo con las de ahora.

El régimen del presidencialismo todopoderoso era sistémicamente corrupto y es verdad que la transición no modificó sustancialmente esa situación. La corrupción siguió siendo fuente de financiamiento de la labor política, aunque se lograron avances gracias a la presión de la sociedad civil y el periodismo de investigación que tanto incomoda al habitante de Palacio Nacional.

Me refiero a las legislaciones en Transparencia y al Sistema Nacional Anticorrupción, hoy en el abandono porque se prefiere combatir ese mal con el simple anuncio de su erradicación mientras se otorgan más contratos sin licitar que en el gobierno de Peña Nieto y prevalece la impunidad para altos funcionarios de la presente administración que no pueden demostrar la licitud de su riqueza o que son sorprendidos en conflictos de interés.

Más que protegido, Lozoya es testigo consentido. No pisará la cárcel, seguirá gozando de privilegios y además consiguió impunidad para su familia. Complacerá a sus magnánimos captores hablando y callando. Será la estrella del próximo show electoral.

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